es una suerte que yo posea una constitucion robusta. De lo contrario, me habrias dado un susto de muerte. - Mirandolo de nuevo a los ojos, anadio rapidamente-: Pero ya hemos discutido sobre eso. Tengo entendido que querias hablar conmigo.

Austin titubeo, inseguro respecto a como debia abordar el tema. Por lo general nunca le faltaban palabras, sobre todo delante de una mujer, pero, por otro lado, nunca le habia propuesto matrimonio a nadie. Se aclaro la garganta.

– Confio en que seras consciente de que, a causa de lo sucedido anoche y del hecho de que nos sorprendiesen juntos esta manana, tu reputacion esta en peligro.

Ella enarco las cejas.

– ?Han estado chismorreando por ahi las hermanas Digby a pesar de que han prometido no hacerlo? Caroline practicamente me ha tenido prisionera en su habitacion desde que hemos regresado a la casa esta manana, y se ha negado a hablar del asunto conmigo hasta que tu y yo mantengamos una conversacion al respecto. Si se esta cociendo un escandalo, debe de haber algo que podamos hacer para acallar los rumores. Despues de todo, nada ocurrio entre nosotros.

– ?Ah no? -Extendio el brazo y con la punta del dedo le acaricio la nariz cubierta de palidas pecas-. Nos besamos. -Bajo la voz hasta hablar en un ronco susurro-. Pasamos la noche juntos a solas. Nos descubrieron al uno en brazos del otro.

Las mejillas de Elizabeth se pusieron coloradas.

– Estabas herido y yo te ayude. Eso de que pasamos la noche juntos no viene a cuento en absoluto, y, ademas, era inevitable. Seguro que cualquiera lo comprenderia.

– Nadie lo comprenderia, Elizabeth. Y menos aun tu tia.

– Madre mia, ?ha estallado un escandalo?

– No.

– Entonces tia Joanna no…

– Ella lo sabe.

– ?Ah si? ?Y tu como lo sabes?

– Porque se lo he dicho yo.

Elizabeth se puso en jarras y lo fulmino con la mirada.

– Por lo visto no era la indiscrecion de las Digby lo que teniamos que temer. ?Que le has dicho exactamente?

– La verdad. Que mis heridas, junto con la tormenta, nos obligaron a pasar la noche juntos y sin vigilancia.

– ?Se mostro muy disgustada tia Joanna?

– No cuando le hube asegurado que tu no saldrias perjudicada por ningun escandalo. En realidad, se ha mostrado bastante conforme con mi solucion.

– ?Que solucion?

– Que tu y yo nos casemos.

Elizabeth se quedo inmovil, el asombro personificado. Lo miro fijamente durante un minuto entero, en el silencio mas absoluto que el hubiese oido jamas. Con cada segundo que pasaba, el corazon de Austin latia mas despacio y mas fuerte, hasta que sintio que tenia el pecho a punto de estallar. Finalmente, Elizabeth carraspeo y hablo.

– Debes de estar bromeando.

Esta vez fue Austin quien se quedo estupefacto. No sabia muy bien que reaccion esperaba, pero no se le habia ocurrido que ella pudiese tomarselo a broma.

– Te aseguro que hablo muy en serio -dijo con sequedad-. Cuando seas mi esposa, nadie se atrevera a decir una sola palabra contra ti. Cualquier desliz que hayamos cometido antes de los esponsales se nos perdonara, considerando que ibamos a casarnos en el futuro inmediato.

Ella entrelazo las manos y comenzo a retorcerse los dedos.

– Austin, te agradezco mucho tu noble gesto, pero no creo que estas medidas tan drasticas sean necesarias.

– Estas medidas son absolutamente necesarias. Aunque tu decidieras cargar con una reputacion danada, el escandalo alcanzaria a lady Penbroke. No querras verla relegada al ostracismo social, ?verdad?

– ?Por supuesto que no! Tia Joanna ha sido de lo mas amable conmigo.

