suprimido deliberadamente de su recuerdo— y por eso el sobresalto de tropezarse con el ahora, surgiendo de entre la niebla y la oscuridad, fue mucho mayor. La mujer, la asesina, seguia colgada del lugar al que la habian atado en la estructura; estaba vuelta de espaldas a
Indigo con la cara mirando al lago. No se movia, y la muchacha no podia decir si respiraba o no. Muy despacio, empujada por una fascinacion perversa, empezo a aproximarse al armazon.
—Indigo.
Indigo no le hizo caso. Llego a la altura de la maranal de ramas, algunas de las cuales todavia tenian adherida»! hojas marchitas, y rodeo la estructura para colocarse frente a ella.
La mujer estaba muerta. No por deshidratacion o cualquier otra causa natural; se habia desangrado hasta morir, asesinada por medio de una salvaje cuchillada que , habia abierto la garganta y a punto habia estado de separarle la cabeza del tronco. Tenia brazos y pecho cubierto de sangre, que empezaba a secarse ya convirtiendose en una costra amarronada a modo de obsceno atavio. Los ojos abiertos por completo a pesar de que habia desaparecido de ellos todo rastro de vida, mostraban una expresion de desaforado terror.
Subitamente, el hechizo que tenia hipnotizada a Indigo se deshizo y la joven giro la cabeza a un lado con brusquedad, cerrando los ojos llena de repugnancia. Empezo a correr, alejandose entre traspies del espantoso cadaver, pero una repentina advertencia mental de
Indigo se quedo inmovil y, abriendo otra vez los ojos y atisbo por entre la neblina. No veia nada, pero al cabo de unos segundos escucho un ruido de pisadas suaves; alguien —o algo— avanzaba furtivamente hacia ellas. Su mente se vio invadida por imagenes de los horrores presenciados la noche anterior y sintio un ramalazo de panico al ver aparecer ante ella una figura, indistinguible en la oscuridad.
La figura vacilo; entonces la voz de Uluye pregunto:
—?Que haceis? ?Que quereis?
Se miraron mutuamente mientras la tension y la sorpresa se diluian. Uluye bajo el machete que empunaba y, ron un gran esfuerzo, recupero la compostura. La expresion de sus ojos era cautelosa, desconfiada.
—No deberias estar aqui sola —dijo con un leve deje de animosidad.
—No estoy sola, gracias, Uluye —replico con brusquedad la joven, irritada por el tono de voz de la otra—.
Uluye dedico a la loba una mirada de menosprecio.
—Da lo mismo. Preferiria que regresaras a la ciudadela. No esta bien que el oraculo se pasee como una persona corriente exponiendose a ser visto por cualquiera.
La irritacion empezo a transformarse en colera, e Indigo exclamo:
—?No creo muy probable que nadie vaya a verme cuando ni yo misma puedo apenas distinguir mi propia mano frente a la cara! —De improviso un nuevo y desagradable pensamiento le vino a la mente. ?Por que tenia Uluye tanto interes en que se fuera? ?Seria acaso porque habia algo que no deseaba que el oraculo viera?
Contemplo el machete que la mujer sostenia y sus sospechas se reafirmaron.
—?Que? —Uluye fruncio el entrecejo—. ?Que es lo que fui yo? ?A que te refieres?
Desde luego era una buena actriz, como Indigo ya habia comprobado. Sus ojos sostuvieron la arrogante mirada de la mujer sin parpadear, al tiempo que indicaba al armazon de ramas a su espalda, apenas distinguible entre la niebla.
—Dime la verdad, Uluye —dijo con voz aspera—. Esa..., esa mujer... Tu la mataste, ?verdad?
Por un instante Uluye se mostro genuinamente perpleja, pero luego su expresion se ilumino.
—?Oh! —dijo—. Comprendo. —Paso junto a Indigo y
—
—Desde luego —repuso la Suma Sacerdotisa, contemplandola con sorpresa—. Existen muchisimas formas di morir mucho menos comodas que esta. Imagino que perderia el conocimiento con mucha rapidez.
