misma tarde viajarian a su finca del campo, donde pasarian una semana antes de proseguir el viaje de novios por Francia. Stephen miro disimuladamente el reloj de sobremesa e intento ocultar su impaciencia. «Ya falta poco. Muy poco.»
Tras dos horas que a el le parecieron anos, Stephen por fin ayudo a Hayley a subir al elegante carruaje negro. Ella saco la mano por la ventana y lanzo por los aires el ramo de rosas y pensamientos. El ama de llaves de Stephen, visiblemente emocionada, lo cogio al vuelo.
Stephen tomo asiento delante de Hayley e hizo una sena al chofer para que se pusiera en camino. Los invitados despidieron a la pareja de recien casados agitando las manos en el aire y Hayley les respondio con el mismo gesto hasta que desaparecieron en la distancia.
Stephen la observo encandilado, el corazon golpeandole fuertemente contra la caja toracica, el pulso acelerado y descontrolado. Era suya. Por fin.
Ella le sonrio, con ojos brillantes, y a el se le corto la respiracion. Habia tantas cosas que queria, necesitaba decirle y, sin embargo, no encontraba las palabras.
– La ceremonia ha sido hermosa, ?verdad? -pregunto ella.
El trago saliva y asintio.
– Y en el banquete estaba todo delicioso. Todo el mundo ha disfrutado de lo lindo… -Su voz se fue desvaneciendo y su expresion se torno seria-. Stephen, ?va algo mal?
Stephen carraspeo. Tenia la garganta muy seca.
– No. Todo es perfecto.
– ?Estas seguro? Pareces…
– Te quiero, Hayley. -Las palabras brotaron de su boca como el vapor saliendo a borbotones de una tetera hirviendo. Resoplo, profundamente frustrado por su incapacidad para expresar los sentimientos que se agolpaban en su interior-. Cuando te he visto en la iglesia, avanzando hacia mi, estabas tan exquisita… Eres todo cuanto podria haber sonado. -Le cogio las manos y las apreto entre las suyas-Me gustaria tener palabras para decirte lo mucho que significas para mi, lo mucho que has cambiado mi vida, lo inmensamente feliz que me haces.
– Lo se, Stephen -dijo Hayley con lagrimas en los ojos-. Me lo demuestras cada dia con las cosas tan maravillosas que haces. Tus acciones hablan de tu amor, y tu hermosa sonrisa me dice lo feliz que eres. Las palabras no siempre son necesarias.
El sintio un gran alivio interior. Ella lo entendia. Ella lo sabia.
Sin dejar de mirarse mutuamente, el se sento al lado de ella y ahueco las palmas alrededor de su rostro. Rozo suavemente los labios de Hayley con los suyos mientras el corazon le latia con fuerza, rebosante de un amor tan intenso que hasta le dolia. Cuando ella suspiro su nombre, el la rodeo con los brazos, ahondando el beso hasta que empezo a temblar del esfuerzo por contenerse.
Levantando la cabeza, Stephen miro aquellas acuosas profundidades donde flotaba el amor. Amor por el. «?Dios! ?Vaya sensacion!» Todo su cuerpo empezo a palpitar en respuesta, llenandolo de una acuciante necesidad de hacerle el amor. Justo alli. En aquel momento.
Una vivida imagen de Hayley desnuda, ofreciendosele, restregandose contra su cuerpo, relampagueo en su mente y lo obligo a ahogar un gemido. Aparto los brazos de ella de su cuello y coloco decididamente las manos de su amada sobre la falda del vestido de novia. Luego se alejo de ella al maximo en el asiento de terciopelo. Su esposa se merecia una noche de bodas en un lecho como Dios manda, con champan y luz de velas. Era un hombre capaz de controlarse. Podia esperar hasta la noche. Siempre y cuando dejara de tocarla.
En un intento de centrar la atencion en otra cosa, Stephen saco un fajo de cartas del bolsillo.
– ?Te apetece jugar a cartas?
Ella se quedo boquiabierta.
– ?Estas enfadado conmigo?
– No.
– Entonces, ?que diablos te pasa? Decias que te morias de ganas por estar a solas conmigo y ahora que lo estas, ?te apetece jugar a cartas?
