problemas antes de que se presente lo peor. Si pasamos el cabo Amberland antes de que descargue, no habra problema. Si no... —Se encogio de hombros—. Entonces estaremos en las manos de la Madre del Mar, y sera ella quien juzgue si estamos preparados para salir con bien. Al menos en este viaje llevamos un barco lo bastante grande como para resistir casi todo

tipo de temporales.

Era cierto. El Buena Esperanza, junto con sus naves hermanas Buen Animo, Buena Voluntad y Buen Humor, era uno de los cargueros de mayor tamano que recorria las rutas comerciales de los oceanos terrestres. Su puerto de origen era Huon Parita, en las costas del continente oriental, pero no podian existir muchos puertos de aguas profundas en este mundo que no lo hubieran albergado en alguna ocasion. La nave, con su inmenso casco parecido al hocico de un toro y los cuatro altisimos mastiles que sostenian sencillas velas de color marron, resultaba mas funcional que hermosa —no se parecia en absoluto a los elegantes navios para pasajeros de Khimiz o Davakos— y estaba sucia de proa a popa a causa de los muchos anos que llevaba transportando todos los cargamentos imaginables, desde ganado hasta madera pasando por mineral de hierro. Pero, como su nombre indicaba, se trataba de una buena nave, resistente y segura, por la que toda la tripulacion sentia un gran afecto.

Vinar volvia a estar apoyado sobre la barandilla, contemplando el banco de nubes que se formaba poco a poco y pensando en sus cosas. La mujer observo su rostro de reojo y sintio un ligero malestar interior. Conocia esa expresion; sabia lo que significaba. El hombre se estaba armando de valor; intentaba encontrar una forma de efectuar la pregunta que habia tratado de hacer, y que ella habia esquivado en tantas ocasiones anteriores.

Lo escucho aspirar con fuerza de repente y luego romper el silencio.

—Indigo, escucha. Tengo algo que decir. Algo sobre mi y sobre ti.

—Vinar, no creo...

No la dejo terminar.

—No, yo si creo, y lo voy a decir. Estamos a menos de un dia de distancia de las Islas Meridionales, y cuando atraquemos en Ranna tu estaras en casa, por primera vez en... ?cuantos anos?

—Suficientes. —No quiso mirarlo a los ojos.

—Muy bien; a lo mejor lo has olvidado o no quieres decirmelo. No importa. Bien; llegas a tu hogar, y lo primero que querras hacer es ver a tu familia. Tienes familia aqui, lo se.

—Si. —Habia dicho esa mentira tantas veces que ahora le salia con toda facilidad.

—Exacto. Bueno, yo no se quien es el cabeza de familia, si tu padre, tu abuelo, un hermano..., pero quiero conocerlo. Y, cuando lo haga, le dire que quiero casarme contigo, y a ver que dice. —Le dirigio una mirada triunfal —. Ya esta. ?Que te parece eso?

—Oh, Vinar...

Habia intentado muchas veces hacerselo comprender sin emplear palabras crueles, pero deberia haber sabido que eran imprescindibles. Eran companeros de navegacion desde hacia tres meses; tiempo suficiente, aun en un navio del tamano del Buena Esperanza, para conocerse bien el uno al otro. Eran amigos, buenos amigos; pero para Vinar aquello se habia convertido en algo mas. A pesar de su aspecto rudo y sus insolentes modales scorvios el era un idealista, un romantico incluso. No perseguia a las prostitutas de los muelles que ofrecian sus encantos en los embarcaderos de todos los puertos de escala; durante la mayor parte de sus treinta y cinco anos de vida las unicas mujeres para el habian sido su madre y sus dos hermanas, y hasta que murieron sus padres y sus hermanas se casaron y se trasladaron a los barrios de sus maridos a el no le habia importado permanecer soltero. Todo esto se lo habia contado a Indigo en pequenas dosis, a medida que iba desapareciendo su timidez, cuando coincidian en la misma guardia nocturna y conseguia apartarla de los otros miembros de la tripulacion que querian que les cantase o tocase el arpa. Ahora que la conocia mejor —o asi lo creia— y le habia confiado sus secretos, Vinar estaba enamorado profundamente enamorado. Y lo peor de todo era que Indigo no tenia la menor duda de que sus sentimientos eran sinceros.

La joven habia intentado, con toda dulzura, disuadirlo. Pero, ademas de ser un idealista y un romantico, Vinar era tambien un hombre muy tozudo y optimista. Aceptaba sus corteses negativas y no intentaba coaccionarla, pero las palabras de la muchacha se deslizaban sobre sus hombros como una ola que barriera la cubierta del barco; una molestia momentanea a la que no habia que prestar demasiada atencion. Un dia ella cambiaria de idea. Lo creia tan firmemente y con tanta sencillez como creia en la poderosa Madre del Mar, y segun lo veia el, todo lo que se necesitaba para ganarse a Indigo era mucha paciencia.

