Cada uno de esos traviesos gatitos o ha sido padre o ha producido varias camadas, y al perrito se le podria denominar el Mayor Perro del Reino. Se llama Pirata, pero yo lo llamo C.L.

Allie aparto lentamente la vista del cuadro y la fijo en lord Robert.

– ?C.L.?

– Abreviatura de Caballo Ladrador. Lo entendera en cuanto lo vea, se lo aseguro. -Le dedico una breve sonrisa y luego miro hacia el reloj que se hallaba sobre la repisa de la chimenea-. Si no le importa, la dejare sola un rato. Tengo que pasar por mis habitaciones, y debo enviar esa nota a Elizabeth y Austin. Luego, si lo desea, puedo regresar y podriamos cenar juntos.

Allie dudo por un momento, estudiando el apuesto rostro del joven. ?Que enganos se ocultaban tras la calidez que radiaba de sus oscuros ojos azules? ?Que secretos enmascaraba su amistosa sonrisa? Lo ignoraba, pero la experiencia le habia ensenado a sospechar que debajo de sus encantadores modales debia hallarse alguna clase de engano o insinceridad. Aun asi, puesto que se encontraba en casa de su hermano, no podia negarse a cenar con el.

– Me parece perfecto, lord Robert.

– Excelente. Mientras tanto, si necesita cualquier cosa, digaselo a Carters, aunque es tan espantosamente eficiente que, sin duda, sabra lo que desea o necesita antes de que usted misma se de cuenta. Y no deje que su aspecto la intimide. -Se inclino hacia delante como si fuera a confiarle un secreto, y Allie aspiro la refrescante fragancia de la ropa recien lavada, mezclada con otro aroma fresco y boscoso que no sabia situar, pero que era sin duda agradable-. En caso de que haya escapado a su atencion -explico lord Robert en un tono conspiratorio-, le advierto que Carters es penosamente serio. Austin jura que lo ha visto reirse con Elizabeth, a lo cual solo puedo responder que Austin debe de ser tonto, porque en toda mi vida nunca he visto a Carters ni sonreir. Y creame, no sera porque no lo haya intentado. Conseguir que Carters sonria se ha convertido en algo asi como un reto, pero por ahora sigo sin lograrlo. Por tanto lo he motejado senor C.F. -Ante la mirada inquisitiva de Allie, clarifico-: Senor Ceno Fruncido. -Le lanzo una sonrisa a la que Allie supuso que muy pocas mujeres serian inmunes y luego le hizo una reverencia-. Buenas tardes, senora Brown. Espero con impaciencia la cena de esta noche. -Salio de la sala y cerro la puerta tras de si.

Allie se apreto el vientre con las manos y suspiro aliviada. Gracias a Dios que lord Robert se habia ido. De alguna forma, el joven la hacia sentir falta de espacio aunque los separaran varios metros. Y se negaba a sentirse divertida por el mote que le habia puesto a Carters. O al perro de Elizabeth.

No podia decidir que era peor, si sus amables bromas, que la habian hecho sentir una inesperada e indeseada calidez, o su compasion, que le habia provocado un sentimiento de culpa. Se miro el negro vestido. Como el resto del mundo, lord Robert habia supuesto que su traje de viuda significaba que aun lloraba la muerte de David. Y como al resto del mundo, no lo habia sacado de su error.

?Como podia compartir la humillacion de saber que si aun llevaba las ropas de viuda era porque no podia pagarse otras? ?Que no se las podia permitir porque su marido habia resultado ser un criminal, y todo su capital se habia agotado por su decision de indemnizar a la gente a la que su marido habia timado?

Claro que llevar los vestidos de luto le proporcionaba otra ventaja, aparte de ahorrarle dinero. Alejaban a cualquier posible pretendiente. Y otro hombre era sin duda la ultima cosa que queria.

Aun asi, odiaba la falta de sinceridad, y sentia remordimientos por tal engano. Pero apartaba de si la culpabilidad con firmeza. No cabia ninguna duda de que lord Robert Jamison no era mas que cristal tallado: hermoso para contemplar, capaz de retener la atencion de cualquiera durante un corto periodo de tiempo, pero sin la mis ligera sustancia detras del brillante exterior. La sombra de algun secreto le oscurecia la mirada, y segun lady Gaddlestone, alguna falta empanaba su pasado. Si, ya conocia a los de su tipo, y era una experta en tratar con hombres asi.

Pero tenia que dejar de pensar en el. Lo primero era un buen bano para librarse de los restos del agua de mar.

Luego necesitaba alquilar un vehiculo.

