Pierre estaba comodamente instalado en la cocina de Stephen, y Grimsley, resplandeciente con su librea granate y dorada, se encargaba de contestar a la puerta. Winston estaba a cargo del mantenimiento del edificio, un trabajo que se tomaba muy en serio, tan en serio como su incipiente coqueteo con el ama de llaves de Stephen.

Y ahora, por fin, despues de tanto esperar, de tantas noches sin dormir, completamente solo, dando vueltas en su enorme cama y con el cuerpo tenso y dolorido, por fin iba a concluir la larga espera. Al dia siguiente, Hayley seria su esposa. Aquella era la ultima y maldita noche que tendria que pasar sin ella. Apoyando las botas en una otomana, Stephen cerro los ojos, recosto la cabeza en el respaldo de la silla y emitio un largo y sonoro suspiro de satisfaccion.

– Pareces bastante satisfecho -dijo Gregory mientras entraba en la habitacion. Tomo asiento en una butaca orejera que habia enfrente de Stephen.

– Lo estoy -asintio Stephen sin dudarlo. Miro a su hermano de arriba abajo. Durante los tres ultimos meses Gregory habia experimentado un profundo cambio. Desde el horrible episodio con Melissa, Gregory habia recapacitado sobre su vida y habia hecho algunas mejoras espectaculares. Ahora se tomaba las cosas mucho mas en serio y era mucho mas responsable y, por primera vez en su vida, mostraba interes por cosas distintas de si mismo. Habia dejado de jugar y de beber en exceso. Siguiendo la sugerencia de Hayley, Stephen habia encargado a su hermano la gestion de dos pequenos feudos. «Si le demuestras que crees en el y confias en el, estoy segura de que estara a la altura de tus expectativas.» Stephen se tomo aquel consejo con un gran escepticismo, pero hizo caso a Hayley y comprobo, para su sorpresa, que ella tenia razon. Gregory estaba haciendo un trabajo admirable.

Gregory levanto su copa en el aire y propuso un brindis.

– Porque, al fin, ha llegado tu ultima noche como solteron -dijo con una medio sonrisita.

– Amen -dijo Stephen fervientemente. Tras tres meses de celibato, se sentia como si estuviera a punto de explotar.

Estuvieron varios minutos sentados en silencio, bebiendo brandy y observando la danza de las llamas. Al final, Gregory rompio el silencio.

– Quiero… eh, quiero que sepas… -Empezo, pero se callo subitamente.

Stephen se volvio para mirarle y se sorprendio al ver que se habia ruborizado.

– ?Si?

– Quiero que sepas que durante los ultimos meses… -Gregory carraspeo-. Te agradezco mucho la confianza que has depositado en mi, Stephen. Soy consciente de que nunca hemos tenido una relacion muy estrecha y que, despues de lo que paso con Melissa…

– Lo que paso con Melissa no fue en absoluto culpa tuya, Gregory-dijo Stephen con voz serena.

– Supongo que no, pero sigo sin poder evitar sentirme en cierto modo responsable.

– No lo hagas. Eso es agua pasada. Y no es necesario que me des las gracias. Me has demostrado que mereces mi confianza con tu trabajo y tu buen sentido de los negocios.

Volvio a hacerse el silencio; el unico sonido en la habitacion era el crepitar del fuego.

– Hayley me cae muy bien -dijo Gregory al cabo de varios minutos-. Es como un soplo de aire fresco.

– Si, lo es. -«Aire fresco con olor a rosas.»

– Mama se ha encarinado mucho con ella, y Victoria la quiere con locura -prosiguio Gregory-. Pero lo mas sorprendente de todo es la reaccion de papa.

Stephen solto una risita.

– Si. Parece un milagro, ?verdad?

– Creo que papa ha caido bajo una especie de hechizo.

– Desde luego -asintio Stephen-. Trata a Hayley con una asombrosa ternura. Pero, en cierto modo, no me sorprende. Cuando conoci a Callie, recuerdo que me dijo que yo tambien iba a querer a Hayley, que todo el mundo la queria.

– Vaya nina tan lista -dijo Gregory con una sonrisa.

– Muy lista.

– Es una lastima que Hayley no tenga mas hermanas -dijo Gregory con tristeza-. Pamela ya esta casada, y Callie es demasiado pequena.