– ?Y quieres corresponder a su amabilidad poniendo en peligro su posicion en la alta sociedad?

Ella abrio mucho los ojos, angustiada.

– ?No! Pero…

– Entonces el matrimonio es la unica manera de protegerte y protegerla a ella -asevero, asombrado (y, maldita sea, irritado) ante la evidente renuencia de Elizabeth a convertirse en su esposa.

Sus ojos castanos con reflejos dorados destilaban tanta preocupacion que el se pregunto si le habia propuesto matrimonio o cubrirla de brea y plumas. Pese a la irritacion que se habia aduenado de el, sintio unas leves e inesperadas ganas de reirse. No de ella, sino de el mismo y su propio engreimiento. Nunca se habia imaginado que algun dia tendria que convencer a una mujer para que se casara con el.

Con solo mirarla a la cara, supo que eso era justo lo que tendria que hacer.

– Infiero de tu expresion, que no puedo calificar sino de atribulada -le dijo en un tono ligeramente burlon-, que no has tenido en cuenta los beneficios que podria conllevar el casarte conmigo.

Su orgullo se llevo otro golpe al ver la expresion confundida que asomaba al rostro de Elizabeth.

– ?Ventajas?

– Si, es una palabra que usamos en Inglaterra para referirnos a «cosas buenas». Por ejemplo, serias una duquesa.

Ella palidecio por completo.

– ?No quiero ser una duquesa!

Hasta ese momento, Austin habria apostado la vida a que nunca oiria semejantes palabras de boca de una mujer. Antes de que pudiese discurrir una respuesta, ella echo a andar de un lado a otro de la estancia.

– ?No ves que soy un fracaso social y seria una duquesa pesima? -dijo ella-. La gente se reiria a mis espaldas. Soy torpe. No se nada sobre la moda. Soy un desastre como bailarina. Y, por si no lo habias notado, mi estatura es grotesca.

Austin apreto las mandibulas.

– Nadie se reira de la duquesa de Bradford. -«No si quieren conservar todos sus dientes», penso-. En cuanto a lo demas, no te costara aprender lo que haga falta sobre moda y baile. Tu tia, mi madre y Caroline te ensenaran todo lo que quieras y mas.

Ella se detuvo de golpe y se encaro con el, esbozando una sonrisa.

– Veo que se te da bien lo de solucionar problemas. ?Que solucion propones para la cuestion de mi estatura?

El se acaricio la barbilla, fingiendo meditar sobre el asunto.

– A mi personalmente me gusta la altura tan accesible a la que tienes la boca, y no se si te has fijado, pero soy mas alto que tu.

Los ojos de Elizabeth se llenaron de ternura.

– Oh, Austin, es maravilloso que estes dispuesto a sacrificarte de este modo, pero no puedo permitirlo. Lo ultimo que quisiera es causar bochorno o verguenza a tu familia.

Austin apenas pudo contener el impulso de sacudir la cabeza con estupor. Ella no estaba pensando en si misma…, sino en el. Y que ironia que los rasgos que ella consideraba sus defectos -su torpeza, su escasa habilidad para bailar, su desconocimiento de la moda y su estatura- formasen parte de lo que la hacia tan refrescante, tan especial, tan fascinante. El mero hecho de que fuera capaz de rechazar una oferta de matrimonio por parte del hombre conocido como «el soltero mas codiciado de Inglaterra» lo dejaba atonito.

Y lo reafirmaba en su deseo de salirse con la suya.

En cuanto a deslucir el nombre de los Bradford, nada de lo que ella pudiera hacer seria peor que los secretos que el conocia…, secretos que podian acarrear la perdicion de toda su familia.

– No quieres avergonzarme, y, sin embargo, si te niegas a aceptar mi propuesta, eso es justo lo que haras - dijo el-. Todos pensaran que soy un libertino despreciable que mancillo tu honra y que luego se nego a proponerte

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