para sentarse en el sofa en un esfuerzo por conservar la integridad del jarron.
R.B. la siguio y, en cuanto Victoria tomo asiento empezo a rascarle tras las orejas con ambas manos. Ella sentada y el erguido, estaban practicamente a la misma altura. Victoria le rasco entonces vigorosamente y se rio al ser testigo de la entusiasta reaccion del perro. La cola de R.B. iba de un lado al otro, la lengua le colgaba entre los dientes y un jadeo de pura felicidad rugia en su garganta.
– Vaya, vaya… asi que lo de perro enorme y feroz es pura apariencia -exclamo entre risas, pasando a rascar el pelo duro y tosco del grueso cuello de R.B.-. En el fondo, no eres mas que un dulce cachorrillo.
R.B. gruno y solto luego un gemido, como diciendo: «Por fin… ?alguien que me entiende!».
Tan absorta estaba Victoria acariciando al perro que no se dio cuenta de que ya no estaba sola hasta que una voz cuya gravedad le resulto claramente familiar dijo:
– Ya veo que has hecho un nuevo amigo.
Victoria se volvio. Nathan estaba en la entrada de la biblioteca con un hombro despreocupadamente apoyado contra el marco de la puerta y cruzado de brazos. La miraba con esa expresion indescifrable tan habitual en el.
– ?Me hablas a mi o al perro? -pregunto Victoria, sin dejar de acariciar a R.B. Sus palabras parecieron surgir ligeramente faltas de aliento… naturalmente, debido al ejercicio de sus caricias.
– A ti, aunque sin duda mi afirmacion podria ser aplicable a cualquiera de los dos. -Se separo de la entrada empujandose contra el marco y camino hacia Victoria-. Le gustas.
Victoria le lanzo una mirada picara.
– No se de que te sorprendes.
– Pues, de hecho, lo estoy.
– Vaya, gracias. No recuerdo haber oido un cumplido mas encantador. Sinceramente.
– Pues pretendia serlo. R.B. suele ser mas reservado con los desconocidos.
– ?Quiza porque los desconocidos tienden a mostrarse reservados con el? Su tamano resulta, cuando menos, intimidatorio, por si lo habias olvidado.
– Supongo que tienes razon. Espero que seas consciente de que, a partir de ahora, R.B. querra que le rasques siempre que te vea. De hecho, apostaria a que podria estar asi un par de semanas.
– ?Un par de semanas? -Victoria sonrio-. ?Y luego que?
– Oh, luego se volveria muy desagradable y probablemente te abrumaria con humedos lametones. -Nathan se detuvo junto al sofa y alargo la mano para acariciar el lomo de R.B.-. Te gusta tanta atencion, ?eh, chico?
R.B. solto un ladrido.
– Eso quiere decir que si -tradujo Nathan. Su mirada se deslizo sobre Victoria y un calor que nada tenia que ver con las energicas caricias que prodigaba al perro le ascendio desde el pecho-. Veo que te has cambiado de ropa. Y que te has peinado.
– Me ha parecido lo mas aconsejable. De lo contrario, quiza R.B. habria
– En absoluto. Todo el mundo tiene ese aspecto despues de un dia ventoso en la playa.
Victoria decidio no comentar que a el el viento no parecia haberle afectado en absoluto. Al contrario, tenia un aspecto absolutamente masculino y devastadoramente atractivo. Como un alto pirata de tosca belleza, con el pelo revuelto por el aire del mar. Victoria reparo en que tambien el se habia cambiado de ropa y que lucia una camisa limpia de lino y unos pantalones de color azul marino. Una vez mas, Nathan habia renunciado al panuelo, y la mirada de Victoria fue a fijarse en su poderoso y bronceado cuello. El atuendo de Nathan estaba totalmente pasado de moda… Sin duda, en algunos circulos se lo calificaria de escandaloso. Aun asi, Victoria no podia negar que le encantaba sobremanera ese tentador atisbo de su piel.