Indigo le devolvio la mirada, con un estremecimiento de repugnancia ante la inhumana indiferencia de Uluye.
—
—?Yo? —En esta ocasion la sorpresa de Uluye era inconfundiblemente genuina—. ?Claro que no!
—?Quien lo hizo?
—Sus victimas. ?Quien si no? Ella los asesino, de modo que es justo que sean ellos quienes la asesinen a su vez.
Indigo recordo entonces que la noche anterior, mientras la transportaban hacia las escaleras, habia visto volver a formarse la niebla y habia vislumbrado tres figuras avanzando en direccion a la orilla...
—Diosa de mi corazon —dijo en voz baja.
—Tal y como te dije en la ceremonia, ?por que te sientes tan escandalizada? — repuso Uluye mientras en sus labios se dibujaba una fria sonrisa—. Fueron las
palabras de la Dama Ancestral las que la condenaron a muerte, no un decreto mio. Lo cierto es que deberias considerarte a ti misma como su juez, ya que eres el oraculo por medio del cual nos habla nuestra senora.
—Eso es lo que tu dices —contesto Indigo—. Pero no tengo mas que tu palabra de que es asi, ?no es cierto, Uluye?
—?Que quieres decir? —inquirio la mujer cambiando de expresion—. No te comprendo.
La oscuridad empezaba a aclararse de forma visible. El amanecer se aproximaba, la neblina se disipaba ya y el sol tardaria en salir, Indigo empezo a apartarse del cadaver, deseosa de alejarse de sus inmediaciones antes de que la luz del dia la obligara a contemplarlo en todo su horror. Uluye la siguio. No repitio la pregunta, pero Indigo intuyo que se contenia con un gran esfuerzo y gracias a su sentido de tozudo orgullo.
De alguna forma, sin saber como ni por que, habia tocado a Uluye en un punto flaco. Habia algo mas en todo y aqui y ahora, sin nadie que pudiera escucharlas, Indigo se pregunto si no habria encontrado un arma con que resquebrajar la mascara de piedra de la Suma Sacerdotisa y desafiarla a decir la verdad. La sangre fria de la mujer ante la desagradable muerte de otro ser humano habia enfurecido y envalentonado a la muchacha lo suficiente para intentarlo.
Se detuvo cerca de la roca donde habia estado colocada la litera la noche anterior y se volvio para mirar a Uluye la cara.
—Puede que seas o no consciente de esto, Uluye —dijo—, ero no tengo el menor recuerdo de nada de lo que me sucedio durante el trance. No se lo que dije o hice. Por lo que yo se, podria haber estado sentada en ese trono chillando y grunendo en una buena imitacion de un cerdo, mientras tu te reias interiormente de mis gritos de animal contabas a tu congregacion lo que querias que escucharan.
—?Esto es una blasfemia! —exclamo Uluye con expresion escandalizada.
—No para mi. La Dama Ancestral es tu diosa, no la mia. Es decir, si realmente crees en su existencia.
El color desaparecio de los labios de la Suma Sacerdotisa, y sus ojos se abrieron de par en par llenos de rabia. —?No oses pronunciar tales perversidades en mi presencia! ?No lo
—No tienes otra eleccion mas que tolerarlo, ?no crees? —rebatio Indigo—. No si yo soy lo que a ti te conviene decir que soy. ?Que es lo que soy, Uluye? ?Soy la elegida para ser vuestro oraculo o no? ?Hable realmente anoche, o preparaste todo el espectaculo para embaucar a una muchedumbre supersticiosa y credula y de ese modo conseguir que creyeran lo que tu querias que creyeran? ?Dime la verdad!
—?Te atreves a llamarme farsante? —replico Uluye siseando como una serpiente.
—Oh, no. No eres una farsante, lo se muy bien. Pero, cuando el oraculo habla a la gente, ?a requerimiento de quien lo hace? ?De la Dama Ancestral... o de ti?
Uluye se quedo mirandola un buen rato. Los primeros rayos del sol rozaban las copas de los arboles ya, y en medio de la neblina la elevada figura de la sacerdotisa parecia aureolada de frias llamas.