cuadro. Unos labios gruesos, pero firmes, aunque a la vez habia algo en ellos que los hacia parecer sorprendentemente blandos. Era exactamente el tipo de boca que, si ella hubiera sido un tipo de mujer diferente, se hubiera sentido seducida a tratar de degustar.
Por suerte, ella no era del tipo de mujeres que se sienten seducidas de esa manera.
– ?Se encuentra usted bien, miss Chilton-Grizedale? Se la ve un poco sonrojada.
?Maldicion! Le dirigio una mirada fria e intento poner su expresion mas remilgada.
– Estoy perfectamente, gracias. Hace bastante calor en este carruaje.
Resistio la tentacion de abanicarse con la mano. De la misma forma que, afortunadamente, resistio la tentacion de agarrar su bolso lleno de piedras y darse con el en la cabeza. En lugar de eso, miro hacia el diario que reposaba en el regazo de el.
– ?Que esta usted leyendo? -pregunto evitando senalar la manera que tenia el de ignorarla.
Estaba claro que habria necesitado poner todo su empeno con ese hombre, pero su voz interior le advertia de que el modo que el tenia de ignorarla era lo mejor que le podia suceder.
– Estoy releyendo mis anotaciones de viaje. Esperaba haber tomado nota de algo que pudiera darme alguna pista.
– ?Y ha tenido exito?
– No. Mis notas se componen de mas de cien libretas, y a pesar de que las estuve examinando durante mi viaje de regreso a Inglaterra sin encontrar nada, esperaba encontrar tal vez algo que se me hubiera pasado por alto. -Cerro el libro y lo guardo en su gastada funda de piel.
– ?Que es lo que hay en sus diarios?
– Dibujos de objetos y jeroglificos, descripciones, historias populares que me han contado, observaciones personales. Cosas de ese tipo.
– ?Ha aprendido tantas cosas como para escribir mas de cien diarios? -Se le escapo una risa incredula-. Cielos, para mi escribir una carta de una sola pagina ya es todo un reto.
– La verdad es que he vivido muchas mas cosas de las que nunca tendre tiempo de recordar o escribir. -Una expresion que parecia combinar la nostalgia y la pasion cruzo por sus ojos-. Egipto, Turquia, Grecia, Italia, Marruecos… es imposible describir todos esos lugares de manera adecuada, aunque esten tan vivos en mi memoria que, si cierro los ojos, todavia me parece que estoy alli.
– Esta usted enamorado de esos lugares.
– Si.
– No deberia haberse marchado.
El la estudio por un momento antes de contestar.
– Tiene usted razon. Inglaterra es el lugar donde naci, aunque a mi ya no me parece un… hogar. -Un extremo de su boca se torcio hacia arriba-. No espero que usted entienda a lo que me estoy refiriendo. A duras penas lo entiendo yo mismo.
– Es cierto que no se como son lugares como Egipto y Grecia, pero se algo de la importancia, de la necesidad de estar en el lugar en el que uno se siente en casa. Y lo fuera de lugar que se puede sentir uno cuando no esta alli.
– Si, asi es exactamente como me siento: fuera de lugar -contesto el asintiendo lentamente con la cabeza y sin apartar la mirada de ella.
Habia algo en el tono de su voz, en la forma en que la miraba, con toda la atencion puesta en ella, que hacia que su respiracion se detuviera. Y que la hacia sentirse mas definitivamente fuera de lugar. ?Que demonios tenia ese hombre que le hacia perder su habitual aplomo?
En un intento por romper el hechizo, ella desvio la mirada y dijo:
– Un amigo mio se ha ofrecido a ayudarnos a buscar entre las antiguedades, en caso de que necesitemos sus servicios.
En realidad los dos, Albert y Charlotte, habian querido acompanarla esa manana, pero Meredith los habia convencido para que esperaran hasta el dia siguiente. Primero queria asegurarse de bajo que condiciones tendrian que trabajar, y estaba contenta de haber insistido. El hecho de que ellos pudieran estar cerca de los muelles… Charlotte odiaba los muelles.
– ?Sus servicios? ?Acaso su amigo es anticuario?
– No. En realidad Albert es mi mayordomo, y uno de mis amigos mas queridos.
Si se habia sorprendido al oir hablar del mayordomo de ella como uno de sus mas queridos amigos, no lo demostro. Muy al contrario, asintio con la cabeza.
– Excelente. Mi colega y amigo americano, Andrew Stanton, esta hoy en el Museo Britanico, buscando alli entre las antiguedades. Otro de mis amigos, el anticuario Edward Binsmore, tambien se ha ofrecido a ayudar.
Ese nombre le resultaba familiar, y tras pensar unos segundos, lo recordo.
– ?El caballero que ha perdido a su esposa?
– Si. Creo que busca la manera de mantenerse ocupado.
– Probablemente sea lo mejor para el -dijo Meredith suavemente-. A veces el dolor es dificil de sobrellevar, sobre todo cuando hora tras hora no tienes delante de ti nada mas que la soledad.
– Parece que hablara usted por experiencia.
La mirada de Meredith se poso en el. Philip la estaba observando, con los ojos llenos de comprension, como si tambien el hubiera conocido ese tipo de tristeza. Ella trago saliva para aflojar el repentino nudo que se le habia formado en la garganta.
– Creo que casi todas las personas adultas han sentido el dolor en alguna de sus multiples formas. -El la miro como si estuviera a punto de preguntarle algo, pero como ella no tenia ganas de contestar ninguna pregunta, se le adelanto preguntando:
– ?Puede ensenarme la piedra en la que esta escrito el maleficio y decirme exactamente que pone? Creo que eso me ayudaria a saber que es lo que estamos buscando.
– He escondido la «Piedra de lagrimas» para no correr el riesgo de que alguien la encuentre y la traduzca - contesto el frunciendo el entrecejo-. Sin embargo, he escrito una traduccion al ingles en mi diario. -Abrio la funda de piel y le paso el diario-. No creo que haya ningun peligro en dejarselo leer, ya que usted nunca va a tener novia.
Meredith se coloco el diario en el regazo, se quedo observando la pulcra y precisa caligrafia sobre la amarillenta pagina, y a continuacion se puso a leer.
Un estremecimiento involuntario sacudio la espina dorsal de Meredith, y tuvo que luchar contra el deseo de cerrar el libro de golpe y no volver a posar su mirada en esas espeluznantes palabras nunca mas.
Lord Greybourne se echo hacia delante y recorrio con un dedo las ultimas lineas.
– Por ahi la piedra estaba rota, dejando ver solo esos fragmentos de palabras y esas frases cortadas.