agarro de las solapas y lo arrastro hacia ella.

– Como me beses ahora -gruno el-, te juro que no saldremos de este coche hasta…

– Perfecto -movio el trasero por encima de la palanca de cambios y se acomodo sobre su regazo-. No puedo esperar.

– Perfecto.

Le tomo la boca en un beso salvaje y exigente que la dejo sin aliento. En un abrir y cerrar de ojos, sus manos estuvieron por todas partes: coronandole los pechos, excitandole los pezones a traves del vestido, acariciandole las piernas, los muslos. Cuando las palmas se deslizaron por su trasero y descubrieron que no llevaba nada bajo el vestido, el grunido se intensifico y vibro en el aire.

Le subio la tela semielastica y ella se incorporo sobre las rodillas y quedo en cuclillas encima de el. Con las dos neuronas que aun le funcionaban, abrio su pequeno bolso de saten y extrajo el preservativo que habia guardado dentro… una tarea nada facil con los dedos magicos de Daniel acariciandole los gluteos antes de deslizarlos entre los muslos para acariciarles los pliegues humedos e inflamados.

Con el corazon desbocado, le planto el preservativo en el pecho.

– Te deseo -murmuro-. Dentro de mi. ?Ahora!

Los pocos segundos que tardo en liberar su ereccion y ponerse la proteccion casi lo lanzan al vacio.

En el instante en que termino, Carlie lo llevo a su cuerpo con un descenso que lo dejo sin aire y que se acoplo a la perfeccion al movimiento ascendente de el.

Fue una cabalgata salvaje, veloz y ardorosa. El orgasmo de Carlie entro en ella, arrastrandola y extrayendole un grito entrecortado de los labios que se unio al gemido ronco de Daniel.

Con unos estremecimientos placenteros que aun la recorrian, logro abrir los parpados pesados. En algun momento, uno de los dos debio de tirar a un lado las gafas de Daniel. Experimento una gran satisfaccion femenina al ver la expresion vidriosa de sus ojos y su piel acalorada. Con suavidad, le aparto los mechones de pelo oscuro que le habian caido sobre la cara. Y cuando encontro su mirada, descubrio que el la observaba con ojos muy serios.

Tuvo que obligarse a mantener los labios cerrados para contener las palabras completamente inaceptables que temblaban alli, anhelando ser pronunciadas.

«No te vayas».

Algo de esa angustia debio de reflejarse en su cara, porque el fruncio el ceno.

– ?Estas bien? -pregunto, acariciandole la mejilla.

No, no lo estaba. Se sentia… emboscada. Secuestrada. Y todo por el, por como la hacia sentir… por todas las cosas maravillosas que lo convertian en Daniel.

– Si, estoy bien.

El apoyo la cabeza en el respaldo del asiento, la estudio durante unos latidos y luego musito:

– Eres hermosa. Y lo eres tambien por dentro.

Carlie sintio que se le humedecian los ojos.

– Gracias. Tu tambien.

– Estas dos ultimas semanas han sido… estupendas.

– Realmente magnificas -convino ella con rapidez, aliviada de decirlo en voz alta-. Voy… voy a echarte de menos.

El no comento nada de inmediato, simplemente la miro con esa expresion indescifrable que le provoco un intenso rubor.

– Yo tambien voy a echarte de menos, Carlie. Mucho -titubeo antes de agregar-: Desearia no tener que marcharme tan pronto.

Sus palabras le atenazaron mas el corazon.

– Yo tambien. Pero tienes que irte -habia intentado sonar despreocupada, fallando miserablemente.

– Si.

Ella carraspeo y volvio a intentarlo.

– Y los dos lo sabiamos -otro fracaso.

– Si. Pero parece que las dos semanas han pasado muy deprisa.

– En un abrir y cerrar de ojos.

El parecio atribulado, confuso, y durante un momento loco ella albergo una esperanza. Pero al instante la expresion de Daniel se aclaro.

– ?Por que no entramos y vemos que se nos ocurre para nuestra ultima noche juntos? -sugirio.

Enterrada la esperanza, Carlie se obligo a asentir.

– ?Que tienes en mente?

El sonrio, aunque el gesto no dio la impresion de llegar a sus ojos.

– Estoy pensando en ti. En mi. En chocolate. Desnudos. Y no necesariamente en ese orden. Para empezar.

– Suena… estupendo -salvo por el hecho de que cuando toda esa secuencia se acabara, sabia que ya no habria mas Daniel.

Capitulo Nueve

Al mediodia del dia siguiente a San Valentin, cinco horas despues de haber despertado sola, Carlie estaba sentada en el sofa, cambiando de un canal a otro del televisor. Vestida con un chandal viejo y unos calcetines gordos de lana, se sentia tan desalinada como estaba. El cielo gris del exterior reflejaba lo que pasaba en su interior.

Habia quedado desolada al descubrir que el ya se habia ido, pero el sentido comun le decia que era lo mejor. Le habia ahorrado el bochorno de lo que sin duda se habria convertido en una despedida con lagrimas.

Con un suspiro, apago la tele y se obligo a reconocer la razon de su abyecta tristeza, porque solo podia haber una explicacion de por que sentia como si le hubieran extirpado el corazon.

Se habia enamorado.

– ?Argh! -cerro los ojos y dejo caer la cabeza en el respaldo del sofa.

«Fantastico, Carlie». Si enamorarse en el momento inoportuno del chico inoportuno fuera una prueba olimpica, ella ganaria la medalla de oro. Su unica esperanza era que ese ataque de amor se desvaneciera pronto. Quiza un bano caliente y un poco de chocolate la ayudaran a superarlo.

Oh, si… eso la ayudaria. «No». En su mente se materializo una imagen de los dos en la banera y gimio. Y probablemente durante los proximos cincuenta anos, cada vez que comiera chocolate pensara en Daniel.

Suspiro, se puso de pie y fue al cuarto de bano, decidida a echarse agua fria en la cara y despertar de una maldita vez. Tenia que leer un capitulo antes de su clase de esa noche. No habia nada como un par de horas de quimica organica para apartarle la mente de Daniel y su corazon maltrecho. Se concentraria en la universidad y se olvidaria de el. Era un plan excelente.

Entro en el cuarto de bano, encendio la luz e hizo una mueca cuando la luz desnuda le invadio los ojos. Luego miro el espejo. Y reculo aterrada.

Parecia algo que ni siquiera los cachorros querrian enterrar en el patio. Su pelo era el nido de una rata, salia erizado en todos los angulos. Tenia los ojos hinchados con manchas de rimel debajo. Piel palida, con surcos de lagrimas, la nariz roja… cielos. Seguia aterrada cuando sono el timbre. Los cachorros comenzaron a ladrar con furia y los oyo correr hacia la puerta.

– Tranquilos -dijo al entrar en el pequeno recibidor.

Como era su costumbre, miro por las ventanillas que flanqueaban la puerta. Y se quedo helada. Durante unos tres segundos. Luego abrio y miro a Daniel en mudo asombro.

Mientras los cachorros lo recibian alborozados, ella logro decir:

– Hola.

– Hola -se subio las gafas y parpadeo-. ?Estabas mirando una pelicula de miedo?

– ?Una pelicula de miedo?

– Tienes ese aspecto de pelo de punta -le miro el chandal viejo y sonrio-. Estas…

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