—Me parece que no quiero verla. —Vinar bajo los ojos hacia sus propias manos entrelazadas; luego volvio a levantarlos y, con un esfuerzo, dedico a Niahrin una tenue sonrisa—. Es mejor que no lo haga, ?verdad? Mejor para todos.

La luz del sol que penetraba oblicuamente por la ventana creaba un halo a sus dorados cabellos, pero no conseguia iluminar la expresion de su mirada. Volvio a dedicarse a contemplar la chimenea de la habitacion, y Niahrin percibio que lo que el scorvio veia mentalmente estaba tan vacio como la recien barrida parrilla.

—Lo comprendo —dijo con dulzura—. Pero yo debo despedirme de la gente. ?Me esperaras aqui?

—Si. Si, esperare. —Ella fue hacia la puerta, y el anadio de repente—: Dile que... — Vacilo—. No. No importa. Tanto si lo sabe como si no, ahora ya no importa.

La expresion de la bruja estaba llena de compasion.

—?No hay entonces ningun mensaje que quieres que le transmita?

Se produjo una larga pausa; al fin el volvio a sonreir.

—Solo dile: Vinar te desea buena suerte.

Mientras se dirigia a los aposentos de la reina viuda, donde todos iban a reunirse por ultima vez, Niahrin se puso a meditar, como tan a menudo habia hecho en los ultimos dos dias, en el numero de vidas que jamas volverian a ser las mismas, que jamas podrian ser las mismas, como resultado del regreso de Indigo a Carn Caille: el rey Ryen y su familia, Jes Ragnarson, ella misma, Vinar, Grimya... Y, por encima de todo, la persona cuyos actos los habian conducido a todos a esta hora de despedidas y a este dia de un nuevo comienzo.

Que el ataque de los demonios habia tenido lugar era algo que la bruja no dudaba ni por un segundo. Recordaba, igual que todos los demas, la hirviente oscuridad, los estruendosos alaridos, el ruido y la sangre y el tumulto de la batalla contra las legiones diabolicas que cayeron sobre sus murallas con ensordecedores chillidos. Pero ahora era como si aquel horror se hubiera vivido en un sueno, y no en el plano fisico. Como y cuando habia ocurrido el cambio jamas lo sabria, pero en un momento dado estaba luchando por su vida, y al siguiente se produjo una explosion —no podia darle un nombre mejor— de luz y ruido, y se vio levantada por los aires y arrojada a lo alto, muy alto, dando volteretas como una muneca en medio de una marea ascendente, sin ver nada, sin oir nada y totalmente impotente. Luego sintio que caia en picado; habia intentado gritar pero no habia aire en sus pulmones, y, cuando creia que iba a estrellarse contra el suelo y hacerse pedazos, se oyo un estruendo mas potente que cualquiera de los anteriores, como si toda la Tierra hubiera aspirado con fuerza. La cegadora luz desaparecio de su alrededor en forma de torbellino como si la hubieran absorbido, y Niahrin se encontro tendida cuan larga era sobre las losas del patio en medio de una asfixiante nube de polvo mientras el pasado quedaba barrido, el tiempo regresaba con brusquedad al presente y los ecos de una titanica conmocion se desvanecian en la distancia.

Durante lo que le parecio una hora pero que en realidad no fueron mas que unos segundos, permanecio alli tumbada, sin atreverse a hacer un movimiento. Todo a su

alrededor era oscuridad y silencio. Entonces cerca de ella algo resbalo por el suelo...

Se incorporo violentamente, estremecida de terror. Pero no habia demonios ni batalla. El ruido que habia escuchado era el del roce de un pie sobre la piedra. A dos pasos de ella, un hombre con la insignia de sargento giraba en redondo muy despacio, boquiabierto y con los ojos a punto de saltar de las orbitas mientras miraba perplejo a su alrededor. En la mano colgaba flojamente una espada desenvainada, con la hoja brillante y limpia. Y, a la fria luz de la luna que se derramaba sobre ellos desde un cielo nocturno totalmente despejado, Niahrin descubrio que el patio estaba lleno de una multitud de personas aturdidas y silenciosas. Empunaban espadas, arcos, garrotes, utensilios de cocina... Cada hombre o mujer sujetaba un arma de alguna clase, pero no habia ningun enemigo a la vista. No habia demonios. No habia farfullantes espiritus malignos. Nada contra lo que luchar. Era como si toda la poblacion de Carn Caille hubiera padecido una unica pesadilla comun, y en sus suenos hubieran respondido a su llamada y salido a la carrera para enfrentarse con un enemigo que no existia.

Entonces, rompiendo el estupefacto silencio, un voz surgio de entre la semioscuridad.

—Regresad a vuestras camas. —Era la voz del rey Ryen, tranquila, sobria, autoritaria—. No puedo explicar lo que nos ha sucedido a todos, porque todavia no lo comprendo del todo. Pero Carn Caille no esta en peligro. Esto ha sido una pesadilla, unicamente una pesadilla, y nadie ha sufrido dano. Regresad. Id en paz.

