compartir Carlie y el. Tenia un sello de expiracion de dos semanas. Y los dos lo sabian. Antes de envolver otra vez la mitad del corazon, corto un trozo pequeno y se lo llevo a la boca. Era un chocolate exquisito. Saco una botella de agua y apoyo la cadera en el mostrador. Otro rapido vistazo al reloj le indico que Carlie estaba a punto de llegar.

Maldicion, llegaba tarde.

Salio de la ducha y rapidamente se envolvio con una tolla. Se pregunto por que cada vez que tenia prisa todo salia mal. Su camisa favorita, la que hacia que pareciera que tenia mas pecho del que realmente tenia, estaba en el cubo con la ropa sucia, y mientras estudiaba, los cachorros se habian metido en el cuarto de bano y llenado tres habitaciones con tiras de papel higienico.

Mientras trataba de recogerlo todo con el estorbo de los felices cachorros, su madre habia llamado dos veces. La primera para charlar y la segunda para bombardearla con preguntas despues de haber deducido que «no puedo hablar ahora, mama, estoy ocupada» era sinonimo de una cita con un hombre interesante. Despues no pudo encontrar la maquinilla de depilar y bajo ningun concepto pensaba ir a la casa de Daniel sin haberse depilado las piernas.

Y en ese momento apenas disponia de seis minutos para arreglarse y quedar espectacular. Limpio el vaho del espejo e hizo una mueca ante lo que veia. ?Seis minutos? Necesitaria mas bien seis horas. Parecia algo que los cachorros hubieran encontrado en el patio.

Hablando de los cachorros… silbo y los llamo por sus nombres. El hecho de que no aparecieran ni oyera ruido alguno solo podia significar una cosa.

Tramaban alguna travesura.

– No tengo tiempo para esto -se dirigio con rapidez a la cocina.

Al entrar, se detuvo en seco al ver abierta la puerta pequena para los cachorros. Debio de olvidar cerrarla mientras se duchaba. Abrio la puerta que daba al patio de atras y encendio la luz.

La luz inundo el lugar, iluminando su pequeno cesped lleno de agujeros. Las flores. La valla que separaba su patio del de Daniel.

A sus cachorros excavando para pasar por debajo.

– ?Deteneos! -chillo, Aferrando la toalla, salio. Debieron de oirla llegar, porque dio la impresion de que redoblaban los esfuerzos.

– ?Perros malos! ?Parad de una vez!

Las losas del patio estaban frias bajo sus pies. Al salir a la hierba, no solo la encontro fria, sino tambien humeda. Una piedra le golpeo el empeine y se pregunto si la situacion podria empeorar.

Al instante se maldijo por hacer semejante pregunta cuando los dos perros desaparecieron por debajo de la valla. Como no habia una puerta entre los dos patios, iba a tener que ir dentro, llamar a Daniel y pedirle que los capturara con celeridad antes de que pudieran excavar mas agujeros en el cesped recien reparado.

Apreto los dientes para que no le castanetearan y corrio hacia la puerta de atras. Y se dio cuenta de que las cosas aun podian empeorar bastante.

La puerta estaba cerrada.

Cuando llamaron a la puerta delantera de la casa de Daniel, el corazon le dio un vuelco. Fruncio el ceno ante lo ridiculo de la situacion.

Tuvo que obligarse para no ir corriendo.

«Calmate, se ecuanime», musito para si mismo al llegar al pequeno recibidor.

Respiro hondo para calmarse y abrio. Y se quedo mirando fijamente.

A Carlie, su piel humeda, su cabello un caos de bucles mojados. A Carlie, que solo llevaba puesta una toalla rosa que… apenas le cubria lo basico.

Habia vuelto a quedarse sin aire. Pero es que nunca habia visto a una Carlie casi desnuda.

Toda la tension acumulada a lo largo del dia rompio el dique y, dando un paso al frente, la tomo en brazos y la beso.

