terminar. Es algo que no tiene nada que ver con el hambre, una compulsion de tragar, tengo la boca a rebosar, las manos llenas. Durante un instante terrible me imagino que se me aparece Armande, que me maldice quiza con su debilidad peculiar, la muerte a causa del pecado de glotoneria. Oigo los ruidos que emito mientras como, penetrantes exclamaciones de extasis y desesperacion, como si el cerdo que llevo dentro hubiese acabado por encontrar voz.
6.00 horas
«?Ya ha subido!» La voz de las campanas me arranca de ese hechizo que me posee. Me veo sentado en el suelo con todos los bombones desparramados a mi alrededor como si, en efecto, tal como vi en mi imaginacion, me hubiera revolcado en ellos. El garrote ha quedado olvidado a mi lado. Me he quitado la molesta mascara. El escaparate, liberado de su envoltorio, muestra su desnudez bajo los primeros rayos de la manana.
«?Ya ha subido!» Embriagado, hago esfuerzos para ponerme de pie. Dentro de cinco minutos comenzaran a llegar los primeros feligreses para asistir a la misa. Seguro que ya me echan en falta. Con las manos embadurnadas de chocolate, cojo el garrote. He caido de pronto en la cuenta del lugar donde tiene guardadas sus provisiones de chocolate. Estan en la vieja bodega, un lugar fresco y seco donde en otro tiempo se amontonaban los sacos de harina. Se como se accede a la bodega. Lo se.
«?Ya ha subido!»
Me vuelvo y cojo el garrote, el tiempo se agota de forma desesperante, el tiempo…
Sin embargo, ella me espera, me esta acechando desde el otro lado de la cortina de abalorios. No tengo forma de saber cuanto rato lleva espiandome. Sus labios dibujan una leve sonrisa. Con gran suavidad me quita el garrote de la mano. Sostiene entre los dedos algo que parece un trozo de cartulina chamuscada. Podria ser una carta.
… Asi me han encontrado, pere, agazapado junto a los destrozos del escaparate, la cara embadurnada de chocolate, ojeroso. No se de donde han salido tantas personas que acuden en su ayuda. Duplessis con la trailla del perro en una mano parece montar guardia en la puerta. La Rocher esta junto a la puerta trasera de la casa con el garrote retorcido debajo del brazo. Arnauld viene del otro lado de la calle, se ha levantado temprano para cocer el pan y llama a los curiosos para que vean lo que ha pasado. Los Clairmont, como carpas fuera del agua, me observan con ojos desorbitados. Narcisse agita el puno. ?Y las risas! ?Oh, Dios! ?Como se rien! Y entretanto las campanas no han parado de tocar porque, en el otro lado de la plaza de Saint-Jerome, «ya ha subido a los cielos».
?Ya ha subido!
39
31 de marzo
Lunes de Pascua
Asi que las campanas han parado de tocar he dicho a Reynaud que se fuera. Pero no ha dicho misa. En lugar de dirigirse a la iglesia se ha encaminado a Les Marauds sin pronunciar palabra. Casi nadie lo ha echado de menos. La fiesta empezo temprano. Lo primero que hemos hecho ha sido servir chocolate y pasteles en la calle, delante de La Praline, mientras yo me apresuraba a poner un poco de orden en todo aquel desbarajuste. Por fortuna los quebrantos no han sido tantos: solo centenares de bombones desparramados por el suelo, pero las cajas de regalo estaban incolumes. Despues de algunos toques, el escaparate ha vuelto a quedar como si no hubiera ocurrido nada.
