La puerta no esta cerrada con llave. Apenas puedo creer en mi suerte. Asi hace ella gala de su confianza, de su insolencia al creer que nadie puede oponersele. Desecho el grueso destornillador con el que me proponia hacer palanca para forzar la puerta y levanto con las dos manos el grueso madero, que no es otra cosa, pere, que parte del dintel que se desprendio durante la guerra. La puerta se abre con sigilo. De la parte superior del vano de la puerta cuelga y se balancea otra de sus bolsitas rojas, tiro de ella y, tras arrancarla, la arrojo despreciativamente al suelo. Durante un breve instante me siento desorientado. Desde los tiempos en que era una panaderia el establecimiento ha cambiado y, en cualquier caso, estoy menos familiarizado con la parte trasera de la casa. En las superficies embaldosadas brilla un levisimo reflejo de luz y me alegra haberme acordado de proveerme de una linterna. La enciendo y por un momento me ciega la blancura de las superficies esmaltadas, las repisas, las pilas y hornos viejos, todo centellea con un brillo lunar bajo el delgado haz de luz de la linterna. No se ven bombones en parte alguna. No podia ser de otro modo. Aqui se confeccionan. No se muy bien por que me sorprende tanto verlo todo tan limpio. Imaginaba que esa arpia tendria un monton de pucheros sucios y la pila llena de cacharros, y que habria largos cabellos enredados en la masa de hacer pasteles. En cambio, todo esta escrupulosamente limpio, en las repisas se alinean los peroles por orden de tamano, el cobre con el cobre, el esmalte con el esmalte, cuencos de porcelana al alcance de la mano ademas de utensilios -cucharas, cazos- colgados de las paredes encaladas. En la vieja mesa mellada hay varios recipientes de piedra para preparar el pan. En el centro, un jarron con dalias amarillas despeinadas proyecta una masa de sombras. Por alguna razon, las flores me atacan los nervios. ?Como se permite tener flores sabiendo que Armande Voizin esta muerta? El cerdo que llevo dentro vuelca las flores sobre la mesa con risa sarcastica. Le dejo hacer. Necesito su ferocidad para llevar a cabo la tarea que tengo entre manos.
5.20 horas
Los bombones deben de estar en la tienda. Atravieso sigilosamente la cocina y abro la gruesa puerta de pino que da acceso a la parte delantera del edificio. A mi izquierda, una escalera conduce a la vivienda. A mi derecha, el mostrador, los estantes, los expositores, las cajas… El olor a chocolate, aunque esperado, me turba. La oscuridad parece hacerlo mas intenso, si bien por un instante el olor es la propia oscuridad, que se disemina a mi alrededor como un precioso polvo oscuro que me sofoca los pensamientos. La luz de la linterna arranca haces de fulgores del papel metalico, de las cintas, de los centelleantes pelotones de celofan. Estoy en la cueva del tesoro. Siento un estremecimiento que me recorre el cuerpo. Pensar que estoy aqui, en la casa de la bruja, pensar que nadie me ve, que soy un intruso. Tocar sus cosas en secreto mientras ella duerme… Siento una compulsion al ver el escaparate, querria arrancar esa pantalla de papel que lo cela y ser asi el primero. Un deseo absurdo, puesto que a lo unico que aspiro es a destruirlo todo. Pero no puedo negarme a la compulsion. Camino sin que mis pisadas levanten ningun ruido, puesto que llevo zapatos con suela de goma, y sostengo en la mano el pesado artefacto de madera. Tengo tiempo sobrado. Tiempo suficiente para saciar mi curiosidad, si lo deseo. Por otra parte, este momento es demasiado precioso para dilapidarlo. Quiero saborearlo.
5.30 horas
Procurando no hacer ruido, levanto el papel que cubre el escaparate. Al retirarlo produce un leve ruido y no lo toco mas, mientras me esfuerzo por captar cualquier indicio de movimiento del piso de arriba. No oigo ninguno. La luz de la linterna ilumina el escaparate y por un momento llego casi a olvidar que he venido a hacer. Me quedo asombrado al contemplar esa profusion de exquisiteces, frutas glace, flores de mazapan y montanas de bombones de todas las formas y tamanos posibles, ademas de conejos, patos, gallinas, polluelos, corderitos, muchos animales que me miran con sus ojillos de chocolate con expresion entre tristona y feliz, como esos ejercitos de soldados del Japon antiguo, esculpidos en barro cocido, y por encima de todo descuella una estatua de mujer, cuyos brazos morenos y graciles sostienen una gavilla de trigo tambien de chocolate, el viento agita sus cabellos. Todo esta realizado fielmente hasta los mas minimos detalles, los cabellos son de una tonalidad de chocolate mas oscura, los ojos pintados de blanco. El olor a chocolate es agobiante, su aroma rico y sensual se introduce por la garganta y deja en ella un rastro dulce y exquisito. La mujer de la gavilla de trigo sonrie apenas, como si celara algun misterio.