Ella gimio, ?o era el?, y separo los labios. Profundizo el beso y la lengua bailo con la suya. Ella le acaricio el pelo y el la abrazo con fuerza, la cabeza dandole vueltas por la mezcla de sentir sus curvas, su piel humeda y su increible fragancia.

Cuando la necesidad de arrancarle la toalla alli mismo, en el porche, amenazo con abrumarle la sensatez, alzo la cabeza.

Ella parpadeo varias veces, y luego abrio mucho los ojos. Apoyo las manos en su pecho y dijo:

– Daniel, tenemos un problema.

– No desde donde me encuentro yo.

– Estoy tan avergonzada…

– Creeme, no tienes nada de que avergonzarte -y como no la metiera pronto en la casa, terminarian por montar un espectaculo para los vecinos. Se aparto de ella para dejarla entrar-. Pasa.

– Gracias -cruzo el umbral mientras el cerraba. Luego lo tomo de la mano y tiro-. Deprisa -fue hacia la parte de atras de la casa.

– Lo que tu digas -habia planeado una seduccion lenta, pero se consideraba flexible. Estaba mas que dispuesto a darle lo que quisiera.

– Deprisa -repitio con voz jadeante y urgente, conduciendolo a la cocina.

?Un poco de accion en la encimera? Eso se ponia mejor por momentos. Se maldijo por no dejar un preservativo alli…

– Estan fuera. Espero que no lleguemos demasiado tarde -le solto la mano y abrio la puerta de atras.

– ?Estan? -pregunto Daniel desconcertado-. ?Quienes?

Pero ella ya habia desaparecido en el exterior. Su pregunta quedo respondida cuando la oyo llamar:

– M.C., G., ?donde estais? Daniel, ?puedes encender las luces, por favor?

Eso no sonaba nada bien. Obedecio de inmediato y la siguio fuera.

– Ahi estais, diablillos -exclamo Carlie, corriendo hacia el rincon izquierdo del patio, donde dos bolas de piel, una negra y la otra marron y blanca, excavaban con furia.

– ?Parad al instante! -grito sin dejar de correr.

Corriendo tras ella, Daniel observo a los cachorros detenerse y levantar las cabezas. En cuanto vieron a Carlie, dejaron de excavar. Despues de una serie de ladridos felices, corrieron hacia ella moviendo los rabos. Daniel miro el agujero que habian hecho y movio la cabeza con pesar. Menos mal que le quedaba algo de tierra y cesped.

Carlie se arrodillo sobre la hierba y fue objeto de una superabundancia de felicidad canina mientras los perros ladraban y la lamian.

– Lo siento tanto… -dijo, mirandolo al tiempo que estiraba el cuello para escapar de los intentos freneticos de M.C. y G. de besarla-. Escaparon a mi patio a traves de la puerta para perros mientras me encontraba en la ducha. Antes de poder atraparlos, habian pasado por debajo de la valla.

Daniel se puso en cuclillas junto a ella y de inmediato se vio asediado por un jubilo de cachorros.

– No es que me queje de tu atuendo, pero podrias haberme llamado -tambien el trato de evitar los besos-. Habria aguantado el fuerte hasta que te hubieras vestido.

Ella alzo a Mantequilla de Cacahuete y abrazo a la masa de pelo negro mientras el hacia lo mismo con Gelatina.

– Esa era mi intencion… hasta que descubri que me habia quedado afuera con la puerta cerrada.

Sus miradas se encontraron por encima de las cabezas de los animales y el no pudo contener una risita al ver la expresion exasperada de Carlie.

– ?Te estas riendo? -pregunto con ojos entrecerrados.

– ?Quien… yo? -se puso serio.

– Si, tu.

– Diablos, no.

– Bien. Porque no es gracioso.

– Cierto -le paso una mano por un hombro desnudo-. Tenias un poco de tierra.

– Lo que me faltaba.

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