de dar un sorbo a su copa de champan cuando la vio. Su mano se quedo paralizada a medio camino de sus labios y se olvido de la bebida mientras contemplaba a la diosa griega que, ataviada de puro marfil, estaba al otro lado de la habitacion. Las luces parpadeantes de las docenas de velas que lucian en los candelabros de cristal que colgaban del techo la envolvian con su suave y dorado resplandor. Su disfraz dejaba al desnudo sus dos estilizados brazos y uno de sus hombros. La avida mirada del conde se deslizo por aquella piel expuesta de color crema y su imaginacion enseguida hizo que sus dedos se deslizaran por aquella sedosa suavidad mientras sus labios dejaban un rastro a lo largo de la delicada curva de su clavicula. Su nombre atraveso, en un susurro, la mente del conde, quien tuvo que apretar las mandibulas para evitar pronunciarlo en voz alta.
«Carolyn…»
Un deseo, ardiente y apasionado, se apodero de el. Incluso con el pelo de color miel atiborrado de polvos blancos y con una mascara que le cubria la mayor parte del rostro, el habria reconocido, en cualquier lugar, sus labios perfectos y llenos, su estilizado cuello, la curva de su mejilla y su pose majestuosa.
Carolyn estaba sola, escudrinando la multitud. El habria dado cualquier cosa por ser la persona que ella buscaba, pero sabia que Carolyn buscaba a su hermana Sarah o a una de sus amigas intimas, a lady Julianne o a lady Emily.
«Algun dia no muy lejano me buscara a mi», le prometio su voz interior. Si, su mirada lo buscaria como la de el la buscaba a ella a la menor oportunidad. El mismo se encargaria de que asi fuera, porque la deseo con una profunda intensidad desde el primer instante en que la vio.
Incluso en aquel momento recordaba aquel primer instante con una claridad tan vivida que podria haber sucedido diez minutos, en lugar de diez anos, atras.
El la vio -como si se tratara de una vision enfundada en un vestido azul- en un extremo de la sala de baile durante una fiesta que celebro Edward Turner, el vizconde Wingate, uno de sus amigos de Eton. Durante unos segundos, le parecio que el tiempo se habia detenido. Como su respiracion. Y su corazon. Lo que constituyo una reaccion ridicula, visceral, inexplicable y sin precedentes.
Aunque, sin duda, era atractiva, el estaba acostumbrado a salir con mujeres de una gran belleza. Como es logico, convencio a su amigo para que se la presentara. Y Edward asi lo hizo, presentandole a la senorita Carolyn Moorehouse. Intercambiaron las formalidades de rigor y, segundo a segundo, la atraccion que Daniel experimentaba hacia su resplandeciente belleza aumentaba. Hecho que no comprendia, pues las mujeres inocentes no eran en absoluto su tipo. Pero algo en ella lo habia agarrado por la garganta y no lo soltaba. Daniel la queria; en su cama, desnuda y temblando de deseo, y por Dios que estaba decidido a conseguirla.
Quizas el hecho de que no fuera una aristocrata era lo que la hacia parecer tan refrescante y cautivadora a sus ojos, pero, fuera cual fuese la razon, el nunca se habia sentido tan profunda e instantaneamente atraido por una mujer. Estaba a punto de empezar a seducirla pidiendole un baile, cuando Edward reclamo la atencion de todos los presentes y anuncio que la senorita Moorehouse habia accedido a ser su esposa.
Ahora, una decada despues, Daniel todavia recordaba su estupefacta reaccion. Fue como si todos los colores hubieran desaparecido de la habitacion dejandolo todo pintado en unos lugubres y apagados tonos grises. Despues de sacudirse de encima el estupor en el que aquella noticia lo habia sumido, Daniel se dio cuenta de lo que no habia percibido antes debido a la impresion que experimento al conocerla, o sea, que Edward adoraba a Carolyn y que, evidentemente, ella sentia lo mismo por el.
Dos meses mas tarde, asistio a su boda, acontecimiento que lo dejo absolutamente vacio. El matrimonio era, sin duda, por amor, y Edward era amigo suyo. Y, aunque sus propias acciones no siempre lo llenaban de orgullo, el mismo habia trazado la frontera en poner los cuernos a sus amigos. Por lo tanto, se obligo a apartar a Carolyn de sus pensamientos y se mantuvo alejado de la feliz pareja tanto como le fue posible mientras se repetia a si mismo que no sentia ningun interes especial por Carolyn, salvo el de acostarse con ella, y que habia muchas mujeres hermosas disponibles que podian calmar sus pasiones.
Pero lo cierto era que, cada vez que se encontraba en la misma habitacion que Carolyn, tenia problemas para concentrarse en algo que no fuera ella. Las fantasias sensuales que le inspiraba lo confundian por lo dificil que le resultaba apartarlas de su mente. Por suerte, ella y Edward no asistian a muchas veladas, asi que apenas los veia. El siguio con su vida y, al final, se convencio de que su inapropiado deseo habia constituido una aberracion.
