Ella se puso de puntillas y le mordio un labio.

– Se supone que debes permanecer quieto.

Simon quiso prometerle que lo haria, pero sus movimientos volvieron a robarle el habla. Las manos de aquella mujer eran magia pura; conjuraban sensaciones que amenazaban con debilitarlo hasta el extremo de tener que arrodillarse. Pero justo cuando iba a llegar al orgasmo, Genevieve aparto las manos y le acaricio el abdomen.

– Estoy a punto -le confeso.

Genevieve acaricio su sexo.

– Eso no parece una queja…

– Porque no lo es. Es una promesa… de retribucion.

– ?Ojo por ojo, entonces?

– No. Caricia por caricia. Beso por Beso.

– ?Piensas darme tanto placer como recibas?

– En cuanto me desates y me liberes del compromiso de permanecer quieto.

– ?Por que? Estas resultando muy obediente…

Genevieve empezo a masturbarlo otra vez.

– Ah… pero el esfuerzo me esta costando demasiado, creeme. No estoy seguro de que pueda soportarlo mucho mas.

– Veamoslo.

Genevieve se inclino, le beso el torso y descendio poco a poco hasta su entrepierna, acariciandolo en todas partes menos donde el lo deseaba. Cuando se arrodillo ante el, la respiracion de Simon se habia convertido en un jadeo.

Ella le acaricio el glande y comento:

– Estas mojado.

El carraspeo para intentar recobrar la voz.

– Es un milagro que no lo este mas…

En ese momento, Genevieve le dio un largo y lento lameton. Simon apreto los dientes con todas sus fuerzas, pero ella siguio lamiendo su sexo, esta vez con movimientos circulares.

– Me estas volviendo… loco…

– En el buen sentido, espero.

– En un sentido mucho mejor que bueno.

– ?Increible, tal vez?

Simon cerro los ojos e imagino los labios de Genevieve cerrados sobre su ereccion mientras lo lamia y lamia una y otra vez, acompanando los movimientos de su lengua con acometidas, hacia dentro y hacia afuera, de su boca.

– No puedo mas. No puedo…

Con un esfuerzo, logro soltarse las cintas que le inmovilizaban las munecas. Estaba a punto de llegar al climax y queria estar dentro de ella, sentir su cuerpo a su alrededor.

Tras maldecir a la oscuridad que le impedia verla, paso las manos sobre el cuerpo de Genevieve y descubrio que se habia desnudado y que no llevaba nada. Despues, se arrodillo, todavia sorprendido, y la llevo a la cama.

– Todavia no habia terminado contigo -murmuro ella.

– Si hubieras terminado conmigo, no podria hacer lo que pienso hacer. Ahora me toca a mi.

La tumbo en la cama, le separo las piernas y la acaricio. Estaba muy humeda.

– Parece que lo de la humedad es un problema comun -bromeo.

– Desde el momento en que te vi por primera vez -le confeso ella-. Y como mujer moderna, debo insistir en que hagas algo al respecto. De inmediato.

Simon introdujo los dedos en su cuerpo.

– Eres extraordinariamente exigente…

Ella se retorcio contra su mano y gimio.

– Si, lo soy. ?Piensas quejarte?

– De ninguna manera. Por lo que a mi respecta, desnuda, humeda y exigente es la combinacion perfecta. Larga vida a la mujer moderna. Y a la retribucion del placer.

Sin dejar de mover los dedos, Simon se situo frente a ella y lamio su sexo sin descanso, arrancandole gemidos y estremecimientos, decidido a darle tanto placer como ella le habia dado unos segundos antes. Cuando por fin llego al orgasmo, Genevieve se arqueo y grito su nombre.

El se levanto entonces, se tumbo encima y la penetro. Sus humedas paredes se apartaron con la suavidad del terciopelo, pero Simon se detuvo un momento para disfrutar del simple y puro placer de estar asi, en su interior.

– Humeda, suave, caliente… eres maravillosa.

Ella gimio de nuevo y cerro las piernas alrededor de su cintura.

– Mas… -susurro-. Quiero mas…

La impaciente y ronca demanda acabo con la paciencia de Simon y provoco que se empezara a mover. No tardo en acelerar el ritmo y la fuerza de las acometidas. Una y otra vez se hundia en ella y se retiraba, tan concentrado en la tarea que el resto del mundo habia dejado de existir. Y no cejo en el empeno hasta que Genevieve alcanzo otro orgasmo. Solo entonces, se dejo llevar y se permitio su propio alivio.

Se sentia nuevo, como si acabara de nacer. Simon habia conocido el amor con muchas mujeres, pero aquella lo satisfacia mas y con mas plenitud que ninguna.

Al cabo de un par de minutos, cuando se levanto y se tumbo a su lado, ella dijo:

– No te alejes. Quiero sentirte contra mi.

Simon le acaricio la cara y se llevo una sorpresa.

– ?Estas llorando? ?Es que te he hecho dano?

Ella sacudio la cabeza.

– No, no. Es que me siento… abrumada. Nunca habia sentido tanto placer. Incluso llegue a pensar que no volveria a sentirlo de ninguna manera -le confeso-. Gracias, Simon. Gracias. De todo corazon.

– Genevieve, soy yo quien te deberia estar agradecido.

Ella tardo unos segundos en hablar. Cuando lo hizo, sonreia.

– Debo decir que tu concepto de la retribucion del placer da un significado enteramente nuevo a ese viejo dicho de que la venganza es dulce.

– Desde luego. Y me encanta que te guste, porque aun no he terminado con la retribucion.

– Oh, vaya… Sin embargo, has de tener presente que te pagare con la misma moneda.

– Lo tengo muy presente. Aceptare cualquier retribucion que elijas.

– Si no recuerdo mal, tu metodo consistia en un beso por beso, caricia por caricia…

– Si, asi es.

– ?Y lameton por lameton?

– Tambien. Pero aun queda el asunto de las cintas y de las manos atadas.

Ella suspiro con dramatismo fingido.

– ?Y si me niego a ceder a tales exigencias?

– Encontrare la forma de convencerte -respondio el.

– Hum… sospecho que no te costaria. Tengo debilidad por los besos.

El le lamio los labios.

– ?Y por las lenguas?

– Oh, si, claro que si.

– En tal caso, lo asumire como un hombre e intentare no quejarme.

Cuando la beso, Simon supo que la mayor de sus debilidades estaba junto a el. Era una mujer, y se llamaba Genevieve Ralston.

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