se adivinaba como un perfecto ejemplo. Cuanto lamento que aquellos malditos pantalones le frustraran el espectaculo…

– ?Estas preparada, Victoria?

Ella alzo bruscamente el menton y se encontro con Nathan que la observaba con una mirada especulativa, una mirada con la que el delataba ser plenamente consciente de que ella habia estado comiendose con los ojos su… lo que cubrian sus pantalones. Mas calor, esta vez fruto de la verguenza, se le agolpo en el rostro.

– ?Preparada? -repitio ella, horrorizada al percibir el debil chillido al que habia quedado reducido su voz.

– Para reproducir mi nota… a menos que haya alguna otra actividad a la que prefieras dedicarte.

Aunque su tono de voz era la personificacion misma de la inocencia, sus ojos brillaban de tal modo que provocaron en ella un abrasador sonrojo que la cubrio hasta las suelas de los zapatos.

– Reproducir. Nota. Eso es. -Tomo la pluma como si se tratara de una cuerda de salvamento lanzada a una victima que se estuviera ahogando y agacho la cabeza sobre el papel vitela.

Nathan dejo escapar un sonido que sono sospechosamente parecido a una carcajada disfrazada de tos y ella apreto con firmeza los labios a fin de controlar la oleada de balbuceos nerviosos que se le acumularon en la garganta. Dios del cielo, aquello jamas funcionaria. ?Que diantre le ocurria? Se sentia como si se estuviera tambaleando sobre una cornisa resbaladiza, a punto de perder el equilibrio y caer al vacio. Jamas se habia sentido tan falta de aplomo. Dado que no tenia el menor problema a la hora de hablar con otros caballeros, sin duda su inusual comportamiento era culpa de el. Bien, cuanto antes completara la labor que tenia ante ella, antes podria alejarse de la inquietante compania de Nathan.

No obstante, en cuanto la idea cruzo su mente, Victoria se dio cuenta de que la mera posibilidad de separarse de su compania no la tranquilizaba en lo mas minimo. Mas bien la dejaba… desolada. Dios del cielo, habia perdido el juicio. No se atrevio a dar voz a esas preocupaciones por temor a ser confinada a un manicomio.

Atisbando desde debajo de sus pestanas, vio a Nathan sentado en una silla de cuero identica a la suya en el lado opuesto del escritorio. Les separaban apenas un metro y medio de lustroso nogal, sin duda salvaguarda suficiente, y aun asi ella seguia dolorosamente consciente de que solo tenia que estirar un poco el brazo para tocarle las manos.

Sus manos… Para una mujer que hasta entonces nunca habia reparado especialmente en las manos de un hombre, se vio de pronto fascinada por las de Nathan. Grandes y de largos dedos, parecian capaces, firmes y fuertes. Victoria imagino que debian de ser las manos perfectas para un medico. El sol les habia bronceado la piel y a la vez habia aclarado la fina capa de vello que las cubria, tinendola de un dorado leonado. Aunque no pudiera verle las palmas, sabia que mostraban las durezas propias de la labor fisica, cosa que no deberia haberle resultado atractiva, aunque la verdad fuera bien distinta. A pesar de su tamano y de su fuerza, Victoria sabia que las manos de Nathan podian ser tiernas… magicamente tiernas, como bien lo habia demostrado al pasarle lentamente los dedos por el pelo. Al rozarle los labios con las yemas. Y, aun asi, podian tambien ser exigentes… excitantemente exigentes, como lo habia demostrado cuando la habia sujetado firmemente contra el, explorando sus curvas y…

Dios del cielo, la mente de Victoria habia vuelto a enloquecer. Volviendo de nuevo a concentrar su atencion en el marfileno papel vitela en blanco, sumergio la punta de la pluma en el pequeno receptaculo de tinta anil y se obligo a con centrarse en la carta que con tanto detalle habia estudiado la noche anterior. El saludo se dibujo en su cabeza: «A mi gran amigo Nathan»… Y se puso entonces manos a la obra. Hizo alguna pausa ocasionalmente, cerrando los ojos para invocar la imagen de la carta cuando alguna palabra se empenaba en eludirla. No tardo en darse cuenta de que Nathan frotaba su pluma contra su propio papel vitela.

