Indigo se dio la vuelta. Le costo un gran esfuerzo no salir huyendo de la criatura sentada en la estera, y Grimya tuvo dificultades para mantenerse a su lado en medio de la muchedumbre. Pero por fin la aglomeracion de gente disminuyo, e Indigo se detuvo. Se volvio para mirar de nuevo al centro del mercado, pero la anciana ya no era visible.

—?Maldita sea! —siseo Indigo—. ?Maldita sea! Grimya levanto la cabeza para contemplar preocupada las tensas facciones de su amiga. «Podria haber sido una co... coin...» —Coincidencia. Si; podria haberlo sido. O podria haberse tratado de Nemesis.

La loba parpadeo mientras bajaba la cabeza. Habia pasado mucho tiempo desde la ultima vez que se habian encontrado con aquel ser diabolico que era, en cierta forma, el alter ego de Indigo, pero ambas sabian que en su momento y a su manera Nemesis regresaria para

atormentarlas de nuevo. El demonio era capaz de adoptar cualquier forma que deseara — aunque en sus pesadillas Indigo lo veia siempre en su primera manifestacion: una criatura de rostro perverso y dientes afilados— pero la unica constante que nunca podia disfrazar, y que era una advertencia de sus maquinaciones, era la plata. Ojos plateados, cabellos plateados, un broche de plata o incluso de color plateado... Indigo se quito aquel recuerdo muy pronto de la cabeza, antes de que pudiera instalarse e incluirla. Ahora se habia encontrado con cartas plateadas y un anillo de plata. Y una advertencia que parecia llevar mas que una sombra de ironia. Podria tratarse, como habia dicho Grimya, de una coincidencia. O podria haber sido una senal de que el segundo de los siete demonios que habian convertido su vida en una maldicion estaba peligrosamente cerca.

Se alejo del bullicio del mercado y se dirigio junto con Grimya a las sombras de una arcada cuyo techo era un enrejado en la que una fuente de agua potable se derramaba perezosamente en un estanque de azulejos. La loba sacio su sed y luego, un poco como excusandose pero con gran fruicion, comenzo a devorar la carne de dos de los paquetes, Indigo, sentada en el reborde elevado del estanque, mordisqueo el tercero, pero su encuentro con la echadora de cartas le habia quitado el apetito: al cabo de algunos minutos lo dejo a un lado y saco la bolsa de cuero que contenia la piedra-iman. No podia decirle nada que ella no supiera ya; pero por enesima vez desde que la costa oriental habia aparecido en el horizonte del Kara- Karai, queria volver a mirarla para estar segura.

Al sur, el diminuto punto de luz dorada brillaba en el extremo de la piedra en una clara senal. Hacia el sur, por la gran carretera comercial que llevaba a Simhara.

Y Nemesis le pisaba los talones.

Grimya levanto los ojos. Tenia las mandibulas grasientas a causa de los jugos de la carne, y ya casi habia consumido los dos paquetes. Se relamio las mandibulas y luego dijo en voz alta:

—?Es ... igual que antes?

Sus palabras eran guturales y entrecortadas; su laringe y su garganta no habian sido disenadas para enfrentarse a las complejidades del lenguaje humano, pero se sentia orgullosa de hablar en voz alta a Indigo cuando no habia nadie que pudiera escucharlas, Indigo asintio.

—Igual que antes. —Deslizo la piedra-iman de nuevo al interior de la bolsa—. Hacia el sur. Y tengo el terrible presentimiento, Grimya, de que Nemesis sabe a donde nos dirigimos.

—Eso no tiene por que ser ver... dad. La anciana era una vi... dente.

—Lo se. Pero mi intuicion me dice que esa mujer era algo mas, tambien. O el agente de alguna otra cosa...

Grimya dejo escapar un suave ganido.

—Si lo... era, no po... demos cambiar... las cosas. Y sabiamos, creo, que algo asi tenia... que suceder. El demonio no nos de...jara tran... quilas.

Tenia razon. Desde un punto de vista logico, no podian haber esperado menos, y posponer lo inevitable parecia un ejercicio inutil. Lo mejor era ponerse en marcha; no tenia el menor deseo de permanecer por mas tiempo en Huon Parita.

Indigo suspiro, y miro a la comida que permanecia sobre su regazo casi intocada.

