que ella habia conseguido penetrar en este mundo. Un minuto, solo eso, habria transformado el deprimente fracaso en alborozado exito. Un minuto para reforzar el eslabon, para abrir la puerta entre las dimensiones. Habia visto la puerta; habia mirado a traves de ella, habia tocado y sujetado a Fenran por un instante mientras su cuerpo vivo despertaba en aquel otro lugar, y si se le hubieran concedido unos segundos mas habria podido sujetarlo bien y sacarlo de alli. Pero en lugar de ello...

Empezo a sollozar, y aquel mundo vacio le devolvio el desagradable sonido estrangulado con un eco apagado. Nemesis se acerco a ella, se detuvo a su lado, y los brazos del ser la rodearon en un mudo intento de consolarla. Permanecieron asi abrazadas durante unos instantes, mientras las lagrimas de una se entremezclaban con las de la otra; luego, despacio, la distincion entre quien era Indigo y quien Nemesis empezo a difuminarse, hasta que solo una unica figura solitaria, con la cabeza tan inclinada que los cabellos castanos le ocultaban el rostro y los ojos de color Indigo moteados de plata llenos de lagrimas, permanecio triste y abandonada en el vacio gris de lo que habia sido un claro del bosque.

El Benefactor la encontro alli, como ya sabia que lo haria. Aunque los arboles del bosque eran en aquellos momentos tan solo debiles siluetas imprecisas, demasiado tenues para ocultarlo, ella no se dio cuenta de que se acercaba y unicamente cuando el pronuncio su nombre, con gran dulzura, levanto la cabeza.

—Indigo, lo siento tanto —dijo el Benefactor, contemplandola entristecido.

Indigo le devolvio la mirada. En algun remoto rincon de su cerebro se esforzaba por encontrar palabras con las que insultarlo por lo que sin duda habia sido un engano monstruoso y una traicion. Pero lo cierto es que sabia que el no la habia enganado ni traicionado. Tan falible, tan mortal, tan humano como lo era ella, el hombre habia creido — al igual que ella— que todo saldria bien. Y, consciente ahora del terrible error cometido, sentia el dolor de la muchacha y su propio remordimiento como un cuchillo retorciendose en su alma.

Ella no podia ofrecerle consuelo, pero tampoco podia odiarlo ni hacerle reproches. Cuando por fin hablo, la voz de Indigo sono desprovista de vida.

—Un minuto mas. Eso habria sido suficiente.

—Lo se. Intente..., intente retenerlo, pero no tenia poder suficiente. Creo que habria estado fuera del poder de cualquier mortal.

Por extrano que pareciera, ella no dudo que el hubiera hecho todo lo posible; todo lo que cualquier otro hubiera podido hacer. Asintio.

—?Que haras ahora? —pregunto el Benefactor.

La muchacha tuvo la impresion de que la respuesta era importante para el, pero no contesto; se limito a encogerse de hombros de forma apenas perceptible.

Grimya te espera —dijo el Benefactor con suavidad—. Y este mundo espera, tambien, a que sus ultimos ocupantes se vayan. —Dio tres lentos pasos hacia ella—. Ven conmigo, Indigo. No hay nada mas que podamos hacer aqui. Regresemos a casa juntos.

—?A casa... ? —repitio Indigo con voz triste.

Y de repente un recuerdo se agito en su cerebro. Hubo una epoca, una epoca, antiquisima, antes de que los que vivimos ahora bajo el sol y el firmamento empezaramos a contar el tiempo... Sintio una sensacion de ahogo en el pecho como si algo hubiera agarrado su corazon y lo oprimiera con fuerza, mientras el recuerdo se tornaba mas nitido y le facilitaba una respuesta.

Sabia donde se encontraba Fenran. No unicamente su espiritu, ni su mente dormida, ni su imagen... sino Fenran, completo y vivo. Lo sabia, ?lo sabia!

Volvio a levantar la cabeza, rapidamente, y en su cerebro empezo a arder despacio un potente fuego. No era el fuego de la fe, todavia no, pues no se atrevia a darle rienda suelta aun; pero si la primera chispa de una renovada esperanza. El Benefactor lo vio en sus ojos, y sonrio con una melancolica sonrisa dulce y triste mientras le tendia la mano.

—Ven, querida amiga. Te mostrare el camino.

Sus dedos estaban frios y resecos como el pergamino, y resultaban fragiles al tacto, como si en cualquier momento fueran a romperse y desmenuzarse como hojas secas. Con la otra mano, el Benefactor trazo un signo ante ellos, y aparecio el contorno de un espejo flotando en el aire. Dentro del marco del espejo, la luz del sol caia oblicuamente desde altas y polvorientas ventanas al interior de una estancia desnuda y abandonada.

