noche. La Dama Ancestral ha hablado, y su voluntad y su justicia han sido llevadas a la practica. Volved los rostros ahora, y marchaos

llenos de respeto y gratitud para con la legitima senora de todos nosotros.

No hubo mas ceremonia, ni tambores o trompas; nada. Bajo una sobrenatural atmosfera de anticlimax, y sin el mas leve murmullo, la multitud empezo a dispersarse. Desaparecieron en el bosque arrastrando los pies despacio y en silencio, y en cuestion de segundos la orilla del lago quedo desierta; solo Indigo, las sacerdotisas y el extrano armazon de madera con su inmovil prisionera permanecieron sobre la polvorienta plaza situada ante el zigurat.

A una senal de Uluye, las portadoras de antorchas empezaron a apagar sus teas. Una a una fueron hundiendo las mortecinas llamas amarillentas en la arena del suelo hasta extinguirlas, y la oscuridad natural de la noche cayo sobre la escena como un manto. La luna contemplo su desfigurado reflejo en las aguas del lago, y las figuras de las sacerdotisas se convirtieron en siluetas sin rostro. La figura rechoncha de Shalune surgio del crepusculo seguida de las porteadoras de la litera; levanto los ojos en direccion a Indigo y se llevo un dedo a los labios, adelantandose a cualquier cosa que la muchacha hubiera intentado musitarle. Silencio, al parecer, era la contrasena de las mujeres ahora, y en silencio se levanto la litera de la roca, y la procesion, con Uluye a la cabeza, se encamino a las escaleras de la pared del farallon.

Mientras se la llevaban de alli, Indigo creyo escuchar un sonido procedente de la orilla del lago, un gemido de desesperacion, desdicha y abyecto temor que se dejo oir por encima de los crujidos de la litera y del suave y amortiguado sonido de los pies desnudos de las sacerdotisas sobre la arena. La muchacha miro por encima del hombro, preguntandose con inquietud cual seria el destino final de la asesina. ?Morir de hambre, o asada por el calor del sol? ?O algo aun peor? «Tu pronunciaste las palabras que la han condenado», habia afirmado Uluye, e Indigo se preguntaba que habria dicho. ?Que terrible castigo habia decretado la Dama Ancestral a traves de sus labios y lengua?

Llegaron al pie de la primera escalera. Justo antes de que las porteadoras giraran para iniciar el ascenso, Indigo pudo echar una ultima ojeada a la orilla del lago. Una columna de niebla empezaba a formarse sobre las aguas, una curiosa mancha aislada a la que la luz de la luna daba un tono gris plata. Aunque no podia estar segura, Indigo tuvo la impresion de que unas pequenas figuras tomaban cuerpo en la niebla, y las vio empezar a moverse, flotando sobre la superficie como fantasmas mientras iban a converger muy despacio en el armazon de madera y su sentenciada ocupante.

Entonces sus porteadoras dieron la vuelta, pisaron el primer escalon, y el elevado respaldo del trono oculto la plazoleta de la vista mientras la transportaban en direccion de las cuevas de la parte superior.

CAPITULO 8

Indigo desperto de una pesadilla gritando el nombre de Fernan, mientras el mundo yacia sumido en la neblina gris perla que precede al amanecer. Grimya, que dormia enroscada a los pies de la cama, se incorporo de un salto y corrio hacia ella; le lamio el rostro y le transmitio mensajes de consuelo y animo hasta que Indigo consiguio abrirse paso por entre la frontera que delimita el sueno de la realidad y desperto por completo.

Permanecieron sentadas juntas durante varios minutos, Indigo apretando a la loba muy fuerte contra ella.

—Lo siento —repitio una y otra vez—. Lo siento, Grimya.

—?Qu... que hay que lamentar? No puedes controlar tus suenos.

—Lo se, pero pense que habia dejado atras estas pesadillas. Hace tanto tiempo que no me perseguian, que pense que ya me habia librado de ellas.

—?Sonaste con... el? —inquirio la loba, vacilante; se sentia reacia a pronunciar el nombre de Fenran en presencia de Indigo.

—Sone que me encontraba en la orilla del lago —respondio Indigo con un gesto afirmativo de la cabeza—, y el..., el salia del agua, buscandome. Solo que, cuando lo mire a la cara, me di cuenta de que no era el Fenran que conoci. Algo le habia sucedido, algo terrible. Estaba loco y no me reconocia, y comprendi que queria matarme, de modo que corri, pero, fuera a donde fuera, siempre lo encontraba delante de mi, esperando... —Se estremecio—. ?Por que lo he sonado asi, Grimya? ?Por que?

