hasta la cama, donde la tumbo sobre el colchon tras echar a un lado la colcha color borgona. Su cutis estaba extremadamente palido y su rostro arrugado en una mueca de dolor.

– Nunca habia tenido un dolor de cabeza como este -murmuro ella-. Me siento como si la cabeza me ardiera y estuviera a punto de estallar.

«En la cabeza luego sentira un infernal dolor.» Philip la cubrio con la colcha y luego se sento un momento a su lado, tomando su mano y rezando para que todos los poderes del cielo intervinieran para salvarla. Para que le ayudaran a encontrar el pedazo de piedra desaparecido. «Por favor, por favor, que no se muera.»

Inclinandose, Philip rozo con sus labios la frente de Meredith.

– Voy a dejarte un momento para preparar una tisana que te alivie el dolor.

Se acerco al armario y saco de el una bolsa de cuero. Rebuscando en el interior extrajo una botella de uno de los misteriosos remedios de Bakari. Philip no sabia exactamente que contenia la botella, pero sabia por experiencia que era efectivo contra los dolores de cabeza. Anadio varias gotas a un vaso de agua y volvio al lado de ella.

– Bebete esto -le dijo, ayudandola a incorporarse.

Cuando ella hubo bebido el contenido del vaso, la volvio a acomodar contra los almohadones. Ella abrio los ojos y una temblorosa media sonrisa elevo uno de los extremos de sus labios.

– Lo siento, Philip. No pretendia empanar de esta manera nuestras investigaciones.

– Meredith, me temo que lo que tienes no sea un simple dolor de cabeza.

– ?Que quieres decir?

– La serie de acontecimientos de esta manana. Nos hemos declarado el amor que sentimos el uno por el otro. Yo te he pedido que te cases conmigo y tu has aceptado. Hemos hecho el amor. Luego te has caido y ahora te duele la cabeza.

La comprension en medio de la confusion aparecio reflejada en sus ojos.

– El maleficio. Pero no estamos casados.

– Recuerda las dos lineas que dicen: «Una vez que tu prometida haya sido am…» y «Nada podra salvar…». Creo que «am» debe de ser parte de la palabra «amada». Y tu eres mi prometida. Te he dicho que te amaba. Me temo que al hacerlo he hecho que caiga sobre ti el maleficio.

Ella abrio los ojos con una combinacion de miedo e incredulidad.

– ?Y eso significa que dentro de dos dia voy a… morir?

El sintio un fuerte dolor en las entranas al oir aquella pregunta y agarro sus frias manos entre las suyas.

– Significa que solo tengo dos dias para encontrar el pedazo de piedra desaparecido y para averiguar como romper el maleficio.

– ?Y si no lo consigues?

Se miraron el uno al otro en silencio durante un largo momento, conociendo ambos la espantosa respuesta, una respuesta que ninguno de los dos podia poner en palabras.

– No te fallare en esto, Meredith. Tu vida depende de mi exito, y no hay nada mas precioso para mi que tu vida.

El labio inferior de Meredith se estremecio, pero una llama de determinacion ardia en sus ojos.

– Bueno, tambien es algo bastante precioso para mi, especialmente ahora que mi futuro te incluye a ti, y no tengo ninguna intencion de dejarme vencer por esto. ?Que puedo hacer para ayudarte?

– Puedes quedarte aqui, en la cama.

– ?No estoy dispuesta a hacerlo! No puedes pretender que me quede aqui tumbada cuando…

– Meredith. -El le rodeo el palido semblante con las manos-. Necesito que te quedes aqui, por el momento. - Enfatizo las ultimas palabras; y para prevenir la contestacion que podria esperar de ella, anadio-: De esa manera sabre que estas a salvo. Andrew, Bakari y Edward me ayudaran a buscar en las cajas que quedan en el almacen y en las que hay en el Sea Raven.

– Philip, yo puedo ayudarte a buscar. Necesitaras todas las manos de las que puedas disponer. Y en cuanto a mi seguridad, me sentire mas a salvo contigo que en ninguna otra parte.