– Siempre te queda la opcion de tia Olivia -recordo Stephen a su hermano con una mirada maliciosa-. Creo que me has sustituido en su lista de afectos.

Gregory se rio.

– Es todo un personaje. Esta manana se me ha salido un zapato cuando estaba en el salon y me he agachado para volvermelo a poner. Tia Olivia ha entrado en el salon como Pedro por su casa y me ha preguntado que hacia. Yo le he contestado: «Se me ha salido el zapato.» Ella se ha sonrojado, me ha dicho: «Si insiste», y me ha dado un fuerte abrazo de oso. Luego me ha senalado con el dedo y me ha llamado joven desvergonzado.

Una sonrisa arqueo los labios de Stephen.

– Si. He heredado una pandilla bastante pintoresca.

– Y no te olvides de los perros -le recordo Gregory-. Ya sabes, los tres sabuesos de Mayfair [17].

Stephen resoplo.

– No me lo recuerdes.

– Por lo menos no tendras que preocuparte demasiado por que alguien pueda entrar a robar en tu casa con esas bestias dentro.

– Me siento completamente seguro -asintio Stephen-. Me temo que la porcelana sera la que se llevara la peor parte.

– Destrozaran hasta el ultimo de los muebles que posees -le aviso Gregory entre risas.

La imagen de Hayley, riendose y jugando con aquellos inmensos perros, acudio de subito a su mente.

– Desde luego. Pero me compensa con creces, Gregory. Creeme, con creces.

La boda tuvo lugar a las diez de la manana del dia siguiente en la catedral de San Pablo. Stephen estaba de pie junto al altar, al lado de Gregory, esperando con una impaciencia apenas disimulada a que Hayley recorriera el largo pasillo de la catedral.

Callie llego primero, sonriendo timidamente y esparciendo petalos de rosa. Cuando vio a Stephen, miro disimuladamente a ambos lados y luego fruncio los labios y le envio un beso. Stephen miro rapidamente a su alrededor y le guino el ojo exageradamente, lo que provoco una risita sofocada en la pequena.

Pamela fue la segunda en llegar, encantadora, con un vestido color melocoton claro. Sonrio a Stephen mientras ocupaba su sitio en la parte delantera de la iglesia. Stephen le devolvio la sonrisa y luego se quedo extasiado al divisar a Hayley. Se deslizaba lentamente por el pasillo, con la mano apenas apoyada en el brazo de Andrew.

Stephen contuvo la respiracion y sintio que se le paraba el corazon. Vestida con un sencillo y elegante vestido de saten color marfil de cola corta, era la criatura mas exquisita que habian visto los ojos de Stephen. Largos y finos filamentos de los que colgaban aguamarinas y diamantes se entrelazaban entre sus rizos castanos, titilando cuando los iluminaba la luz solar que entraba por las vidrieras de la catedral.

Pero fueron sus ojos los que cautivaron a Stephen y lo convirtieron en su eterno prisionero. Aquellos hermosos ojos de un azul cristalino lo miraban fijamente, luminosos, resplandecientes y rebosantes de un amor tan evidente que Stephen se sintio profundamente abrumado. No estaba seguro de que habia hecho para merecer el amor de aquel hermoso angel, pero iba a aceptarlo con los brazos abiertos, agradeciendoselo a Dios cada dia.

La ceremonia duro solo un cuarto de hora y, cuando concluyo, Stephen apreto la mano de su mujer («?su mujer!») contra su brazo y la condujo triunfalmente hasta la puerta de la iglesia.

De vuelta a la casa de Londres, se sirvio un suntuoso banquete de boda, pero Stephen apenas probo bocado. Lo unico en que podia concentrarse era en Hayley. Sus resplandecientes ojos azules, su radiante sonrisa y aquel atractivo rubor que coloreaba sus mejillas cada vez que se cruzaban sus miradas por encima de la mesa.

Stephen no podia esperar a tenerla solo para el, y se felicito mentalmente por su brillante plan de empezar la primera etapa del viaje de novios inmediatamente despues de la comida. No tenia ningunas ganas de pasar la noche de bodas en una casa de ciudad atiborrada de gente, por muy a gusto que se sintiera con ellos. Aquella

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