problemas antes de que se presente lo peor. Si pasamos el cabo Amberland antes de que descargue, no habra problema. Si no... —Se encogio de hombros—. Entonces estaremos en las manos de la Madre del Mar, y sera ella quien juzgue si estamos preparados para salir con bien. Al menos en este viaje llevamos un barco lo bastante grande como para resistir casi todo
tipo de temporales.
Era cierto. El
Vinar volvia a estar apoyado sobre la barandilla, contemplando el banco de nubes que se formaba poco a poco y pensando en sus cosas. La mujer observo su rostro de reojo y sintio un ligero malestar interior. Conocia esa expresion; sabia lo que significaba. El hombre se estaba armando de valor; intentaba encontrar una forma de efectuar la pregunta que habia tratado de hacer, y que ella habia esquivado en tantas ocasiones anteriores.
Lo escucho aspirar con fuerza de repente y luego romper el silencio.
—Indigo, escucha. Tengo algo que decir. Algo sobre mi y sobre ti.
—Vinar, no creo...
No la dejo terminar.
—No, yo
—Suficientes. —No quiso mirarlo a los ojos.
—Muy bien; a lo mejor lo has olvidado o no quieres decirmelo. No importa. Bien; llegas a tu hogar, y lo primero que querras hacer es ver a tu familia. Tienes familia aqui, lo se.
—Si. —Habia dicho esa mentira tantas veces que ahora le salia con toda facilidad.
—Exacto. Bueno, yo no se quien es el cabeza de familia, si tu padre, tu abuelo, un hermano..., pero quiero conocerlo. Y, cuando lo haga, le dire que quiero casarme contigo, y a ver que dice. —Le dirigio una mirada triunfal —. Ya esta. ?Que te parece eso?
—Oh, Vinar...
Habia intentado muchas veces hacerselo comprender sin emplear palabras crueles, pero deberia haber sabido que eran imprescindibles. Eran companeros de navegacion desde hacia tres meses; tiempo suficiente, aun en un navio del tamano del
La joven habia intentado, con toda dulzura, disuadirlo. Pero, ademas de ser un idealista y un romantico, Vinar era tambien un hombre muy tozudo y optimista. Aceptaba sus corteses negativas y no intentaba coaccionarla, pero las palabras de la muchacha se deslizaban sobre sus hombros como una ola que barriera la cubierta del barco; una molestia momentanea a la que no habia que prestar demasiada atencion. Un dia ella cambiaria de idea. Lo creia tan firmemente y con tanta sencillez como creia en la poderosa Madre del Mar, y segun lo veia el, todo lo que se necesitaba para ganarse a Indigo era mucha paciencia.
Para cualquier otra mujer que se encontrara en la situacion de Indigo, lo que Vinar tenia que ofrecer habria sido dificil de rechazar. Era carinoso, honrado, inteligente, leal y —una ventaja extra— incluso apuesto, muy alto, recio y con una espesa melena de cabellos rubios. Como marinero independiente ganaba mucho mas que un marinero cualquiera; su nombre y reputacion eran bien conocidos, y los capitanes inteligentes pagaban muy por encima de las tarifas habituales para tenerlo en sus viajes. Poseia casa propia en Scorva, con tierras de labranza suficientes para poder vivir desahogadamente cuando dejara la mar. Como esposo, proveedor y padre potencial de muchos hijos no se le podia objetar nada.
Y queria a la unica mujer que no podia responder a todo lo que el tenia que dar, que era incapaz de hacerlo.
—Escucha. —La viva imaginacion de Vinar empezaba a hacerse con el control, y el empezo a entusiasmarse con el tema—. Voy a hacerlo todo como es debido, igual que hacemos en Scorva. ?Nada a escondidas, no yo! Hablare con tu padre, abuelo, quien sea, y le pedire permiso. —Le dirigio una sonrisa de oreja a oreja—.
Era eso lo que el creia; ?que lo rechazaba porque no tenia aun el permiso del cabeza de familia? Pese a su desconcierto, Indigo sonrio.
—No es asi en las Islas Meridionales. A lo mejor Scorva es diferente, pero... en mi pais una mujer elige por si misma cuando llega a la mayoria de edad. O al menos...
La recorrio un estremecimiento y se mordio los labios. Habia estado a punto de decir: «O al menos asi era como se hacia». Pero no podia revelar ese secreto. A lo mejor las cosas habian cambiado en las Islas Meridionales. Vinar lo sabria mejor que ella, ya que habia visitado su pais muchas veces desde que habia empezado a navegar, mientras que ella no habia pisado aquella tierra tan entranable desde hacia cincuenta anos...
Vinar no habia observado su repentina expresion contrariada, y de todos modos se
mostraba impavido.
—No importa —dijo—. Soy scorvio; hago las cosas a la manera scorvia. Solo lo que es justo y correcto. Conseguire aprobacion del jefe de tu familia, conseguire gustarle. — Le dedico de nuevo su contagiosa sonrisa ingenua—. Puedo hacerlo. Luego tambien te gustare a ti, mas que ahora. Y entonces... —Chasqueo los dedos, y rio entre dientes de buena gana—. Cambiaras de forma de pensar. No me rindo facilmente... ?Esperare, y un dia no muy lejano cambiaras de idea!
Un discordante estruendo metalico procedente de la popa los sobresalto mientras Indigo intentaba desesperadamente encontrar una respuesta. Vinar levanto la cabeza con rapidez, y sus palidos ojos azules se iluminaron.
—?Oye, ese es el gong de la cocina! —Extendio la mano y la cogio del brazo—. Vamos. Todos los alcatraces y pajaros bobos se reuniran alli en un momento. ?Lleguemos antes para obtener los mejores bocados!
La tripulacion diurna empezaba ya a converger en la escotilla de la cocina, de la que surgia un aroma apetitoso que rivalizaba con los olores de alquitran, lona, madera seca y agua salada. Resultaba un grupo variopinto: rubios habitantes del continente oriental con sus aguilenas facciones; menudos y jactanciosos hombres y mujeres davakotianos con los cabellos cortados casi al ras y piedras preciosas incrustadas en las mejillas; hombres de piel oscura procedentes de las Islas de las Piedras Preciosas; algunos scorvios y tambien marineros de las Islas Meridionales e incluso unos pocos reclutas de lo mas profundo del continente occidental. Y entre ellos, deslizandose con agilidad por entre las piernas para llegar a la cabeza de la cola, un cuerpo peludo moteado de gris y una cola que no cesaba de agitarse ansiosa, apenas visibles entre la multitud.
—?Eh,
Se escucharon risas, y el animal de pelaje gris giro la cabeza y le dedico una sonrisa lobuna mientras dejaba que la lengua se balanceara por una de las comisuras. Un mensaje entusiasmado penetro en la mente de Indigo.