El dejo escapar un largo suspiro y le acaricio la cara con las manos. Ella tenia razon; sabia que estaria a salvo si la tenia a la vista. Y Dios era testigo de que no tenia ningunas ganas de pasar ni un solo minuto alejado de ella.

– ?Te encuentras lo suficientemente bien?

– Si. Todavia me duele la cabeza, pero ya no tan fuerte.

Le toco las palidas mejillas con las yemas de los dedos sintiendo la imperiosa necesidad de decirle lo que sentia, pero sin saber como hacerlo.

– Lo siento, Meredith. No sabia que…

– Por supuesto que no lo sabias. -Ella coloco una mano sobre las manos de el y volvio la cara para darle un beso en la palma-. Conseguiremos salir de esto, juntos, Philip. Ya lo veras.

A Philip se le hizo un nudo de emocion en la garganta. En lugar de sentirse enfadada con el por haber hecho caer aquella maldicion sobre ella, o en lugar de sucumbir al panico, Meredith le estaba animando con amor. Y con determinacion. Y sin embargo, el no le habia ofrecido nada mas que su propio miedo.

– Juntos -repitio el-. No dejare que sufras ningun dano, Meredith. Te doy mi palabra.

– Eso es lo unico que necesito -dijo ella sonriendole.

A el le dio un vuelco el corazon al ver la confianza que se reflejaba en los ojos de ella. Solo le quedaba rogar para que no se equivocara al poner en el su confianza.

– De acuerdo. Vamos a vestirnos. No hay tiempo que perder.

El coche de caballos de alquiler estaba aun a medio kilometro del almacen cuando Philip olio el aire y fruncio el entrecejo.

– Huele a humo.

– Si, yo tambien lo huelo -dijo Meredith asintiendo.

Intercambiaron una mirada y Philip se dio cuenta de que ella tenia el mismo presentimiento que se habia instalado en el. Pero al cabo de unos minutos, en cuanto llegaron al almacen, sus miedos se vieron aplacados. Fuera lo que fuese lo que estaba ardiendo, no se trataba del almacen.

Como no vio su carruaje por los alrededores le dijo al cochero:

– Esperenos aqui.

Ayudo a Meredith a bajar del coche, y enseguida entraron en el almacen siguiendo el laberintico camino que les conducia hasta donde estaban guardadas las cajas de Philip. No habia nadie alli, pero alguien habia dejado una nota clavada en una de las cajas. Philip le echo una ojeada a la misiva.

Ya hemos acabado con las cajas de aqui. No hemos encontrado nada que se parezca a la piedra desaparecida. Nos vamos a los muelles a esperar la llegada del Sea Raven.

El hecho de que no se hubiera encontrado el pedazo de piedra desaparecido en aquellas cajas le hizo sentir como si un nudo se apretara alrededor de su garganta. Tenia menos de cuarenta y ocho horas para resolver aquel rompecabezas, antes de que se abriera la trampilla del cadalso. Tomando a Meredith de la mano se dirigieron a la salida. Cuando abrieron la puerta les llego el acido olor a humo, mas fuerte que antes, llenando sus orificios nasales. El cochero apunto con su latigo hacia una negra nube de humo que se elevaba en el aire.

– Parece que viene de los muelles -dijo el cochero con voz sena.

Una vez mas, Philip sintio un estremecimiento premonitorio que le recorria la espalda.

– Llevenos alli enseguida -le dijo al cochero ayudando a Meredith a subir a la calesa.

Philip le agarro las manos en cuanto el coche empezo a moverse por las estrechas callejuelas.

– ?Como va el dolor de cabeza?

– Mejor.

– Pero ?todavia te duele?

– Si -contesto ella mirandole con ojos serios.

Se notaba que ella estaba intentando hacer acopio del coraje suficiente, pero sombras de miedo empanaban su mirada. El estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para reconfortarla, pero no sabia que. Hacia solo quince dias ni siquiera conocia la existencia de aquella mujer, y ahora sentia que su corazon estaba en manos de ella. Y que el tenia en sus manos su futuro y su vida. Su propia vida dependia de su habilidad para acabar con aquel maleficio.

Sin poder evitar tocarla, Philip se movio desde el asiento que habia frente a ella hasta el que estaba a su lado.

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