disponia a partir de Bradford, el dia anterior. “Quiza te guste mi amiga”, le habia insinuado, una frase que habia oido a los miembros femeninos de su familia mas veces de las que podia contar. Desde que el ano anterior habia comentado de pasada que le gustaria sentar cabeza y tener una familia propia, su hermana, su cunada y su madre se habian dedicado a sembrar su camino de jovenes solteras. Al principio no se habia quejado de sus esfuerzos, ya que su propia busqueda de esposa no proporcionaba ningun resultado. Y no podia negar que habia conocido una sorprendente cantidad de damas encantadoras, algunas de las cuales le habian gustado bastante y otras tantas con las que habia compartido discretamente algo mas que un vals.

Sin embargo, como el tiempo pasaba y no elegia a ninguna por esposa, las presentaciones se habian ido tornando mas incomodas, y la familia, sobre todo Caroline, se iba impacientando con el.

– ?Que diantre te pasa? -le preguntaba su hermana siempre que no se enamoraba locamente de la ultima chica que le habia presentado-. Es hermosa, agradable, docil, rica y, por motivos que no puedo explicarme, te adora. Pero ?que es lo que estas buscando?

Robert no lo sabia, pero si sabia que no habia encontrado a la unica. La que le hiciera sentir ese algo especial, esa chispa fugaz que veia siempre que Austin y Elizabeth intercambiaban una mirada, siempre que Caroline y su marido, Miles, se hallaban en la misma habitacion, siempre que su hermano William sonreia a su esposa Claudine. La habia visto todos los dias mientras crecia, entre sus padres, hasta que su padre murio. No sabia ponerle un nombre, no era capaz de explicarla.

Pero, por todos los demonios, el tambien la queria.

Deseaba la felicidad y la satisfaccion de que disfrutaban sus hermanos. Demonios, le parecia que le habian presentado a todas las mujeres solteras del pais. Pero tal vez su suerte estuviera a punto de cambiar. Elizabeth pensaba que la encantadora senora Brown podia gustarle. Hasta recordaba sus palabras exactas:

Tengo la sensacion de que en Londres encontraras la felicidad cine buscas.

Y las sensaciones de Elizabeth tenian tina curiosa manera de convertirse en realidad. Sin duda, la forma en que su intuicion, o percepcion, o vision, o como se le quisiera llamar, habia conducido al increible rescate de su hermano William, era legendaria en la familia, ademas de ser un secreto muy bien guardado. Habian optado por no explicarlo a nadie, para no exponer a Elizabeth a la inevitable curiosidad y el escepticismo que su extrano talento, sin duda, hubiera despertado.

?Se referirian esas palabras a la senora Brown? ?O habia querido decir que encontraria una cierta paz, un cierto alivio para el peso que sentia en el corazon? Una serie de imagenes le pasaron por la cabeza, y se encogio como si fuera a recibir un golpe. El fuego que ardia sin control. Los gritos de panico de los hombres, los relinchos aterrorizados de los caballos. El rostro de Nate…

Cuando pidio que le explicara su criptico comentario, Elizabeth simplemente le honro con una de esas sonrisas femeninas indescifrables que afirman: «Se algo que tu no sabes.» Bueno, pues el lo sabria, fuera lo que fuera, bien pronto: los pasajeros estaban desembarcando.

Alargo el cuello, y escruto el rostro de cada persona que se acercaba. Un par de hombres jovenes. Claro que no. Un caballero de mediana edad, seguido de una pareja con aspecto cansado, cada uno sujetando a un nino. Robert sonrio a los ninos y recibio unas muecas desdentadas como respuesta. Devolvio su atencion a los pasajeros. Marco con un «no» mental a un clerigo, a un apuesto caballero y a un grupo de habladoras matronas que pasaron frente a el.

Su mirada se desvio hacia una mujer vestida de luto de la cabeza a los pies, y otro «no» se formo rapidamente en su cabeza. Aunque Elizabeth le habia explicado que la senora Brown era viuda, su marido habia muerto hacia anos. Ya no llevaria ropas de luto.

Pero habia algo en el rostro de la mujer que le hizo mirarla por segunda vez. Los ojos separados y el intrigante hoyuelo en medio de la barbilla… y la manera en que lo estaba mirando, como si lo reconociera.

Se sintio confuso, y alzo una mano para protegerse los ojos del sol. Aquella no podia ser la mujer. ?Donde estaba la radiante sonrisa? ?La alegria que despedia? ?El toque de diablillo travieso? La tristeza y la seriedad envolvian a aquella mujer como una oscura nube. Robert miro detras de ella, pero el unico pasajero que quedaba era una gruesa matrona que batallaba por la pasarela con un trio de escandalosos perritos blancos.