Teniamos todas las esperanzas puestas en el festival. Tenderetes con objetos de artesania, fanfarrias, la banda de Narcisse -nos ha dado la sorpresa de tocar el saxofon como un virtuoso-, malabaristas, tragafuegos. Ha vuelto la gente del rio -solo para la fiesta- y las calles se han llenado de vida con sus ropas de colores llamativos. Algunos han instalado tambien sus puestos, ensartan abalorios en los cabellos, venden mermelada y miel, hacen tatuajes con henna o dicen la buenaventura. Roux vende munecas que ha tallado el mismo con trozos de madera encontrados en el agua. Los unicos que faltan son los Clairmont, pese a que mentalmente no dejo un momento de ver a Armande, como si me fuera imposible imaginarla ausente de una fiesta como esta: es una mujer que lleva un panuelo rojo, la curva redonda de la encorvada espalda cubierta por una bata gris sin mangas, un gorro de paja alegremente decorado con cerezas, se mueve entre la multitud. Parece estar en todas partes. Es extrano, pero no siento pena, sino la seguridad cada vez mayor de que aparecera en el momento mas impensado, que levantara entonces las tapaderas de las cajas para ver lo que hay dentro, se lamera los dedos con glotoneria o jaleara el alboroto con entusiasmo, se sumara a la alegria y al jolgorio de la fiesta. En determinado momento hasta me parece oir su voz -?huyyyyy!- justo a mi lado al tender la mano para alcanzar un paquete de pasas de chocolate pero, cuando la busco, no veo mas que aire. Mi madre lo habria entendido.
He podido servir todos los pedidos y a las cuatro y cuarto vendi la ultima caja de regalo. La ganadora de la busqueda del huevo de Pascua fue Lucie Prudhomme, pero todos los participantes han salido con sus cornets- surprise, ademas de trompetas de juguete, panderetas y banderines. Hubo un solo char, con flores de verdad, que hacia publicidad del vivero de plantas de Narcisse. Algunos de los mas jovenes osaron iniciar una danza bajo la severa mirada de Saint-Jerome; el sol ha brillado todo el dia.
Ahora, sin embargo, sentada con Anouk en medio de la tranquilidad que reina en estos momentos en nuestra casa, con un libro de cuentos en una mano, siento una gran inquietud. Me digo que no es mas que la resaca que sigue de manera inevitable a cualquier acontecimiento largamente esperado. Sera fatiga, angustia quiza, la intromision de Reynaud en el ultimo momento, el calor del sol, la gente… y tambien el dolor que me produce la muerte de Armande, que emerge ahora cuando ya se extinguen los ultimos sonidos que han acompanado la alegria, una tristeza tenida por muchos sentimientos conflictivos, la soledad, la desposesion, la incredulidad y un sentimiento tranquilo que es fruto de la conviccion de haber obrado bien… ?Mi querida Armande! ?Como te habria gustado estar aqui! Pero tambien ella tuvo sus fuegos artificiales, ?o no? A ultima hora de la tarde vino Guillaume, mucho despues de que hubieramos retirado los ultimos restos del festival. Anouk ya se estaba preparando para ir a la cama, los ojos llenos todavia de las luces de carnaval.
– ?Puedo entrar?
El perro ha aprendido a sentarse cuando se le ordena y espera con aire solemne junto a la puerta. Guillaume tiene algo en una mano, un sobre.
– Armande me encargo que le diera esta carta… ya sabe, despues de…
Cojo la carta. Dentro del sobre hay algo pequeno y duro que resuena.
– Gracias -le digo.
– No me quedo -me mira un momento y hace un gesto con la mano, un gesto un tanto ampuloso pero extranamente conmovedor.
Despues me estrecha la mano con firmeza y gesto sereno. Siento que me pican los ojos y veo algo brillante que ha caido, suyo o mio, no se muy bien de quien.
– Buenas noches, Vianne.
– Buenas noches, Guillaume.
Dentro del sobre hay una hoja de papel. La saco y algo rueda sobre la mesa… creo que son monedas. La caligrafia es grande y trazada con esfuerzo.
Querida Vianne:
Gracias por todo. Se como se debe de sentir. Hable, si quiere, con Guillaume… el lo entiende mejor que nadie. Siento no haber podido asistir a su fiesta, pero me la he imaginado tantas veces que en realidad importa poco que haya estado o no. De un beso a Anouk de mi parte y tambien una de las dos cosas que encontrara aqui dentro… la otra es para el que vendra. Usted ya me entiende.
Ahora estoy cansada, huelo el cambio que viene con el viento. Creo que dormir me hara bien. Y quien sabe, a lo mejor volvemos a encontrarnos algun dia.