mentes de todos.

—?Que sera de ti, Indigo?

—No lo se. No puedo decirlo. —La muchacha se volvio y miro a Niahrin—. A lo mejor tu puedes responder a esa pregunta mejor que yo.

—No puedo responderla —contesto Niahrin, negando con la cabeza—. Lo que eres, y aquello en lo que te convertiras, surge de un poder cuyo origen esta en tu interior, y yo no puedo decir que comprendo tal poder.

—Pero ?si te pidiera que dieses un nombre a ese poder? —Indigo continuaba con la mirada fija en ella.

La bruja le sostuvo la mirada sin pestanear.

—Le daria dos —respondio con vieja sabiduria—. Los llamaria «vida» y «libertad». Porque son lo que tu escogiste, en un principio. Tu propia vida, y la libertad para vivirla.

Durante unos instantes todo quedo en silencio; luego Indigo volvio a sonreir.

—Si —asintio con calma—. Si, Niahrin, creo que tienes razon. Tarde mucho tiempo en aprender esa leccion, en aprender que yo era verdaderamente libre; y que mis demonios los habia creado yo misma y que debia enfrentarme a ellos y derrotarlos a mi manera. Pero ahora empiezo a comprender.

—De los muchos regalos de la Madre Tierra a nosotros, creo que la comprension es el mayor de todos — repuso Niahrin, devolviendole la sonrisa.

Los cinco la acompanaron hasta el patio, donde estaban dispuestas todas sus pertenencias. El caballo de pelaje gris oscuro —regalo personal de Brythere a ella— estaba ensillado y aguardaba, olfateando el fresco y perfumado viento y ansioso por ponerse en marcha. Colgados junto con las alforjas sobre su lomo habia dos estupendos cuchillos de caza del arsenal de Ryen, y una pequena arpa de regazo cubierta de bellisimas incrustaciones, escogida por Jes y bien guardada en una bolsa acolchada que Moragh en persona habia bordado con el sello real de las Islas Meridionales. Pero faltaba Grimya.

—Ha ido, creo —explico Niahrin con suavidad—, a despedirse de Vinar.

El rostro de Indigo se nublo y la muchacha miro al otro lado del patio. La ventana de Vinar resultaba claramente visible, pero no se veia ninguna figura alli de pie, y las cortinas estaban corridas sobre el cristal.

—No..., no puedo ofrecerle ningun consuelo. —Indigo hablaba en voz muy baja—. Pero Grimya dira las cosas que..., que yo quiero que sepa. Es un buen hombre. Fue muy bueno conmigo.

Al cabo de unos instantes, la loba salio de la ciudadela. Se acerco a ellos con la cola y las orejas gachas; pero, no obstante su triste porte, Niahrin, al menos, vio la expresion de sus ojos y percibio la felicidad que el animal intentaba ocultar para no ofenderlos. Al acercarse a Indigo su paso se apresuro; de pronto vacilo, y se volvio hacia Niahrin.

Grimya..., querida mia, querida mia... —Niahrin no consiguio encontrar otras palabras mientras se arrodillaba y abrazaba a la loba por ultima vez. Una lagrima fue a caer sobre el pelaje de Grimya y la bruja aspiro precipitadamente y se seco de inmediato los ojos con la manga —. ?Oh!, mirame... ?que tonta soy llorando a mi edad!

Grimya le lamio las lagrimas.

—No te olvi... vidare, Niahrin. Jamas te olvidare.

—Ni yo tampoco, carino..., ni yo. —Temiendo estar a punto de realizar toda una escena, Niahrin la solto y empezo a levantarse. Pero todavia escucho el ultimo susurro de Grimya, que era solo para sus oidos.

—Cuida del pobre Vinar.

Ryen beso a Indigo, y luego, ante la sorpresa de todos, Brythere se adelanto de

improviso y abrazo a la muchacha con efusividad.

—?Gracias! —dijo la joven reina con fervor. Indigo la miro con perplejidad, y ella anadio—: Hiciste desaparecer las pesadillas, Indigo. Ya no hay nada que temer en Carn Caille.

Moragh escucho lo que decia y, cuando Brythere retrocedio, extendio ambas manos, diciendo:

—Nos has dado nuestra libertad, como ahora tu tienes la tuya. Que la Madre Tierra te bendiga, querida, como lo hago yo. ?Buena suerte!

El caballo gris pateo el suelo nervioso; las puertas estaban abiertas y la larga y nebulosa extension de hierba se perdia a lo lejos ante su avida mirada, con toda la promesa del verano. Indigo monto y tomo las riendas.