—Deberias co... mer —dijo Grimya—. La carne esta muuuy buena, aunque me da... sed. Se podria obligarla comer el tercer paquete, y eso la haria sentirse mejor, Indigo lo sabia; asi que lo tomo, y le entrego el cuarto a Grimya.

—Toma, carino. Yo no tengo mucha hambre. Nos los terminaremos entre las dos, luego nos pondremos en marcha.

—?Es... tas segura?

Sin saber si la loba se referia a la comida o al viaje que les esperaba, Indigo sonrio:

—Si, estoy segura.

—?Y el... demonio?

La muchacha volvio la cabeza sobre su hombro para volver a contemplar el bullicio del mercado, y sus ojos se entrecerraron.

—Esperaremos a ver que sucede. En este momento, no podemos hacer nada mas.

CAPITULO 2

El susurro de las altas palmeras que bordeaban la playa fue el primer anuncio de la brisa, y una senal bien recibida para que se iniciaran las actividades vespertinas. La caravana — unos veinte carros, setenta animales de monta y de carga y el variopinto conjunto de seres humanos cuyos negocios estaban conectados de una forma u otra con el convoy— se habia detenido una hora antes, pero nadie habia hecho gran cosa hasta entonces excepto sentarse bajo aquellas sombras que pudieran encontrar, aplacar su sed y permitir que los musculos doloridos por el ejercicio de todo el dia se relajaran. Con la llegada de la brisa, no obstante, el improvisado campamento empezo a ponerse en movimiento. Se encendieron faroles, anticipandose a las tinieblas que comenzaban a caer sobre ellos desde tierra adentro, y cuando el sol empezo a deslizarse bajo la linea del horizonte y la enorme extension del mar se volvio del color de la plata fundida, las pequenas y fieras llamas de las hogueras hicieron su aparicion en la creciente oscuridad. Los pucheros entrechocaban con agradable familiaridad, los animales pateaban el suelo y resoplaban, las conversaciones y algun que otro estallido de risa rompian la quietud.

Mientras ascendia con Grimya la suave ladera que conducia de la carretera a la orilla, Indigo dio gracias a su suerte —y no por primera vez— de que la caravana de Vasi Elder hubiera visto su salida de Huon Parita retardada un dia mas de lo previsto, y que debido a ello la joven hubiera llegado a tiempo de unirse a ella. Le habia tomado simpatia de inmediato al estrambotico Vasi, el cual, a pesar de su aspecto infame y estilo extravagante, poseia un estricto codigo de honor y una eficiencia que resultaba extrana entre los suyos. El infalible instinto de Grimya habia respaldado su opinion, y asi pues durante los ultimos nueve dias habian viajado en direccion sur con la caravana, siguiendo la amplia carretera de la costa que las conduciria hasta Simhara. Resultaba un viaje lento pero seguro; la carretera era buena, el clima benigno, y no habian encontrado senales de los abrasadores vientos torridos que a menudo rugian desde el gran desierto del Palor, situado a unos veinte kilometros hacia el este.

Estos paseos al anochecer por la orilla se habian convertido en una agradable costumbre. Con la llegada de la brisa marina que siempre refrescaba el ambiente al ponerse el sol, resultaba muy tonificante estirar los musculos y pasear a grandes zancadas por la playa, y contemplar a Grimya corriendo con toda la velocidad y elegante energia de los de su raza sobre la dura arena de la orilla. Ante ellas se extendia espectacular toda la inmensidad del golfo de Agantine, bordeado por una bahia que se curvaba hacia el norte y el sur hasta donde alcanzaba la vista. En este lugar, el mayor continente de la tierra se encontraba con su mayor oceano; y la serenidad y la impresionante belleza de la escena poseian un poder purificador que hacia que Indigo se sintiera en paz, aunque fuera solo por un corto espacio de tiempo.

Existia, tambien, otro tiempo de paz en las amistosas reuniones nocturnas alrededor de las hogueras del campamento. Vasi no habia tardado mucho en descubrir que Indigo no solo hablaba su idioma sino que tambien dominaba la elegante lengua de Khimiz, tal y como se hablaba en las grandes ciudades del sur. Como habia muchos mercaderes khimizi viajando con la caravana, los conocimientos de la muchacha estaban muy solicitados, y cuando Vasi descubrio tambien que uno de los bultos que esta llevaba contenia un arpa, no perdio el tiempo en

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