En su casa de Grosvenor Square, Geoffrey Hadmore, conde de Shelbourne, se hallaba sentado ante el escritorio de caoba de su estudio privado. Lentamente, alternaba la mirada entre el deslustrado anillo de plata que descansaba sobre la pulida madera y el hombre que acababa de entregarselo, al tiempo que intentaba dominar la tempestad que se iba formando en su interior. Se enorgullecia de mantener siempre una apariencia de calma, a diferencia de muchos de sus iguales, que eran dados a vulgares estallidos emocionales.

Aun asi le costaba no saltar y rodear con las manos el escualido cuello de Redfern. Su escualido y estupido cuello. Alzo el anillo y lo sostuvo entre el indice y el pulgar, luego clavo en Redfern su mas gelida mirada.

– ?Que es esto, Redfern?

Redtern tuvo la temeridad de mirarlo como si fuera el tonto del pueblo.

– Es el anillo que me pidio que robara a la senora Brown.

– Dime, Redtern -repuso Geoffrey con una voz mortalmente tranquila, ?se parece esto en algo a un anillo con un escudo de armas?

Redfern se rasco su escaso cabello gris.

– Ni de lejos. Pero era el unico anillo que tenia la dama. Busque en su camarote con mucho cuidado.

– ?Estaba este anillo en una caja?

– No, milord.

– Bueno, pues este no es el anillo correcto -dijo Geoffrey con voz glacial. Has fallado miserablemente en una tarea bien simple: conseguir el anillo y la caja que va con el, y luego librarte de la mujer. ?Has conseguido el anillo y la caja?

Las mejillas de Redfern se tornaron de color escarlata.

– Al parecer, no.

– ?Y te has librado de la mujer?

– No, pero no porque no lo haya intentado. Esa maldita mujer siempre estaba con aquel infernal vejestorio de baronesa Y sus chuchos gritones. Pero no se preocupe, milord. Manana me encargare de la senora Brown.

Maldicion, suponia que debia de estar agradecido a Redfern por haber fallado en sus intentos de matar a la senora Brown. La necesitaba viva hasta que tuviera el anillo, y la caja. Pero una pregunta que le habia atormentado todos los dias regreso de nuevo: ?y si ella no tenia el anillo?

Si ella no tenia el anillo… Cerro los ojos con fuerza, intentado, sin lograrlo, contener la avalancha de horribles posibilidades. ?Y si lo habia perdido? ?O vendido? ?Y si estuviera en alguna polvorienta tienda de empenos de America, esperando a que alguien lo comprara y descubriera el terrible secreto que podia arruinar su vida?

Un dolor agudo se le clavo en los ojos y apreto los dientes, obligandose a concentrase en el problema inmediato. Tenia que descubrir si ella tenia el anillo, ven tal caso, recuperarlo. Y si no lo tenia, aun tendria que averiguar si habia descubierto su secreto.

– No vas a matar a la senora Brown. No hasta que yo tenga mi anillo. -?Donde se halla ahora?

– La segui hasta una casa elegante de la ciudad. En Mayfair, en Park Lane. El numero seis.

Un ceno unio las cejas de Geotfrey.

– Esa es la residencia del duque de Bradford.

Los ojos de Redfern destellaron al reconocer el nombre.

– Ese era el nombre del tipo del que oi hablar a la senora Brown y a la vieja en el barco. Al parecer, la senora Brown es una gran amiga de la duquesa. Crecieron juntas o algo asi. Creo que hasta menciono que son primas lejanas.

Geoffrey se levanto y camino sobre la alfombra persa, marron y dorada, hasta las licoreras de cristal que habia cerca de la ventana. Se sirvio un conac, luego se quedo mirando las profundidades ambar del licor mientras el estomago se le retorcia ante las noticias de Redfern. Era muy mala suerte que la senora Brown tuviera relacion con la familia Bradford. Si el duque llegara a enterarse de algo…

Se deshizo de esa idea, descartando la posibilidad. Si la senora Brown planeaba sacarle dinero, no iria a compartir esa informacion con Bradford, ni con nadie mas. Todo el mundo sabia que el duque y la duquesa se hallaban en su casa de campo, esperando el nacimiento de su hijo. Si la senora Brown habia viajado a Inglaterra para visitar a la duquesa, entonces ?por que no habia ido a Bradford Hall? ?Se habria quedado en Londres para verle a el? ?Para chantajearlo? De ser asi, entonces sin duda debia de tener el anillo.

«En tal caso, no lo tendra por mucho mas tiempo, senora Brown. Y en cuanto el anillo este en mi poder, su utilidad habra acabado. Lo mismo que usted.»

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