El le acaricio la cara con ambas manos.
– Por supuesto que no me apetece jugar a cartas, pero no puedo seguir besandote.
– ?Puedo preguntarte por que no?
– Porque te deseo desesperadamente. ?Maldita sea! -Lo dijo como si fuera a explotarle el pecho, casi violentamente-. Si te vuelvo a tocar, no podre contenerme. Te mereces algo mejor que un rapido revolcon en un coche de caballos en marcha.
La comprension se reflejo en los ojos de Hayley, y la mirada que dirigio a Stephen transmitia tal invitacion sensual que Stephen sintio que el deseo le hormigueaba en todos los poros. El sudor le perlo la frente mientras luchaba por mantener el control.
– Si continuas mirandome de ese modo, amor mio, te desnudare en menos que canta un gallo, te lo puedo jurar.
– ?Santo Dios! -Ella deslizo la yema de un dedo por el labio inferior de Stephen-. ?En menos que canta un gallo? ?Cuanto dura eso?
Con una sola y sutil caricia, Stephen perdio la batalla.
– Estas a punto de comprobarlo.
Con un hondo gemido, Stephen deslizo los dedos por el cabello de Hayley, esparciendo alfileres a diestro y siniestro. Apreto los labios contra los de ella en un beso desesperado y dolorido que les dejo a ambos sin aliento. Si no le hubieran temblado tanto las manos, indudablemente la habria desnudado en menos de un minuto. Los dos minutos y medio que tardo casi lo matan. A pesar de sus tremulas manos, el se desembarazo de su propia ropa en menos de treinta segundos.
– Hayley -gimio Stephen, cubriendola con su cuerpo-. ?Dios, como te quiero! -Su tacto era tan increiblemente reconfortante. Parecia que habia pasado una eternidad desde que noto su piel contra la de ella por ultima vez. Cubrio la boca de Hayley con la suya y jugueteo con la lengua, introduciendosela y sacandosela freneticamente en un baile amoroso que le hizo fluir la sangre por las venas a borbotones.
Stephen intento ir despacio, pero no podia. Estaba demasiado duro, demasiado excitado, se habia contenido durante demasiado tiempo, la deseba demasiado desesperadamente. La penetro con una larga embestida que le paro el corazon y arranco un gemido entrecortado de su pecho.
Ella se apreto contra el, suspirando su nombre una y otra vez. El sintio las oleadas del climax atravesando el cuerpo de ella y exploto su pasion. La explosion duro un momento interminable y fue tan profunda que Stephen no sabia donde acababa ella y donde empezaba el. Se desplomo sobre ella, sin aliento, saciado y muy cerca de la muerte. Pasaron tres largos minutos hasta que fue capaz de levantar la cabeza y mirar a Hayley.
Ella lo miro con ojos brillantes.
– Santo Dios, creo que me gusta bastante eso de un rapido revolcon en un coche de caballos en marcha.
Stephen se tumbo al lado de Hayley y le aparto un rizo rebelde de la frente con una media sonrisa en los labios.
– Ya te habia avisado de lo que pasaria.
– ?Ah, si?
Stephen deslizo sutilmente un dedo por el puente de la nariz de Hayley.
– He intentado comportarme como un caballero, esperando a tener una comoda cama.
– Llevaba tres meses esperando, Stephen. No queria esperar mas tiempo. Ademas, la puerta del establo ya estaba abierta. Tu ya sabes a que me refiero… No veia ninguna razon para prolongar mas nuestra agonia.
Stephen solto una risita.
– Solo tu podrias pensar en vacas en un momento como este.
Un brillo malicioso ilumino los ojos de Hayley.
– De hecho, no es precisamente en vacas en lo que estaba pensado.
– ?No?
Hayley deslizo las manos por el pecho de Stephen, luego le hizo cosquillas en el abdomen con las palmas y siguio bajando hasta que sus yemas rozaron su virilidad.
– Categoricamente, no estaba pensando en vacas -musito ella, y luego deslizo la lengua por el labio inferior de Stephen mientras sus dedos rodeaban y apretaban suavemente el turgente miembro.
Stephen gimio, sin acabarse de creer que volviera a estar duro como el hierro tan pronto, pero lo estaba.