Para cualquier otra mujer que se encontrara en la situacion de Indigo, lo que Vinar tenia que ofrecer habria sido dificil de rechazar. Era carinoso, honrado, inteligente, leal y —una ventaja extra— incluso apuesto, muy alto, recio y con una espesa melena de cabellos rubios. Como marinero independiente ganaba mucho mas que un marinero cualquiera; su nombre y reputacion eran bien conocidos, y los capitanes inteligentes pagaban muy por encima de las tarifas habituales para tenerlo en sus viajes. Poseia casa propia en Scorva, con tierras de labranza suficientes para poder vivir desahogadamente cuando dejara la mar. Como esposo, proveedor y padre potencial de muchos hijos no se le podia objetar nada.

Y queria a la unica mujer que no podia responder a todo lo que el tenia que dar, que era incapaz de hacerlo.

—Escucha. —La viva imaginacion de Vinar empezaba a hacerse con el control, y el empezo a entusiasmarse con el tema—. Voy a hacerlo todo como es debido, igual que hacemos en Scorva. ?Nada a escondidas, no yo! Hablare con tu padre, abuelo, quien sea, y le pedire permiso. —Le dirigio una sonrisa de oreja a oreja—. Luego tu me das tu respuesta, ?eh?

Era eso lo que el creia; ?que lo rechazaba porque no tenia aun el permiso del cabeza de familia? Pese a su desconcierto, Indigo sonrio.

—No es asi en las Islas Meridionales. A lo mejor Scorva es diferente, pero... en mi pais una mujer elige por si misma cuando llega a la mayoria de edad. O al menos...

La recorrio un estremecimiento y se mordio los labios. Habia estado a punto de decir: «O al menos asi era como se hacia». Pero no podia revelar ese secreto. A lo mejor las cosas habian cambiado en las Islas Meridionales. Vinar lo sabria mejor que ella, ya que habia visitado su pais muchas veces desde que habia empezado a navegar, mientras que ella no habia pisado aquella tierra tan entranable desde hacia cincuenta anos...

Vinar no habia observado su repentina expresion contrariada, y de todos modos se

mostraba impavido.

—No importa —dijo—. Soy scorvio; hago las cosas a la manera scorvia. Solo lo que es justo y correcto. Conseguire aprobacion del jefe de tu familia, conseguire gustarle. — Le dedico de nuevo su contagiosa sonrisa ingenua—. Puedo hacerlo. Luego tambien te gustare a ti, mas que ahora. Y entonces... —Chasqueo los dedos, y rio entre dientes de buena gana—. Cambiaras de forma de pensar. No me rindo facilmente... ?Esperare, y un dia no muy lejano cambiaras de idea!

Un discordante estruendo metalico procedente de la popa los sobresalto mientras Indigo intentaba desesperadamente encontrar una respuesta. Vinar levanto la cabeza con rapidez, y sus palidos ojos azules se iluminaron.

—?Oye, ese es el gong de la cocina! —Extendio la mano y la cogio del brazo—. Vamos. Todos los alcatraces y pajaros bobos se reuniran alli en un momento. ?Lleguemos antes para obtener los mejores bocados!

La tripulacion diurna empezaba ya a converger en la escotilla de la cocina, de la que surgia un aroma apetitoso que rivalizaba con los olores de alquitran, lona, madera seca y agua salada. Resultaba un grupo variopinto: rubios habitantes del continente oriental con sus aguilenas facciones; menudos y jactanciosos hombres y mujeres davakotianos con los cabellos cortados casi al ras y piedras preciosas incrustadas en las mejillas; hombres de piel oscura procedentes de las Islas de las Piedras Preciosas; algunos scorvios y tambien marineros de las Islas Meridionales e incluso unos pocos reclutas de lo mas profundo del continente occidental. Y entre ellos, deslizandose con agilidad por entre las piernas para llegar a la cabeza de la cola, un cuerpo peludo moteado de gris y una cola que no cesaba de agitarse ansiosa, apenas visibles entre la multitud.

—?Eh, Grimya! —La voz de Vinar podia atravesar una pared de roca cuando la elevaba, y todas las cabezas se volvieron—. Deja algo para nosotros pobres esclavos humanos, ?de acuerdo?

Se escucharon risas, y el animal de pelaje gris giro la cabeza y le dedico una sonrisa lobuna mientras dejaba que la lengua se balanceara por una de las comisuras. Un mensaje entusiasmado penetro en la mente de Indigo.

«?Carne! ?Todos tenemos carne! ?Solo falta un dia para llegar a tierra, de modo que han abierto

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