– ?Cual es tu segunda peticion?
– Esta noche me has dado placer. Si recuerdas tus lecturas de la
Genevieve se llevo las manos al vientre y el suspiro.
– Dudo que te resulte una tarea dificil.
– Quizas no, pero ?me lo permitiras?
– Mi querida Genevieve, tienes mi permiso para tomarte todas las libertades que desees con mi cuerpo. Jamas me atreveria a contradecir los deseos de la mujer moderna -ironizo-. Especialmente, cuando se parece tanto a mi.
– ?Cualquier tipo de libertades?
– Por supuesto.
– Excelente. En tal caso, quedate quieto y disfruta.
– Disfrutar tampoco va a suponer ningun problema, pero en cuanto a lo de estarme quieto… no se si podre. Sera un desafio.
– ?No decias que sientes debilidad por los desafios?
– Y es verdad. Pero hay desafios y desafios. Por mucho que…
Simon dejo de hablar cuando Genevieve empezo a acariciarle el costado.
– ?Que decias?
– Que…
El se estremecio.
– ?Si?
– No tengo ni idea. ?Que me has preguntado?
Genevieve le acaricio la piel por encima del cinturon.
– Te distraes con facilidad, Simon…
– No, en absoluto. Bueno, no en circunstancias normales…
– Ya lo veo -bromeo.
Genevieve metio los dedos por debajo del pantalon y le acaricio.
– El problema es que me tu me distraes mucho…
– Que decepcion. No imaginaba que fueras capaz de culpar a los demas de tus carencias -declaro ella, coqueta.
– Acepto mi responsabilidad, no lo dudes. Pero no es culpa mia que te las arregles tan increiblemente bien para…
Simon se estremecio de nuevo cuando ella le acaricio los pezones.
– ?Para que?
– Para distraerme.
Genevieve rio con suavidad y saco las manos de debajo de la camisa. A Simon no le hizo ninguna gracia, pero al menos permitio que recobrara parte de su concentracion.
– Levanta los brazos -le ordeno.
– Esta visto que la mujer moderna es una mandona…
– Por supuesto que si. Pero los que obedecen, se llevan su recompensa.
– ?Y los que no?
Ella le mordio el lobulo de la oreja.
– Los que no, se enfrentan a consecuencias desagradables.
– Si intentabas amenazarme con eso, no ha funcionado. Lo has dicho de un modo tan seductor que ha sido muy excitante.
– Me alegro. Quiero que te excites.
– Ya lo estoy, creeme.
Genevieve froto la pelvis contra su ereccion.
– Si, ya lo veo…
– Me temo que es culpa tuya. Sufro de ereccion casi permanente desde que te conoci. Se esta convirtiendo en todo un problema.
– Es interesante que, donde tu ves un problema, yo vea una… oportunidad. No te preocupes, Simon. Estoy mas que dispuesta a aliviarte.
– Es la mejor noticia que he oido en toda mi vida.
– Levanta los brazos… -repitio.
Simon obedecio. Con cierta ayuda, Genevieve consiguio quitarle la camisa por encima de la cabeza y empezo a acariciarle el pecho.
– Ahora, pon las manos a la espalda.
Simon volvio a obedecer. Unos segundos mas tarde, noto el contacto de unas tiras suaves en las munecas. Fue tan inesperado que solto un gemido.
– ?Me estas atando?
– Has dicho que puedo tomarme todas las libertades que quiera, Simon. Me ha parecido que, dado que mencionaste esa parte en particular de la
– De ningun modo.
– Bien.
Genevieve termino de atarlo y dio un tiron a las cintas para comprobar que estaban bien atadas, pero no excesivamente tensas. Sin embargo, Simon tenia experiencia con cuerdas y podria haberse soltado. De haber querido.
– Para ser alguien que se pasa la vida delante de una mesa y de unos libros de contabilidad, estas sorprendentemente en forma -comento ella.
Simon abrio la boca para decir algo, pero sus palabras se convirtieron en suspiro cuando ella apreto los labios contra el centro de su pecho y los arrastro hacia uno de sus pezones, que succiono.
– ?A que debo atribuir una forma tan excelente? -pregunto.
– A los caballos -mintio el-. Me gusta montar a caballo.
Ella le lamio.
– Asi que te gusta montar…
– Si. De hecho, era una de mis ocupaciones preferidas hasta que… ah… hasta que he sentido tu lengua en mi piel -le confeso.
– ?Te gusta mi lengua?
– El verbo gustar no lo describe con exactitud suficiente.
– Magnifico, porque a mi me gusta la tuya.
– En tal caso, debes saber que mi lengua estara a tu disposicion en cuanto quieras.
– Bueno es saberlo, aunque tambien obvio.
Simon solto un gemido que se le ahogo en la garganta al notar que le abria los pantalones. Genevieve tiro suavemente de ellos y de su ropa interior, bajandoselos, y Simon se sintio eternamente agradecido cuando le quito las botas y los calcetines para desnudarlo con mas facilidad.
Ahora estaba desnudo, sin otra tela encima que la de las cintas que le ataban las munecas y mas excitado que en toda su vida.
Sus musculos se tensaron por el sentimiento de anticipacion.
– Oh, Dios mio -dijo ella-. Es ciertamente un problema. Uno muy grande.
El primer movimiento de las manos de Genevieve sobre su ereccion basto para borrar cualquier pensamiento de su mente y para hacerlo suspirar de placer. Ella cerro los dedos con suavidad y el apreto los dientes.
– Ni te imaginas lo que siento…
– Al contrario. Gracias al modo en que me has tocado en el manantial, imagino perfectamente lo que sientes.
Genevieve lo masturbo despacio, con calma. La sensacion era tan abrumadora que Simon no pudo evitarlo y se apreto contra ella.