hubiera contratado para ser su aconipanante durante el viaje. Sin su ayuda no podria haberse pagado el pasaje hasta Inglaterra. No podia negar que el caracter animado y hablador de la baronesa, junto con la energia inagotable de sus mascotas, habia aliviado en gran parte la soledad en la que Allie habia vivido durante tanto tiempo.

– ?Me buscaba, lady Gaddlestone?

– Si, querida. Queria aprovechar este momento de calma para agradecerte tu excelente compania durante el viaje. Mi acompanante anterior, que fue conmigo hasta America, resulto ser de lo mas insatisfactoria. -Se inclino para acercarse mas a Allie y le confeso-: Varias veces detecte un cierto olor a conac en su aliento. Escandaloso. Pero lo peor fue que no tenia ninguna paciencia con los chicos. Edward, Tedmund y Frederick no la soportaban. Oh, esa tal senora Atkins era completamente horrible, ?no es cierto, chicos?

La baronesa arrugo la nariz y fingio estremecerse; los chicos entrecerraron los ojos y gruneron asintiendo. Allie casi los podia oir diciendo: «Si, mama, era horrible, y si se atreve a volver, le morderemos los tobillos. nos comeremos sus zapatos y haremos pipi en su cama… de nuevo.»

– Pero tu, querida -prosiguio la baronesa, sonriendo carinosamente a Allie-, tu eres lo que yo llamo una amante de los perros. No todo el mundo lo es, sabes?

– Yo tambien he disfrutado de su compania, lady Gaddlestone. -Miro hacia los perros y les hizo un guino-. La suya y la de los chicos.

– Si, bueno, espero que tambien disfrutes de tu visita a mi pais. -Su mirada recorrio el traje de luto de Allie. La compasion dulcifico los rasgos de la baronesa, que extendio los brazos y tomo a Allie de las manos-. Es evidente que adorabas a tu David, pero tres anos son luto mas que suficiente, querida. Entiendo pertectamente que te cueste seguir adelante. ?Cielos! Cuando murio Gaddlestone, pense que nunca me recuperaria. Pero el tiempo cura esas heridas.

Allie apreto los labios para evitar que le temblaran.

– Algunas heridas nunca acaban de sanar -dijo en voz baja.

– Se como te sientes, querida. Pero aun eres joven. No te cierres a la posibilidad de encontrar de nuevo la felicidad. Estamos en plena temporada. Una sola palabra de tu amiga, la duquesa de Bradford, te abriria la puerta de cualquier velada a la que quisieras asistir. Te iria bien hacer un poco de vida social.- Su mirada se volvio reflexiva-. Recuerdo que dijiste que el cunado de la duquesa te recibiria en el muelle, ?no?

– Si.

– Un joven muy apuesto -comento la baronesa-. Lo conozco desde que era un nino. Siempre animado y bastante encantador. Claro que tuvo unos lios hace algunos anos, algun tipo de infraccion o algo… -Fruncio el ceno-. No puedo recordar los detalles. En aquel tiempo, yo estaba de viaje por el norte y mi memoria ya no es lo que era. De lo mas irritante. -Relajo el ceno-. Oh, pero ya sabes que esos cotilleos se disparan y luego se olvidan en cuanto surge una nueva habladuria. Recuerdo con claridad que el asunto con lord Robert ocurrio justo antes de que la unica hija de lord Feedly se escapara con uno de sus lacayos,. iOh, que escandalo! Esa noticia eclipso todo lo demas en aquel momento, y me llego, aunque yo estaba en Newcastle. Tambien recuerdo que la infraccion de lord Robert no tenia nada que ver con ninguna joven, asi que no tienes por que preocuparte. Lord Robert siempre ha sido un perfecto caballero. -Agito la mano en un gesto desdenoso-. Claro que los jovenes tienen tendencia a meterse de lleno en al menos un lio, y este ocurrio hace mucho tiempo. Estoy segura de que sera un perfecto acompanante durante tu viaje hasta Bradford Hall.

La baronesa le apreto las manos una ultima vez, luego se las solto.

– Vamos, chicos -dijo-. Es hora de vuestro tentempie de la manana, antes de desembarcar. -Mientras los chicos tiraban de ella, la baronesa se volvio hacia Allie-. Te vere en el muelle, querida. Seguro.

Sola de nuevo, Allie se llevo la mano al hondo bolsillo y saco la ultima carta que habia recibido de Elizabeth, mas conocida como la duquesa de Bradford. La corta misiva habia llegado a sus manos dos semanas antes de partir hacia Inglaterra.

