Donde quiera que estuviesen, cualquiera que hubiese sido su destino, los moradores del Castillo no habian dejado rastro de su existencia cuando la detencion del Tiempo les habia enviado al limbo.

Un suspiro, tan suave que podia haber sido fruto de su imaginacion, sono en el silencioso comedor. Tarod se volvio. Creyo ver agitarse el borde de una capa junto a una de las mesas vacias y oir el debil eco de una risa de mujer en la galeria de encima del hogar, pero ambas cosas se extinguieron antes de que sus sentidos pudiesen captarlas plenamente.

Fantasmas de sus propios recuerdos... Sintio en lo mas hondo una impresion que podia ser de soledad o de tristeza; pero era muy vaga y se desvanecio rapidamente. Podia aprender a vivir con recuerdos...

Tarod volvio la espalda al silencioso comedor. Su rostro no expresaba nada, pues no habia sentimientos dentro de el. Volvio a la gran puerta de la entrada y se quedo mirando, a traves del patio, las macizas puertas dobles de la muralla exterior del Castillo. Entonces, casi como un movimiento reflejo, levanto la mano izquierda e hizo un descuidado ademan. Retumbo un trueno en lo alto y un rayo rojo como la sangre estallo en el patio, iluminandolo momentaneamente con un vivo fulgor. La sensacion de su propio poder trajo algun consuelo a Tarod. Mientras lo conservase, podria tener esperanza. Habia triunfado una vez y, a pesar de la, al parecer, irremediable situacion en que se hallaba, creyo que podia triunfar de nuevo. Tendria que haber una manera, tenia que haber una manera, de recobrar el alma -piedra. Y el la encontraria.

Tarod contemplo los negros muros del Castillo que era ahora su prision, y casi se echo a reir. Si; encontraria la manera.

Y tenia todo el Tiempo del mundo...

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