Volvio a mirar a la mujer de negro. Ella camino directamente hacia el, mientras escrutaba su rostro. Robert vio fugazmente un perdido mechon marron que se escapaba del negro sombrero de la niujer. La reconocio de repente, y aunque supo sin lugar a dudas que era la senora Brown, su mente aun se negaba a ver en esa mujer a la del retrato que Elizabeth le habia dado. Eran exactamente iguales… pero no se parecian en nada.

– Usted debe de ser lord Robert Jamison -dijo, deteniendos a unos cuantos pasos de el-. Lo he reconocido por el dibujo que Eli zabeth me envio.

«Desearia poder decir lo mismo.»

Era imposible que aun estuviera de luto por su marido. Pero seguramente se trataba de eso, ya que Elizabeth no le habia mencionado que la senora Brown hubiera sufrido alguna perdida mas reciente. Sintio compasion por ella. Sin duda debia de haber adorado a su marido y su muerte la habia consumido de aquella manera tan dramatica. Los ojos del color del buen conac anejo, parecian angustiados y tensos en su palido rostro. Que pena que el luto la hubiera marcado asi. Que injusto que el hombre a quien amaba hubiera sido apartado de ella, Llevandose consigo la risa y la alegria de su esposa. Se la veia pequena y terneros en esos severos ropajes, como si el dolor se la hubiera tragado por completo. Robert dejo a un lado la decepcion y la pena que sentia por ella esperando que no se le hubiera reflejado en el rostro, y le ofrecio su sonrisa mas encantadora acompanada de una formal reverencia.

– Cierto. Y usted debe de ser la senora Brown.

– Si. -Ni siquiera la sombra de una sonrisa aparecio en aquel rostro. Su expresion se hizo incluso mas grave mientras recorria con mirada el lugar donde se hallaba. Robert la contemplo; se sentia extranamente falto de palabras. Se devano los sesos buscando algo que decir, pero ella lo dejo sin habla al acercarse mas a el. Estaba tan cerca que la punta de sus zapatos le tocaban las botas y la falda negra le rozaba h pantalones. Tan cerca que sintio su perfume, una seductora mezcla de aire marino e inspiro profundamente algun tipo de flor. Antes de que tuviera tiempo de identificar la delicada fragancia, ella apoyo la mano enguantada en su manga y se alzo de puntillas, inclinando hacia el.

iIba a besarlo! ?Era asi como hacian las cosas en America? La unica otra americana que conocia era Elizabeth, y no podia negar que esta se comportaba de una forma directa y amistosa, aunque no tan directa como eso. Pero no podia herir los sentimientos de la senora Brown rechazando su saludo tan poco britanico.

Inclino la cabeza y rozo con sus labios la boca de ella. Y se le paralizo todo el cuerpo. Durante unos segundos fue incapaz de moverse. No podia respirar. No podia hacer otra cosa que mirar fijamente los sorprendidos ojos de la mujer, mientras dos palabras inesperadas le resonaban en la cabeza.

«Por fin.»

Fruncio las cejas y se agarro de ella como si se hubiera convertido en una columna de fuego. Por fin. Por todos los demonios, se habia vuelto loco. Su proxima parada seria el manicomio estatal.

Las mejillas de la senora Brown se habian tenido de rojo.

– ?Que diantre esta usted haciendo? -pregunto en una voz que temblaba de inconfundible indignacion.

?Que mal trago! Fuera lo que fuese lo que ella pretendia, era evidente que no era su intencion que la besara. Y el deseaba con toda su alma no haberlo hecho. La boca todavia le hormigueaba con la insinuacion de su sabor, y casi no podia resistir el impulso de lamerse los labios. O el de inclinarse sobre ella y lamerle los suyos.

Claramente turbado, Robert recorrio con la mirada el rostro de la joven, su atractivo rubor, las oscuras pestanas que enmarcaban los ojos, entre dorados y marrones, el hoyuelo que le agraciaba la barbilla, luego los labios… unos labios hermosos y gruesos. Humedos, deliciosamente rosa, el inferior sensualmente lleno, y el superior, aunque pareciera imposible, mas lleno aun.

?Dios! ?Que clase de canalla era para atreverse a tener el mas minimo pensamiento lascivo hacia ella? ?Pero si estaba de luto! Aunque tampoco era que hubiese tenido un pensamiento lascivo. Claro que no. Ese cosquilleo inexplicable que sentia solo era… sorpresa. Si, solo era eso. Ella le habia sorprendido. ?Y la sacudida que habia notado? Simplemente bochorno. Si, se habia comportado como un burro. No era la primera vez, y por desgracia, dudaba de que fuera la ultima.

Aliviado de haber vuelto a poner las cosas en la perspectiva correcta, dio otro paso hacia atras.

– Mis disculpas, senora. No queria ofenderla. Le aseguro que pense que usted tenia intencion de besarme.

– ?Y por que iba a querer hacer una cosa asi?

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