– ?Y eso es todo lo que quiere que hagamos por tanto dinero? ?Solo llevar unas cartas?
– Eso es todo lo que quiero. ?Como os llamais?
Los muchachos intercambiaron una rapida mirada y luego se acercaron mas a el.
– Yo soy Will -dijo el mas alto. Senalo con la cabeza a su companero y anadio-: Y este es Robbie.
– Bien, Robbie y Will, esto es lo que quiero que hagais. -Philip le dio dos cartas a Will y una a Robbie, y les dijo a continuacion la direccion donde tenian que entregarlas-. ?Alguna pregunta?
– ?Donde esta nuestra pasta? -pregunto Robbie.
Philip dio a cada uno de ellos un chelin. Se intercambiaron una rapida mirada y dieron media vuelta para marcharse. Philip conto mentalmente hasta cinco y luego dijo:
– Chicos. -Los dos se volvieron a la vez-. Quiero que no olvideis que hemos hecho un trato y espero que lo cumplais hasta el final.
Los dos muchachos se miraron y luego miraron el reloj de Philip.
– Yo… yo lo he entendido -dijo Will.
– Yo tambien -anadio Robbie asintiendo con la cabeza tan vigorosamente que Philip temio que se le removiera el cerebro.
– Entonces a vuestro trabajo. No hay tiempo que perder.
Los dos chicos echaron a correr como si los persiguieran todos los demonios, y Philip volvio a entrar en el almacen seguro de que entregarian las cartas en el minimo tiempo posible y volverian corriendo por su dinero extra. Le echo una ultima ojeada al reloj antes de volver a meterselo en el bolsillo de la chaqueta. Por segunda vez en aquel dia alguien habia pretendido aligerarle del peso de su reloj. Sus pensamientos se dirigieron a Meredith. Y alguien a quien jamas habria creido capaz de tal villania estaba intentando robarle algo mucho mas importante para el que un simple reloj.
Sintio que un profundo dolor le embargaba al comprender toda la verdad, pero lo desecho. «Si quieres hacerme dano, tendras que venir a por mi y dejar tranquilos a aquellos a los que quiero. Pero no conseguiras volver a hacerle dano a nadie mas. Ya te conozco, mentiroso mal nacido.» Una mueca doblo sus labios, y lentamente paso la mano por la empunadura de su baston.
«Lo unico que tengo que hacer ahora es esperar a que vengas a por mi.»
Meredith se sento en el sofa del salon de Philip, tomando una taza de te que esperaba que la pudiera aliviar del horrible dolor que sentia golpearle las sienes. La cabeza de Prince descansaba sobre su regazo, y ella acariciaba con una mano el mullido y suave pelo del animal, mientras el senor Stanton caminaba de un lado a otro por delante de la chimenea. Desde que habia leido la nota que recibiera un cuarto de hora antes, no paraba de moverse de aqui para alla, con el ceno fruncido, como si estuviera dandole vueltas a un problema muy serio.
Meredith sentia curiosidad, pero como no habia visto quien le habia enviado aquella nota, dudaba si debia preguntar. Si la misiva la hubiera enviado Philip, seguramente lo habria comentado con ella.
– Espero que Philip no le tenga demasiado carino a la alfombra -dijo ella tras carraspear.
El se detuvo con una mueca de perplejidad arqueando sus cejas.
– ?Que alfombra?
– Esa que esta usted desgastando de tanto ir de aqui para alla.
Mirando hacia la gruesa alfombra persa que estaba bajo sus botas, Andrew le contesto con gesto avergonzado:
– Ah, la alfombra.
– ?Esta preocupado por Philip? -pregunto ella.
La miro como si fuera a negarlo, pero enseguida asintio con la cabeza.
– Esta tardando mucho mas de lo que habia esperado.
– Me imagino que estara deseando ir al almacen.
– Si.
– Pero no puede hacerlo porque le ha prometido que cuidaria de mi.
Una sonrisa cansada se dibujo en su cara.
– Philip no me habia dicho que era usted visionaria, miss Chilton-Grizedale.
– No se necesita una especial intuicion para ver lo preocupado que esta usted. Y yo creo que deberia ir.
– Le prometi que no me apartaria de su lado.
– Entonces, lleveme con usted. Yo tambien estoy preocupada por Philip.
El se quedo estudiando su cara durante varios segundos, con una expresion insondable en sus oscuros ojos. Luego, una lenta sonrisa hizo que los extremos de sus labios se elevaran.
– De acuerdo, iremos juntos. Esa puede ser la solucion perfecta.
En el Denby Arms, Edward abrio la puerta al oir que golpeaban de manera discreta. Un criado traia un sobre sellado con una nota en una bandeja de plata.
– Esto acaba de llegar para usted, senor -murmuro el criado-. Lo ha traido un andrajoso chiquillo, crei que deberia saberlo.
Frunciendo el entrecejo, Edward tomo la carta, cerro la puerta y abrio el sobre.
Catherine se acerco al vestibulo de casa de su padre y se encontro con Bakari, quien en ese momento leia atentamente un trozo de papel.
– He oido que llamaban a la puerta -dijo ella avanzando por el vestibulo.
Catherine se quedo mirando fijamente a Bakari, quien se guardo la carta apresuradamente en un bolsillo de su amplio pantalon.
– Imagine que habia llegado Philip -dijo ella levantando las cejas.
– No ha llegado.
– ?Quien llamo a la puerta?
– Un chico con un recado.
Como vio que Bakari no pensaba anadir nada mas, Catherine pregunto:
– ?Y que recado traia?
– Una carta. Para mi.
Obviamente, el contenido de la carta habia dejado a Bakari preocupado, y se le veia claramente agitado. Sin embargo, antes de que ella le pudiera preguntar algo mas al respecto, el murmuro:
– Por favor, disculpeme. -Y salio corriendo por el pasillo, camino a la cocina.
Mientras viajaba sentado en su carruaje, las palabras de la nota de Greybourne daban vueltas por su mente poniendole cada vez mas furioso. «He descubierto como romper el maleficio sin el trozo de piedra desaparecido. Por favor, reunete conmigo en el almacen.»
?Romper el maleficio? «No permitire que lo hagas, Greybourne», penso. «Oh, no. Todavia no has empezado a sufrir. Pero vas a sufrir, desgraciado. Vas a sufrir. Ya lo veras.»
21
Cuando Will y Robbie regresaron al almacen, anunciando que habian entregado con exito las cartas, Philip dejo escapar un suspiro de alivio. Les pago a cada uno la libra que les habia prometido, anadiendo un chelin mas por haber demostrado ser de confianza. Casi se les salen los ojos de las orbitas al ver lo que les acababa de caer del cielo. Philip sintio compasion por los dos chicos zarrapastrosos. Habia visto tantos ninos como estos, tanto en Londres como en el extranjero. Ninos que sin tener la culpa de ello se habian visto obligados a vivir en las calles, luchando para sobrevivir dia a dia. Ninos que se enfrentaban al mundo con los ojos llenos de odio, desesperacion, miedo y desesperanza. Asi habia tenido que enfrentarse Meredith al mundo, pero habia conseguido, mediante su caracter, firmeza y determinacion, no solo salir de aquella circunstancia, sino tambien ayudar a Albert y a Charlotte.