Atajo de inmediato ese pensamiento. No era el momento de recordar aquel beso. Un beso paralizador, glorioso y deslumbrante…
Basta. Mas tarde. Pensaria en ello mas tarde. En ese instante estaba molesta con el por las ordenes que habia osado proferirle como si fuera un general y ella un simple soldado de infanteria. Sin embargo, templando su fastidio estaba el profundo arrebato de compasion que le habia llegado a lo mas profundo de su ser cuando habia sido testigo directo del destello de desolacion que habia asomado a los ojos de Nathan. La profundidad del crudo dolor que habia visto en ellos la habia sacudido, abrumandola con la necesidad de estrecharle entre sus brazos y ofrecerle consuelo de aquello que habia sido el motivo de esa mirada. ?Como se explicaba que deseara a la vez abrazarle y pegarle? El hombre agitaba sus emociones como nadie lo habia hecho hasta entonces. Y Victoria estaba plenamente convencida de que la sensacion no le gustaba lo mas minimo.
Al entrar a la casa por las grandes cristaleras que daban a la terraza, un lacayo salio a su encuentro.
– El doctor Nathan le pide, por favor, que se encuentre con el en la biblioteca, mi senora. -Se aclaro la garganta-. Tenia especial interes en que hiciera hincapie en la palabra «por favor».
Victoria no pudo evitar que sus labios esbozaran una sonrisa.
– Gracias.
– Ha dicho que sin duda desearia usted cambiarse antes, y que el mandaria que le sirvieran el almuerzo en su habitacion.
Victoria no logro ocultar su sorpresa ante semejante muestra de consideracion. Por supuesto que estaba decidida a cambiarse de ropa antes de reunirse con el, aunque un almuerzo en privado resultaba perfectamente bienvenido.
– Por favor, digale al doctor Oliver que me reunire con el en cuanto haya comido y este presentable.
– Si, mi senora.
Victoria se dirigio apresuradamente a su habitacion Cuando se miro en el espejo de cuerpo entero, se le escapo un gemido. Dios del cielo, tenia el pelo como un nido de pajaros Aunque el descuidado aspecto de su peinado no la aturdio tanto como su rostro. Un fino velo rosado le tenia las mejilla, y el puente de la nariz, consecuencia de no haberse puesto el sombrero en un dia tan soleado, cosa que sin duda se traduciria en unas cuantas pecas. Sus ojos se le antojaron inmensos y… brillantes. Y los labios…
Se acerco un poco mas al espejo y con gesto vacilante se llevo hasta ellos las yemas de los dedos. Solo habia un modo de describir su boca enrojecida e inflamada: una boca profusamente besada. Sus ojos se cerraron y, en el curso de un palpito, los pensamientos que habia intentado reprimir invadieron su mente. El modo vertiginoso en que el la habia abrazado y la habia acariciado, la estremecedora dureza del cuerpo de Nathan pegandose a ella, la deliciosa sensacion de pasar las manos por aquel fuerte torso y la no menos fuerte espalda. A pesar de todo lo que habia aprendido de la
Irguio la espalda y lanzo una mirada cenuda a su reflejo.
– Ten cuidado con este hombre y no lo subestimes -susurro a la mujer de ojos dilatados que la miraba desde el otro lado. El plan consistia en volverse inolvidable para el… y no al contrario. Si Nathan y ella iban a darse otro beso, Victoria se aseguraria de que fuera bajo sus condiciones.
Una vez tomada esa decision, opto por no llamar a Winifred, sabiendo como sabia que aquella boba de mirada escrutadora notaria al instante su estado agitado y sus labios inflamados por los besos. En vez de eso, simplemente se quito el traje de montar, utilizo la jofaina para refrescarse y procedio a desenmaranarse el pelo. Despues de peinarse los rebeldes rizos en un sencillo recogido griego, se puso su vestido de dia de muselina celeste, su favorito. Acababa de introducir los pies en las chinelas a juego cuando llamaron a la puerta. En cuanto dio orden de pasar, una sonriente y joven criada entro en la habitacion con una bandeja de plata que dejo sobre la mesa de cerezo situada junto a la cama. Un aroma tentador floto desde las tapas que cubrian los platos y el estomago de Victoria rugio de anticipacion.
– Huele fantasticamente.
– Es una de las especialidades de la cocinera, mi senora. Un jugoso y abundante estofado hecho con un surtido de mariscos de la zona. La cocinera lo ha preparado especialmente para el doctor Nathan porque es su plato favorito.