Desdoblo las hojas de papel vitela y volvio a leer las palabras, aunque ya se las sabia de memoria:

Querida Allie:

No puedo explicarte lo nerviosa que estoy ante la perspectiva de tu visita. Ardo en deseos de que conozcas a mi maravillosa familia, sobre todo a mi esposo y a mi encantador hijo. Por desgracia, no podre ir a esperarte a Londres como habia planeado, pero es por una buena razon. Justo cuando tu barco arribe a puerto, ?Austin y yo estaremos esperando el nacimiento inminente de nuestro segundo hijo! Asi es, para cuando llegues a Bradford Hall, ya habre vuelto a ser madre. Pero no pienses en absoluto que tu visita pueda ser inconveniente. Despues de dar a luz a James, me recupere con lo que Austin llama «velocidad alarmante» y, como bien sabes, soy muy fuerte. Y no te preocupes por el viaje hasta Bradford Hall. La propiedad se halla a varias horas de viaje de Londres, pero ya he conseguido que el hermano de Austin, Robert, me prometa ir a buscarte al barco y acompanarte hasta aqui. Te adjunto un retrato de Robert, y a el le dare uno tuyo, para que os podais reconocer con facilidad en el muelle.

Cuento los dias hasta que nos veamos de nuevo, Allie. ?Te he echado tanto de menos!

Deseandote un buen viaje, se despide de ti, tu amiga,

ELIZABETH

Allie se quedo conteniplando esas dos ultimas palabras, que siempre le provocaban un dolor en el corazon. Tu amiga.

«Si, Elizabeth. Tu siempre has sido mi amiga. Si solo lo hubiera valorado y entendido mejor… Bendigo tu caracter comprensivo.»

Respiro hondo, y lentamente puso la carta detras de la segunda hoja de vitela para contemplar el retrato del cunado de Elizabeth. El talento de esta para el dibujo habia aumentado con los anos, y la imagen parecia saltar del papel.

Seria facil reconocer a aquel hombre en medio de la multitud. Recorrio las facciones del joven con la mirada y se le hizo un nudo en el estomago. Le recordaba a David en tantas cosas… La sonrisa ladeada, los ojos risuenos y el encanto juvenil reflejado en su expresion. Excepto que lord Robert Jamison era aun mas apuesto que David, algo que no hubiera creido posible.

Las palabras de lady Gaddlestone le volvieron a la cabeza: «Tuvo unos lios hace algunos anos, algun tipo de infraccion o algo…» ?Que habria hecho? En el mismo instante en que se le ocurrio la pregunta, la aparto de su mente. No importaba su aspecto. El unico interes que le despertaba era el deseo de que se la llevara lejos de los muelles y de la amenaza que sentia, lo mas rapidamente posible. Aun asi, sintio una punzada de culpabilidad al pensar en el viaje que habia tenido que realizar para acudir a recibirla.

?Como reaccionaria cuando le dijese que no tenia intencion de ir a Bradford Hall con el?

Robert Jamison se hallaba en el muelle observando a la tripulacion del Seatuard Lady asegurar los amarres del majestuoso bajel. Respiro hondo, llenandose los pulmones, y una sonrisa le cruzo el rostro. Amaba los muelles. Le encantaba la vision de los marineros trabajando al unisono, arriando las velas y asegurando las maromas. Le fascinaba la cacofonia de los vendedores, que anunciaban de todo, desde porciones de carne hasta balas de seda de colores. Incluso le gustaba la fuerte mezcla de olores que se combinaban con el penetrante aire marino para crear un aroma que no se podia encontrar en ningun otro lugar de Inglaterra.

Escruto los rostros de los pasajeros que esperaban para desembarcar, pero no vio a nadie que se pareciera a la sonriente joven del dibujo que habia hecho Elizabeth. Claro que era imposible distinguir los rasgos a esa distancia. Como el resto de la gente que se hallaba alli para recibir a los pasajeros, estaba esperando a una distancia segura, lejos de los cabrestantes que descargaban el equipaje de los pasajeros y la carga del barco.

Saco el dibujo del bolsillo del chaleco y volvio a contemplar el rostro que habia picado su curiosidad desde el primer momento en que lo vio, meses atras, cuando Elizabeth le habia entregado el retrato y le habia pedido que fuese a recoger a la senora Brown al puerto. Era uno de los rostros mas atractivos que habia visto nunca, encantador no solo por las agradables facciones sino tambien por la alegria que aquella sonrisa sugeria. Lo calido y risueno de los ojos. Y tambien por un algo de diablillo travieso que parecia desprenderse del papel. No tendria problemas para reconocer a aquella mujer en medio de cualquier multitud. El pulso se le aceleraba con solo pensar que veria a esa hermosa criatura en persona. Y sabia que en eso confiaba Elizabeth.

Volvio a guardar el dibujo en el bolsillo y recordo el comentario que le habia hecho Elizabeth cuando se

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