«Pruebame. Saboreame. Catame.»
Es una salmodia que suena con mas fuerza que nunca, estoy en el cogollo mismo de la tentacion. Podria tender una mano en cualquier direccion y coger uno de esos frutos prohibidos, paladear el secreto de su carne. Es una idea que me taladra por mil sitios distintos.
«Pruebame. Saboreame. Catame.»
Nadie se daria cuenta.
«Pruebame. Saboreame. Catame.»
?Por que no?
5.40 horas
Cogere lo primero que caiga en mis manos. No debo extraviarme en devaneos. Solo va a ser un bombon… no sera un robo precisamente, sino una operacion de salvamento, de entre todos sus hermanos sera el unico que sobrevivira al naufragio. La mano vacila aun en contra de si misma, titubeante libelula que planea sobre un monton de golosinas. Estan en bandejas de plexiglas protegidas con una tapadera, sobre cada pieza figura su nombre en cuidada letra cursiva. los nombres son fascinantes: roscos de naranja amarga, bollos de mazapan de albaricoque, cerezas rusas, trufas blancas al ron, manon blanco, pezones de Venus. Siento que me ruborizo debajo de la mascara. ?Como es posible que una persona compre una cosa que lleva ese nombre? Hay que reconocer, sin embargo, que tienen un aspecto maravilloso, tan blancos a la luz de la linterna, rematados con un topo de chocolate mas oscuro. Cojo uno de lo alto de la bandeja. Me lo acerco a la nariz y lo retengo un momento: huele a crema y a vainilla. No va a saberlo nadie. Me hago la reflexion de que no he comido chocolate desde que era nino, tanto tiempo que ni la memoria lo alcanza, y aun entonces se trataba de un tipo barato de chocolat a croquer, con un quince por ciento de materias solidas de cacao -un veinte por ciento en el caso del chocolate negro- que dejaban en la boca un regusto de grasa y azucar. En una o dos ocasiones habia comprado chocolate en el supermercado, pero se trataba de un lujo que raras veces podia permitirme. Pero esto no tiene nada que ver, esa efimera resistencia del caparazon de chocolate al tocar los labios y el encuentro de la suave trufa del interior… Son diferentes capas de gustos, el aroma del vino bueno, un ligero amargor, la riqueza del cafe molido, ese sabor a vida que me colma el olfato al revelarse con el calor, ese sucubo del paladar que me arranca un gemido.
5.45 horas
Despues de aquel, pruebo otro porque me digo que no se notara. Vuelvo a titubear ante los nombres: crema de grosella, manojito de tres nueces. Elijo una pepita oscura de una bandeja rotulada con el nombre de «Viaje de Pascua». Es jengibre cristalizado y recubierto de un caparazon duro de azucar que, al romperse, te llena la boca de licor que es como una concentracion de especias, un halito impregnado de aromas en que la madera de sandalo, el cinamomo y la lima contienden con el cedro y el tabasco pugnando por imponerse… Cojo otro de una bandeja que dice «Melocoton con miel de mil flores». Una tajada de melocoton empapada de miel y aguardiente, una pizca de melocoton cristalizado sobre la envoltura de chocolate. Miro el reloj. Todavia queda tiempo.
Se que tengo que empezar a cumplir la mision que me ha llevado hasta aqui. Todo lo expuesto en la tienda, por mucho que me turbe, no basta para cubrir los centenares de pedidos que ha recibido. Tiene que haber otro lugar donde guarde las cajas para regalo, donde lo almacene todo, donde tenga el grueso del negocio. Aqui solo hay las cosas que tiene expuestas. Cojo una amandine y me la meto en la boca para ayudarme a pensar. Despues viene el fondant de caramelo. A continuacion un Manon blanc, esponjado y con su crema fresca y sus almendras. Que poco tiempo me queda y cuantas cosas todavia por probar… Seguramente no tardare ni cinco minutos en hacer lo mio, bastante menos. Siempre que sepa donde tengo que buscar, claro. Voy a tomar otro bombon antes de ponerme a buscar, aunque solo sea para que me de suerte. Uno mas y basta.
5.55 horas
Como en uno de mis suenos, me revuelco en chocolate. Me imagino en un campo de bombones, en una playa de bombones, bronceandome-echando raices-atiborrandome de comida. Ya no me doy tiempo a leer las etiquetas, me atraco de chocolates al azar. El cerdo se olvida de su inteligencia frente a tanto deleite, vuelve a convertirse en cerdo y, aunque algo en mi me grita que pare de una vez, no lo puedo remediar. Asi que empiezo, no puedo