Teniendo en cuenta que Nathan se negaba en redondo a comerse a los animales que le regalaban como forma de pago, a Victoria no le sorprendio que su plato favorito fuera el pescado. En cuanto la criada se retiro, hundio la cuchara en la rica mezcla y extrajo un poco de caldo con una pequena porcion de desmenuzado pescado blanco. Tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco de puro extasis. Jamas habia probado nada mas delicioso. Dos blandos panecillos acompanaban el estofado y Victoria los empleo para dar cuenta de los restos del sabroso almuerzo. Sin duda el mar y el aire salado afectaban su apetito, pues no recordaba haber disfrutado tanto de una comida. Tanto era asi, que miro el cuenco vacio y suspiro, desolada.
Dejando a un lado la servilleta de lino, se dirigio al vestibulo, desde donde Langston la acompano a la biblioteca.
Se quedo junto a la entrada y dejo vagar la mirada por la habitacion perfectamente amueblada. El sol entraba a raudales por los enormes ventanales que ocupaban la mitad centra, de la pared posterior y el cristal reluciente estaba flanqueado por estanterias de madera oscura repletas de volumenes forrados en cuero. Habia un escritorio enorme, situado delante de las ventanas para aprovechar la luz natural. Otra pared tapizada de estanterias cubria los siete metros que separaban el suelo del techo, haciendo las delicias de Victoria y colmandola con la necesidad de explorar la maravillosa habitacion. El alegre resplandor que ardia en la rejilla de una inmensa chimenea de marmol ocupaba la pared opuesta y banaba la sala en un agradable calor. Una alfombra Axminster en tonos azules y marrones cubria el suelo y confortables grupos de sillas exageradamente mullidas se repartian por la habitacion. El sofa de brocado colocado en angulo delante de la chimenea invitaba a acurrucarse en el con un libro favorito. Victoria inspiro hondo y brevemente cerro los ojos ante las tan conocidas y queridas fragancias del cuero, pergamino viejo y cera de abeja. Cuando los abrio, se dio cuenta de que estaba sola. ?Donde estaba Nathan?
Cruzo la estancia hacia la chimenea, decidida a sentarse mientras esperaba. Al sortear el sofa, se detuvo en seco. R.B., el mastin de Nathan, estaba tumbado de costado sobre la alfombra junto al hogar. Su cuerpo ocupaba por completo la longitud de la chimenea al tiempo que su hocico no dejaba de emitir ronquidos caninos. ?Que habia dicho Nathan que significaban las iniciales R.B.? ?Rompe Botas? Regia Bestia le resulto mas acertado dada la vision que tenia ante sus ojos. Jamas habia visto a un perro de semejantes proporciones.
Justo en ese instante, el hocico del animal se contrajo, como si hubiera percibido el olor de algo. Sus ojos se abrieron de golpe, y cielos, para un animal de ese tamano, se movio con sorprendente rapidez, poniendose en pie en cuestion de segundos sin dejar de mirarla fijamente… Victoria espero que no estuviera viendo en ella a una sabrosa chuleta de cerdo.
– Buen chico -murmuro Victoria, dando un cauteloso paso atras-. Eres un buen perro. Vuelve a dormirte.
Pero R.B. se acerco lentamente a ella. Victoria recordo haber oido en alguna leccion recibida durante la infancia que no se debia echar a correr ante un perro porque con ello solo se conseguia que el echaran a correr detras de ti, y, rezando para que Nathan se hubiera expresado correctamente al decir que se trataba de una bestia mansa, opto por quedarse totalmente inmovil. R.B. se detuvo delante de ella. Despues de olisquear detenidamente su vestido, se sento sobre sus cuartos traseros y levanto una de sus enormes patas delanteras hacia ella.
Victoria parpadeo.
– ?Asi que quieres que nos demos la mano? Pero, ejem… ya nos han presentado.
Claramente eso a R.B. le traia sin cuidado, pues seguia con la pata levantada. Rezando para que aquel gesto no anunciara la intencion del perro de arrancarle el brazo de un mordisco, Victoria tendio la mano vacilantemente y le tomo de la pata. En cuanto lo solto, R.B. se levanto y le dio un pequeno empujon en la cadera con el hocico. Luego pego su nariz fria y humeda a la muneca de Victoria y le lamio el anverso de la mano con una lengua mas larga que su zapato.
Victoria acaricio la cabeza del animal con gesto indeciso y luego le rasco detras de las oscuras orejas. Con eso provoco un inmediato meneo de cola que amenazo con barrer el jarron Stafford que habia sobre una mesilla auxiliar.
– Ah, asi que es esto lo que te gusta -murmuro Victoria, que continuo rascando mientras sorteaba al animal