Ellos aceptaron la orden con la gratitud de ninos pequenos que se vuelven a sus mayores en busca de guia y ejemplo, y la pequena marea de humanidad empezo a fluir despacio en direccion a la puerta principal. Varios rostros pasaron lentamente ante Niahrin, algunos perplejos, otros sencillamente sin expresion; la multitud se fue reduciendo hasta que el patio quedo casi vacio. Niahrin escucho el tintineo del atavio de un soldado y vio a un pequeno destacamento de hombres armados que hablaba con Ryen. Luego, tambien los soldados se marcharon del patio aunque no sin cierta renuencia; y por fin solo quedo un pequeno grupo en el.

Estaban todos alli: Ryen y Brythere, Moragh, Jes; incluso Vinar, aunque se mantenia aparte de los otros. Tenia los ojos firmemente cerrados y se habia cubierto el rostro con las manos. Niahrin se puso en pie con dificultad y se dirigio hacia ellos. Por el rabillo del ojo vio a alguien mas...

Indigo y Grimya se acercaban procedentes del otro extremo del patio. Los cabellos de Indigo colgaban en sudorosos y enmaranados mechones sobre su rostro; bajo su sombra, Niahrin no podia ver la expresion de la muchacha, pero tenia la cabeza inclinada al frente y arrastraba los pies sobre las losas como si fuera victima de un cansancio indecible. Grimya se apretaba contra ella, los ojos levantados para mirarla, y el amor y la compasion de los ambarinos ojos de la loba hicieron que Niahrin sintiera un nudo en la garganta. Las dos se detuvieron a cinco pasos del pequeno grupo, e Indigo levanto la cabeza. No hablo.

Se limito a mirarlos, uno por uno, y las lagrimas que le corrian por las mejillas fueron a caer sobre su mano derecha; la mano que sostenia una ballesta. Su mirada descanso durante mas rato en Vinar que en el resto, pero el scorvio no hizo el menor movimiento, aunque su boca se movia en silencio como si, tambien el, estuviera a punto de llorar.

Luego Indigo dio media vuelta y, con Grimya todavia pegada a ella, se encamino al interior de la ciudadela.

Encontraron a Fenran no muy lejos de la puerta. Estaba caido donde la luz de la luna no podia alcanzarlo, y en un principio parecio como si su cadaver no fuera mas que una sombra entre las sombras. Pero el cuerpo flaccido y sin vida era muy real. Y cuando Ryen y Jes le dieron la vuelta descubrieron la saeta que le habia atravesado el corazon.

Niahrin bajo la mirada hacia los enredados cabellos blancos, el rostro arrugado y viejo, las familiares facciones, retorcidas con la locura que le habia corroido el cerebro como un cancer durante tantos anos. —Pobre Fenran —murmuro—. Pobre Perd... Moragh, que tambien habia estado contemplando el cuerpo, la miro fijamente.

—Eres un alma bondadosa, Niahrin. Hay muy pocos, diria yo, que sientan lastima por el ahora.

Niahrin volvio los ojos hacia la reina viuda con expresion entristecida.

—No puedo condenarlo por un error, alteza, no importa lo grande que fuera ese error. El unico crimen de Fenran fue no tener el valor necesario para buscar su propio destino y en su lugar intentar vivir su propia vida a traves de otros.

Moragh sonrio, pero era una sonrisa dura.

—El estilo de los cobardes.

—Puede. Pero, cuando pienso en la historia de Indigo, me pregunto si yo, enfrentada con la eleccion entre el camino de un cobarde y lo que ella ha tenido que pasar, habria sido mas valiente que Fenran.

Asi pues, ahora todo habia terminado por fin. Y hoy, en esta hora, Indigo abandonaba Carn Caille.

Le habian dicho que debia quedarse. Ryen, Moragh, incluso Brythere. Ella era la legitima reina, dijeron, la hija de Kalig, portadora de su linaje, y si deseaba reclamar su trono ellos no serian un obstaculo. Pero Indigo habia visto el miedo en sus ojos mientras hacian su oferta; miedo de ella, de lo que ella era, de aquello en lo que se podria convertir. Ella no les deseaba ningun mal; ?como podria? Ellos no le habian causado ningun mal. Y ya los habian perseguido durante demasiado tiempo los fantasmas que ella habia invocado.

Ahora, mientras se encontraban por ultima vez en los aposentos de Moragh, volvio a rechazar su oferta de forma definitiva.

—No me quedare —dijo con una dulce sonrisa—. Renuncie a mis derechos aqui hace cincuenta anos. No seria justo que los resucitara... y tampoco tengo el menor deseo de hacerlo.

Ryen clavo los ojos en sus propios pies, y fue Moragh quien finalmente hizo la pregunta que estaba en las

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