—No lo se. —La loba la miro entristecida—. Quiza se deba a lo de anoche.

Ambas permanecieron en silencio unos instantes. Al regresar a sus aposentos una vez finalizada la sombria procesion de regreso por las enormes escaleras, Indigo encontro a Grimya en un estado miserable. La loba se sentia desesperadamente avergonzada del miedo que la habia obligado a huir de la ceremonia y ocultarse en la cueva, pero al mismo tiempo, tal y como conto a Indigo, no podia librarse de la sensacion de que algo muy maligno estaba teniendo lugar, y simplemente no habia tenido valor para encararlo. El humo del incienso habia estado afectando su cabeza hasta tal punto, dijo, que apenas podia diferenciar la realidad de la ilusion, y se habia sentido tan mareada y desorientada que, cuando Shalune le dijo que se fuera, obedecio al momento y llena de alivio.

Indigo no la culpo. Tambien ella habia padecido una sensacion semejante, aunque sus sentidos, menos agudos que los de la loba, se habian visto embotados en lugar de dolorosamente agudizados por el humo narcotico. Seguia sin poder recordar nada de lo sucedido durante su trance; incluso aunque los acontecimientos anteriores estaban ahora mas claros en su mente, seguia existiendo una laguna en su memoria, un vacio que parecia no poder cruzar y traer de vuelta a la conciencia.

Aparto a Grimya con suavidad y se puso en pie. Por fortuna, el grito lanzado al despertar no habia atraido a nadie; no habria podido soportar la inquieta preocupacion de las sacerdotisas en aquel momento, y ni siquiera la presencia de Shalune habria sido bien recibida. La cueva la hacia sentir prisionera y le producia claustrofobia. Queria salir al aire fresco, estar sola durante un rato con la unica compania de Grimya y sin nadie mas que las estorbase.

—?Cuanto tiempo crees que falta para el amanecer? —pregunto a la loba.

—No muuu... cho —respondio Grimya tras meditar unos segundos.

—. Todavia esta oscuro, pero hay una gruesa neblina, y eso significa que la manana no puede estar lejos.

Aunque solo dispusieran de una hora antes de que la ciudadela empezara a despertar, eso seria al menos mejor que nada, de modo que Indigo extendio la mano para tomar sus ropas.

—Vayamos a pasear junto al lago un rato, antes de que nadie se levante. Noto que necesito despejar las ideas.

Grimya asintio al punto, y, en cuanto Indigo se hubo vestido, abandonaron la cueva. En el exterior la oscuridad era intensa; la luna se habia puesto y la luz de las estrellas no conseguia penetrar la niebla que las envolvia, cargada con los humedos olores del bosque. Debiles y ahogados, los innumerables pequenos sonidos del bosque ocuparon los oidos de Indigo mientras sus nocturnos habitantes empezaban a ceder terreno a las criaturas diurnas. Los insectos chirriaban, su interminable coro interrumpido de vez en cuando por el gorjeo de un pajaro que despertaba para lanzar su primera bienvenida vacilante a la manana. A lo lejos, algo enorme e irreconocible lanzo un ronco grunido y se produjo un breve movimiento precipitado de maleza. Pero no se percibia senal alguna de actividad humana.

Indigo empezo a relajarse un poco mientras descendia a tientas por la larga escalera siguiendo a Grimya, que se movia con mucha mas seguridad. El efecto de la pesadilla iba desvaneciendose, y el frescor y silencio de aquellos instantes anteriores al amanecer poseian una sensacion primordial que le resultaba curiosamente reconfortante. Llegaron a la arenosa plaza, toda revuelta por innumerables pisadas que se cruzaban y entrecruzaban, y se dirigieron a la orilla del agua. De improviso, Grimya, que iba unos pasos por delante de Indigo, se detuvo con un ganido angustiado.

?Grimya? ?Que sucede...? ?Oh, por la Diosa!

Lo vio antes de que Grimya pudiera cortarle el paso y obligarla a cambiar de direccion: el armazon de ramas junto a la orilla del lago. Lo habia olvidado — puede que su subconsciente lo hubiera

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