—Me gussstaria cantar —dijo.

Indigo sonrio y la acaricio con ternura.

—A mi tambien, carino. Y en el futuro tendremos muchas ocasiones para cantar. Porque tengo la impresion de que tenemos muchas cosas que ensenar.

La loba agacho la cabeza; un viejo gesto y terriblemente familiar.

—Ssssi. —Sus orejas se alzaron ansiosas, y anadio con profunda satisfaccion—: ?Y mucho que aprender!

El caballo torcio el cuello cuando Indigo volvio a montar, y le dio un jugueton golpecito en la pierna que hizo soltar una carcajada a la muchacha. Cogio las riendas y, protegiendose los ojos de la brillante luz diurna, miro al frente. En un mundo lleno de verano y de la luz del sol, el paisaje de las Islas Meridionales se extendia hasta un lejano horizonte; y al otro lado del horizonte habia ciudades y poblados, bosques y campos, y, mas alla aun, las inmensas rutas de los oceanos y todo lo que se encontraba al otro lado: toda la hermosa y generosa Tierra. Suya —de ambas— para vagabundear, mirar y vivir. Habia creido que su viaje habia terminado, pero se habia equivocado: su viaje no habia hecho mas que empezar.

EPILOGO: SIETE ANOS DESPUES

La nave se llamaba La Bendicion de la Bruja, y era hermosa; un elegante y veloz cliper de la clase Lynx, construido en Ranna y tripulado por hombres y mujeres de cinco paises maritimos diferentes. Su esposo habia dicho que los navios de la clase Lynx nacian con el viento en sus proas, y ?quien podia saber tal cosa mejor que el, criado como todos sus antepasados para llevar una vida de marino? ?Y que mejor nave podian haber escogido juntos que La Bendicion de la Bruja, para que los llevara a casa?

La despedida en Ranna habia estado cargada de emocion, ya que ella no habia esperado que tantos amigos acudieran a despedirlos. Con lo humilde que siempre habia sido, ni se le habia ocurrido que la gente los tuviera en tanta estima. Pero habian ido todos: los guardabosques y los granjeros, los pescadores de Amberland y sus esposas, incluso un contingente llegado del pueblo de Ingan; gentes a quienes ella habia dado pociones o unguentos o simplemente consejo, y que no olvidaban la bondad de la humilde y menuda bruja del rostro desfigurado. Niahrin habia llorado sin la menor verguenza mientras el barco se separaba de su amarradero y las velas chasqueaban al llenarse de aire, listas para enfrentarse con el mar abierto. Pero su esposo la habia besado y le habia recordado que solo se trataba de un «hasta pronto» y no de un adios, y que el siguiente verano estarian de vuelta; y su hijito no dejaba de saltar impaciente, cogido a la barandilla del barco, bombardeando a su padre con preguntas sobre el viaje y el mar y el recibimiento que tendrian cuando atracaran en el mejor de los puertos de Scorva; la bienvenida que les dedicarian todas las tias, tios y primos a los que ni el ni su madre habian visto nunca. En ocasiones, incluso ahora, el milagro de esta criatura risuena y llena de energia —su hijo, y la viva imagen de su padre— volvia a sorprender a Niahrin, y cuando asi sucedia daba gracias a la Madre Tierra, que le habia otorgado la bendicion, inimaginable durante tanto tiempo, de tal realizacion y felicidad.

Y cuando, como a veces sucedia, vislumbraba en los azules ojos de su esposo el recuerdo de otro amor anterior, no sentia ni rencor ni dudas. Ninguno de ellos olvidaria jamas a Indigo, y asi era como debia ser. Pero Vinar habia encontrado dicha, y su esposa e hijo eran la alegria de su vida, sus seres mas queridos y la nina de sus ojos. Vinar no deseaba nada mas, y lleno de orgullo los llevaba a casa.

Y entre los amigos que los despedian en el muelle se encontraba un mensajero de Carn Caille, esplendido en su librea real; habia portado una bolsa especial y privada que habia introducido en la mano de Vinar. Habia cartas en esa bolsa; una de Ryen y Brythere, y otra de la reina viuda Moragh. Y, junto con las cartas, un dibujo infantil de brillantes colores que mostraba a La Bendicion de la Bruja partiendo del puerto de Ranna con los estandartes de buena suerte ondeando en sus mastiles y el sol sonriendo en un cielo sin nubes. La mayor de los tres hijos de Ryen y Brythere, a cuya fiesta de bienvenida Niahrin y Vinar habian sido invitados de honor, no olvidaba a sus padrinos, y bajo el dibujo la princesa Aisling habia escrito cuidadosamente su nombre, con muchos simbolos de besos.

Los muelles de Ranna empezaban a quedar a popa; en la distancia, los elevados acantilados de Amberland se alzaban en el horizonte como el lomo jorobado de una bestia dormida. El olor del mar penetraba en la nariz de Niahrin, y esta se volvio hacia el hombre que estaba a su lado. El le devolvio la mirada y, gracias al lazo desarrollado entre ambos, gracias a la privada e intima comunion de sus mentes, Vinar supo lo que ella pensaba.

—Te querran, Neerin. —Se inclino desde su enorme altura y la beso— No hay nada que debas temer de tu nuevo hogar en Scorva. Mi gente te querra. Igual que yo.

Niahrin cerro los ojos, feliz de sentir la fuerza y el calor de su brazo a su alrededor. Su rostro lleno de cicatrices se dulcifico cuando Vinar volvio a besarla, y en su mente aparecieron dos rostros. Uno, el rostro de una mujer con ojos de color Indigo y una nube de cabellos castano rojizos, parecio sonreirle. Y el otro, una loba de pelaje moteado, abrio las mandibulas y mostro colmillos y lengua en el equivalente animal de una risa humana. Y, a traves del tiempo y de la distancia, la bruja escucho la voz de Grimya.

«Sed felices, Niahrin y Vinar. Sed felices... ?como lo somos nosotras!»

Y AQUI ACABA LA HISTORIA... O TAL VEZ NO.

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