– Por cierto, tu pelo no me parecia espantoso.
La voz de Nathan la saco abruptamente de la ensimismada contemplacion de su cuello, y su mirada volo en ascendente para verle estudiando su pelo. Una oleada de calor la sobrecogio y una risa temblorosa se abrio paso entre sus labios.
– Tienes razon. Horripilante quiza sea una descripcion mas adecuada.
Nathan nego con la cabeza.
– No. No es esa la palabra que yo emplearia.
Victoria inspiro exageradamente.
– De acuerdo, me doy por vencida. ?Cual es la palabra que utilizarias?
La mirada de Nathan se encontro con la de ella.
– Exquisito.
Esa simple palabra, pronunciada con suavidad, la aturdio. Antes incluso de que pudiera pensar en una respuesta, Nathan dio a R.B. una firme caricia ultima y se puso en pie.
A continuacion, dirigiendose a grandes zancadas al escritorio, dijo:
– Te he preparado papel vitela, una pluma y tinta.
– Gra… gracias -respondio Victoria, manteniendo su atencion en el perro mientras intentaba recuperar el aplomo que Nathan habia logrado arrebatarle de un plumazo-. Y gracias tambien por el almuerzo que has ordenado que me sirvieran en mi habitacion.
– ?Te ha gustado el estofado?
– Estaba delicioso. Lo he engullido con vergonzoso deleite.
– No tienes por que sentirte avergonzada conmigo, Victoria. Nunca.
Ante esas palabras pronunciadas con voz ronca la mirada de ella se elevo de pronto hasta que los ojos de ambos se encontraron.
– El mar y la brisa marina tienden a abrir el apetito -dijo el-. Personalmente, admiro a las mujeres que no temen satisfacer su apetito.
De pronto, Victoria ya no estaba tan segura de que estuvieran hablando de comida. Y, sin duda, en dos dias de plazo podria ocurrirsele alguna respuesta ingeniosa. En ese momento, sin embargo, su mente se mantuvo tercamente en blanco.
– Supongo que es demasiado pedir que recuerdes todo lo que puedas del contenido de la carta, ?verdad?
«?Carta?» Victoria parpadeo y volvio en si, aclarandose la garganta.
– De hecho, y dado que la estudie detalladamente, me creo capaz de reproducirla con bastante exactitud.
– Excelente. ?Empezamos pues?
– Por supuesto.
Despues de rascar por ultima vez a su nuevo amigo, Victoria se levanto y cruzo la biblioteca hacia el escritorio. No pudo evitar una sonrisa al ver a R.B. trotar tras sus talones.
– Nunca habia visto un escritorio tan grande -dijo, pasando los dedos por la suave superficie de nogal y los accesorios de bronce pulido que adornaban el borde del mueble-. De hecho, parecen dos escritorios unidos por delante.
– Eso es, precisamente. Se llama escritorio asociado y esta pensado para que dos personas trabajen mirandose. Es muy practico para mi padre cuando repasa las cuentas con su secretario.
Nathan retiro una silla de cuero marron. Victoria se sento y murmuro un «gracias» mientras el le empujaba la silla hacia el escritorio, siendo en todo momento consciente de la proximidad del medico. Con una mano de Nathan en el respaldo de la silla y la otra en el brazo de cuero, Victoria se sintio rodeada por el. Volvio la cabeza con la clara intencion de indicar que estaba comodamente instalada y se encontro mirando directamente a la parte delantera de los pantalones de Nathan, que estaban a menos de medio metro de ella.
«Oh, Dios.» Clavo en ellos los ojos, transpuesta, al tiempo que su avida mirada quedaba fascinada por las musculosas piernas y por su…
«Oh, Dios, Dios, Dios…»
El calor la invadio como si hubiera prendido fuego en su vestido, y su imaginacion se desato, totalmente descontrolada. A pesar de que la