Nathan dejo de escribir su carta al padre de Victoria para reflexionar sobre la siguiente frase. Sin embargo, cualquier palabra que pudiera habersele ocurrido se desvanecio de su mente en cuanto dirigio la mirada hacia Victoria que, sentada al otro extremo del escritorio, tenia los ojos cerrados y fruncia el ceno. La mirada de Nathan quedo prendida en el modo en que ella se pellizcaba el labio inferior entre los dientes, y al instante recordo el hechizante contacto de esa boca carnosa la suya. Cuando la lengua de Victoria asomo para humedecerse los labios, el se sorprendio imitando el gesto, rememorando vividamente el lujurioso sabor de ella y lamentando profundamente que aquel maldito escritorio les separara. Aun asi, solo tenia que estirar el brazo para tocarle las manos, y de pronto se encontro rechinando los dientes en un esfuerzo por no hacerlo.

?Cuando se habia sentido tan atraido por las manos de una mujer? La verdad era que nunca. Sin duda la obsesion que las de Victoria despertaban en el rozaba lo ridiculo. Eran las manos blancas y delicadas de una aristocrata consentida. Pero esa piel palida, esos finos dedos, le fascinaban, y no tuvo que buscar mucho para dar con la razon. Se debia a que sabia muy bien lo tiernas que podian ser esas manos, cuan dolorosamente temblorosas cuando ella le habia tocado con gesto vacilante. Y cuan increible era la sensacion que esas manos habian provocado en el al acariciarle la piel. Y el olor a rosas que desprendian. Y cuan impacientes podian llegar a mostrarse de puro deseo, cerrandose sobre su pelo cuando Victoria volvia a pedirle que la besara.

Victoria volvio a su escritura y Nathan se sintio incapaz de hacer nada salvo mirarla, irracionalmente fascinado por la vision de esos dedos aferrados a la pluma. Cuando sus ojos vagaron por la mano de ella, reparo en una fina cicatriz apenas insinuada junto a la muneca. Sin poder contenerse, estiro el brazo y acaricio con la yema del dedo la diminuta senal. Victoria se quedo inmovil y levanto bruscamente la cabeza. Los ojos de ambos se encontraron y una sombra rosada tino las mejillas de la joven. Nathan decidio que el tono de aquel rubor era de lo mas apropiado para la piel de Victoria, pues ella olia exactamente a esa flor.

Volvio a recorrer la cicatriz con el dedo.

– ?Como te la hiciste?

La mirada de Victoria descendio hasta el lugar donde el dedo de Nathan la acariciaba y tambien el bajo los ojos. La mano palida, fina y suave de la joven contrastaba crudamente con la piel mas tosca y oscura de el. Demonios, el hecho de verse tocandola le excito hasta el extremo de tener que cambiar de posicion en la silla.

– Me corte -murmuro Victoria con voz ronca.

– ?Como? ?Cuando? -pregunto el, acariciandola despacio.

– Tenia… tenia doce anos -respondio ella, y Nathan decidio entonces que le encantaba el modo suspirado de su respuesta-. Estaba cavando en el barro y desenterre una piedra afilada que me corto la mano.

– ?Cavando en el barro? ?Asi que te gusta la jardineria?

– Si, pero no estaba plantando nada cuando me hice esta herida.

– ?Que estabas haciendo? ?Buscando un tesoro enterrado?

– No. Estaba haciendo un pastel de barro.

Nathan aparto la mirada de las manos de ambos para mirarla a los ojos.

– ?Un pastel de barro?

– Si.

– ?Por pastel de barro debo entender un pastel hecho de barro?

– Dificilmente podria ser un pastel de manzana y miel.

– ?Y que podia saber la hija de un baron sobre pasteles de barro?

Victoria levanto el menton.

– De hecho, mucho, puesto que solia hacerlos con frecuencia. El barro de los jardines inferiores de Wexhall Manor era muy superior al de los jardines superiores. Sin embargo, la tierra que estaba junto al estanque era la mejor.

Nathan meneo la cabeza.

– No puedo imaginarte jugando en el barro y… ensuciandote. ?Por que lo hacias?

Victoria vacilo un instante.

– Me encantaban los pasteles que preparaba nuestra cocinera y queria aprender a hornearlos -dijo-. Pero mama me prohibio entrar en las cocinas. Asi que no me quedaba otro remedio que fingir.

– ?No te permitian entrar en las cocinas pero si jugar con el barro?

– No. A mama le habria dado un vahido si se hubiera enterado. De hecho, el dia que me hice el corte que me dejo esta cicatriz, se entero. Despues de que me vendaran adecuadamente, mama me dio un interminable sermon sobre el correcto decoro que corresponde a las jovenes damas… parte del cual es que nunca, nunca, preparan pasteles de barro.

– ?Y volviste a hacer alguno?

Los labios de Victoria se contrajeron y una sombra traviesa afloro en sus ojos.

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