—Este es el ultimo de los portales —dijo el Benefactor con gran calma—. Cuando se

vuelva a cerrar lo hara de forma definitiva, porque este mundo ya no es necesario.

Se inclino en una cortes reverencia, e Indigo lo precedio en direccion al reluciente cristal. Volvio la cabeza para dedicar una ultima mirada a las cada vez mas borrosas sombras del mundo fantasma —un autentico mundo fantasma ahora— y penetro en el espejo. La sensacion hormigueante que producia el paso entre dimensiones le era familiar ahora y duro solo un instante antes de que oscuros y apagados colores se arremolinaran alli donde antes no habia habido mas que gris, e Indigo se encontro en la vacia sala hexagonal del ultimo piso de la Casa del Benefactor.

A su espalda todo era silencio, y se dio cuenta de que el Benefactor no la habia seguido. Desconcertada, se dio la vuelta y vio la figura del hombre, que la contemplaba desde el otro lado del espejo. Durante un desalentador momento la muchacha leyo temor y miedo en su expresion y se sintio convencida de que habia cambiado de idea y pensaba permanecer en el mundo fantasma. Le tendio la mano, asustada, pero, antes de que su mano pudiera rozar el cristal, el Benefactor parecio lanzar un profundo aunque inaudible suspiro, y el espejo centelleo cuando tambien el penetro en el mundo mortal.

La mirada del hombre paseo despacio por toda la habitacion. No habia gran cosa que ver, pero sus ojos absorbian cada pequeno detalle con la misma avidez que los de cualquier peregrino que visitara la Casa y se hallara por primera vez en su estancia mas venerada. Luego, en voz baja, se echo a reir.

—Un templo al dios de la Razon —dijo, e Indigo sospecho que hablaba mas para si que para ella—. Resulta una paradoja muy triste. Pero, despues de todo, yo jamas quise un templo a mi nombre, y por lo tanto puede que esto sea apropiado. —Avanzo hacia la peana acordonada, sobre la que la antigua corona descansaba en solitario esplendor sobre su almohadon—. Pronto vendran aqui desde la ciudad, para abrir las puertas y bailar en el jardin. No pretendo saber que valor daran finalmente a esta casa, ni lo que haran con ella; pero tengo la impresion de que ya no necesitaran los servicios de tia Nikku y los suyos para mantenerla a salvo de manos indignas. —Se interrumpio y se volvio para mirar a Indigo—. ?Como podre jamas encontrar las palabras adecuadas para darte las gracias, Indigo? Las palabras que podrian expresarlo no existen. Y en cuanto a los hechos... —Sacudio la cabeza con impotencia—. Pense que podria recompensarte, pero en lugar de ello te he fallado.

De improviso parecia viejo, penso Indigo; los cabellos mas grises, la piel flaccida y palida. Viejo, abandonado, y solo... Se acerco a el y le toco la mano.

—Si fracasaste, no fue culpa tuya.

—Me ofreces mas amabilidad de la que merezco.

—No, no lo creo. Porque tu me has dado... —Titubeo. ?Como podria definir lo que el le habia dado? Era el don de la vision despues de cincuenta anos de ceguera; pero esa alegria por si misma no podia ni acercarse a toda la verdad, ya que se trataba de mucho mas que eso. Por fin, con sencillez y creyendo que el comprenderia, se llevo la mano al corazon y levanto los ojos hacia el. Destellos plateados brillaron en sus ojos, y dijo—: Me has dado a mi misma.

—Ah, Indigo... —su mano se cerro sobre la de ella—, si pudiera creer que eso es cierto...

—Lo es. —Con desazon vio que dos lagrimas resbalaban por las mejillas del hombre, ahora profundamente surcadas de arrugas. Y sus cabellos... empezaban a escasear; eran blancos, finos, apenas un leve nimbo... Con un terrible presentimiento, Indigo comprendio lo que le estaba sucediendo.

—Benefactor... —Le apreto los dedos, delgados, casi descarnados, y percibio los huesos—. Benefactor, te...

—Mi querida amiga, mi querida amiga —la interrumpio, apartandole la mano con suavidad—, no es nada. Es tan solo lo que es inevitable.

Los profundos ojos castanos estaban leganosos ahora, los carnosos labios arrugados y hundidos, y el cuerpo parecia haber encogido dentro de la tunica que vestia, de modo que sus pliegues lo envolvian como un sudario. E Indigo supo que el Benefactor se moria. Anos atras —siglos atras— habia encontrado una especie de inmortalidad en el mundo fantasma, y mientras permanecio en aquel refugio el tiempo no habia pasado por el; pero ahora habia regresado al mundo de la carne mortal, y en este mundo no podia evitarse el paso del tiempo.

Recordo entonces lo que el le habia dicho —ahora parecia como si eso hubiera ocurrido mucho tiempo

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