—Creo que me he despedido muchas veces —dijo con un nudo en la voz—. Pero esta... —Por ultima vez paseo la mirada por las familiares piedras de su antiguo hogar pero ya no era su hogar. El mundo entero era su hogar, suyo y de Grimya. Carn Caille pertenecia a otros, y asi era como debia ser.

Indigo escucho como las puertas se cerraban, pero se encontraban ya tan lejos que el sonido resulto apenas audible por encima de toda aquella extension de hierba. Ellos la habian seguido con la mirada, lo sabia, hasta que el caballo quedo casi fuera de la vista, y por tres veces habia vuelto la cabeza y saludado con la mano al pequeno grupo de figuras que se perdia en la distancia. Ahora la vieja ciudadela quedaba atras, y, con este lejano ruido, se cortaba el ultimo lazo, se partia el ultimo vinculo.

Hacia el oeste se extendia el enorme bosque; al este todo eran tierras de labrantio y pastos. A su espalda, Carn Caille no era mayor que el juguete de un nino, silencioso tranquilo en los bordes de la tundra, mientras que al frente la carretera se extendia y perdia en el horizonte. Un impulso de mirar atras por ultima vez se apodero de Indigo, pero no volvio la cabeza. Atras quedaban los viejo tiempos, y la oscuridad, y Fenran. Ellos lo honrarian, le habian dicho. Lo harian por ella... y por el; le otorgarian los ritos debidos a cualquier hombre, y lo enterrarian para que descansara con dignidad. Y a lo mejor, un dia, la herida cicatrizaria y ella olvidaria...

«Estas pensando en el, Indigo. No sientas verguenza por ello.»

La dulce voz telepatica de Grimya penetro suavemente en su cerebro, y la muchacha se dio cuenta de que volvia a llorar. Sonrio a la loba por entre las lagrimas.

«Si, pensaba en el. Lo amaba, Grimya. Lo amo aun.»

«Lo se. ?Comopodrias no amarlo?»

Grimya tenia la mirada levantada hacia ella, y sus ambarinos ojos estaban llenos de comprension. De improviso Indigo tiro de las riendas para obligar al caballo a detenerse. Salto de la silla y se agacho junto a la loba, con los brazos extendidos. Grimya corrio hacia ella, y su calido cuerpo de grueso pelaje se apreto con fuerza contra el rostro y el cuerpo de la muchacha como un balsamo curativo.

«Tardara mucho tiempo en desaparecer el dolor. Pero todo ese tiempo estaremos juntas. Tu y yo. Lo se, Indigo. Lo se.»

Indigo tambien lo sabia. Que poder era el que les habia otorgado aquel don especial, no podia decirlo y quiza jamas podria comprenderlo del todo. Tal vez, como habia insinuado Niahrin, era el autentico don de la vida; a lo mejor, incluso, la inmortalidad que durante tanto tiempo habia considerado una maldicion lanzada sobre ella por la Madre Tierra. Pero no era una maldicion, y, si la Madre Tierra habia actuado en esto, lo habia hecho utilizando como medio su propia voluntad inquebrantable. Esta era su vida, su libertad. Suya, para hacer con ella lo que eligiera.

—No se que sera de nosotras, Grimya —dijo—. Puede que vivamos para siempre. ?Quien sabe? Pero lo que sea que nos ocurra....

—?Estaremos... juntas! —La loba parpadeo y, con un gesto tan candido y sincero como los primeros forcejeos carinosos de un cachorro recien nacido, lamio el rostro y cabellos de Indigo con su larga lengua roja—. Te quiero, Indigo —declaro—. ?Y soy tu aaaamiga

A lo lejos se escucho un sonido. Parecia provenir del verde mar del bosque occidental, y el viento estival le proporcionaba un timbre brillante y tremulo que emociono a Indigo. En la distancia, desde su hogar entre los arboles, los lobos del bosque cantaban.

Grimya se giro para oir.

—?Cantan para nosotras! —exclamo, y su voz estaba llena de asombro. Entonces, tambien ella levanto la cabeza, y lanzo su aullido de respuesta, enviando un mensaje de gratitud y homenaje al rey lobo y a su jauria.

Los sonidos se apagaron poco a poco. En algun lugar, por encima de ellas, el trino de una alondra emergio de entre los ecos finales, ascendiendo y descendiendo, ascendiendo y descendiendo. Grimya parpadeo, y se paso la lengua por el hocico.

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