Tras la repentina muerte de Edward, tres anos atras, Carolyn se recluyo apartandose por completo de la sociedad. Asi que Daniel se quedo pasmado cuando se entero, hacia ya varios meses, de que ella estaba invitada a la fiesta que tendria lugar en la casa solariega de Matthew Devenport, su mejor amigo. Daniel enseguida se sintio impaciente por asistir a dicha fiesta. Antes de llegar a la finca de Matthew, se recordo a si mismo que la extrana y apasionada atraccion que habia experimentado por Carolyn, hacia ya muchos anos, constituia una anomalia. Que, sin lugar a dudas, tras darle una ojeada, se pondria a bostezar. Sin embargo, como no queria tener ningun estorbo ni distracciones, antes de emprender el viaje a la finca de su amigo termino, amigablemente, su breve pero apasionada aventura con Kimberly Sizemore, condesa de Walsh, sabiendo que la guapa viuda enseguida iniciaria una nueva relacion con su proximo amante.
Sin embargo, cuando empezo el baile, solo tuvo que mirar una vez a Carolyn para que el ardiente deseo que ella le inspiro en el pasado surgiera otra vez con intensidad. Su mera presencia lo dejaba aturdido, desconcertado y cohibido, lo que podria haber considerado divertido a no ser porque le resultaba absolutamente irritante, inusual y perturbador. En todo lo relacionado con las mujeres, el contaba con experiencia y confianza; sin embargo, de alguna forma, aquella mujer tranquila y menuda lo hacia sentirse como un chico torpe con pantalones cortos y requeria de todo su ingenio para no quedarse embobado y tartamudeando en su presencia.
Gracias a las conversaciones que habian mantenido, durante las que el consiguio no quedarse embobado ni tartamudear demasiado, Daniel supo que ella se habia consagrado a la memoria de su marido y que no experimentaba el menor deseo de volver a casarse. Eso la hacia todavia mas perfecta para el, pues lo ultimo que Daniel queria era una esposa. No, el solo queria acostarse con ella y, en aquel mismo instante, decidio hacer lo que no pudo hacer cuando la conocio: seducirla. Eso constituia un reto, pues ella seguia adorando a su difunto marido, pero el era un hombre paciente y nunca habia deseado tanto a una mujer. Todas sus terminaciones nerviosas ardian de anticipacion ante el incipiente juego de atraerla hasta su cama, donde el fuego que ella habia encendido diez anos atras por fin se apagaria. Disfrutarian de una aventura rapida y agradable para ambos, libre de engorrosas emociones, y despues cada uno de ellos seguiria su camino por separado. El habia establecido con ella una buena comunicacion en la finca campestre de Matthew y ahora que los dos habian regresado a Londres, estaba preparado para iniciar en serio su seduccion.
En aquel mismo instante.
Le tendio a un criado que pasaba por su lado la intacta copa de champan pero, antes de que pudiera moverse, un hombre disfrazado de pirata se acerco a su presa. Cuando, despues de unos segundos, Carolyn le ofrecio la mano al bucanero enmascarado y sonrio, Daniel entrecerro los ojos. No sabia quien era el maldito bastardo, pero, al darse cuenta de que habia permanecido demasiado tiempo en las sombras, se dirigio, con paso decidido, hacia Carolyn. Tenia la intencion de agujerear al maldito cerdo, con su misma espada, si era necesario. Sin embargo, antes de que hubiera dado media docena de pasos, una mano femenina se apoyo en su brazo.
– Eres un salteador de caminos muy apuesto, querido -declaro una voz ronca que Daniel reconocio enseguida.
Se dio la vuelta y se vio sometido a un minucioso examen a traves de la mascara de lady Walsh. El le dio una rapida ojeada. Vestida con un disfraz muy revelador, Kimberly estaba endemoniadamente deseable e impactantemente atractiva. Y el lo unico que queria era escaparse.
Sin embargo, Kimberly era su anfitriona y su antigua amante, y el protocolo exigia que se mostrara amable. Desde luego, no era culpa de ella que el tuviera prisa en cruzar la habitacion.
– ?Cleopatra? -intento adivinar Daniel, cogiendole la mano y rozando con sus labios los dedos de Kimberly.
– Asi es -contesto ella con un susurro sensual-. Esperaba que tu fueras disfrazado de Marco Antonio, su amante. ?No recibiste mi nota sugiriendote que lo hicieras?
Daniel habia recibido su misiva, pero la ignoro. Se habian separado amigablemente antes de que el partiera para la fiesta en la casa solariega de Matthew y tenia la intencion de que las cosas siguieran de aquella manera: amigables y separadas.
– He llegado a Londres esta misma tarde y no he podido leer la montana de cartas que me esperaba en casa -contesto, mientras tranquilizaba su conciencia al recordarse a si mismo que esa era la verdad.
– ?Te lo estas pasando bien?