– Elizabeth, despierta.
Elizabeth volvio en si, y poco a poco fue cobrando conciencia de una voz que repetia su nombre con apremio. Entreabrio un apice los pesados parpados. Tenia los musculos entumecidos y sentia como si unas piedras se le clavaran en la piel.
Su confusion desaparecio al instante cuando se percato de dos cosas al mismo tiempo: estaba enroscada junto al cuerpo calido de Austin y un par de ojos azules muy abiertos la contemplaban.
Sus parpados se abrieron de golpe y ella se incorporo como un rayo, apartandose el pelo enredado de la cara.
– ?Caroline!
– Elizabeth, ?que ha pasado? ?Estas bien? ?Por que tiene Austin la cabeza vendada?
– Se cayo del caballo.
Se oyo una risa desdenosa en la puerta. Al volverse, Elizabeth vio a dos de las hermanas Digby -no estaba segura de cuales- de pie bajo el arco. Una la miraba achicando los ojos; la otra, boquiabierta.
Caroline le toco el brazo para captar su atencion.
– ?Esta muy malherido?
– Se golpeo la cabeza y se hizo un corte que necesito varios puntos. Hasta donde he sido capaz de comprobar, no tiene huesos rotos.
El rostro de Caroline palidecio visiblemente.
– Dios mio. ?Y tu? ?Estas herida?
– No.
Elizabeth alargo el brazo y le toco la frente a Austin. Suspiro aliviada al comprobar que no presentaba signos de fiebre.
– Se pondra bien, ?verdad? -pregunto Caroline con expresion de ansiedad.
– Si. -Elizabeth le sonrio, intentando tranquilizada-. Tu hermano tiene una cabeza excepcionalmente dura.
– Y tanto. -Caroline la abrazo-. Dios mio, Elizabeth, has salvado la vida de Austin. Siempre estare en deuda contigo. ?Puedo ayudar de alguna manera?
– Para empezar, podrias quitar la rodilla de encima de mis dedos -dijo la voz aspera de Austin-. Lo que menos necesito ahora es que me duela otra parte del cuerpo.
Caroline dio un gritito de sorpresa e inmediatamente se aparto.
– Austin, ?estas bien?
Lo tomo de la mano y se la llevo a la mejilla.
– Me duele casi todo, pero, por lo demas, estoy bien.
Miro a Elizabeth.
– Tienes mejor aspecto -aseguro ella con una sonrisa carinosa.
– Me siento mejor. Gracias a ti.
Sus miradas se encontraron, y ninguno de los dos fue capaz de apartar los ojos. Elizabeth deseaba estirar la mano y tocarlo, pero controlo ese impulso ya que estaban delante de Caroline y las hermanas Digby. Habia algo intenso e imperioso en los ojos de Austin, pero ella no fue capaz de interpretar esa expresion. Despego la vista de el, se puso en pie e intento sacudirse las ramitas y la tierra del arrugado vestido.
– ?Te encuentras en condiciones de hacer el trayecto de regreso a la casa, o voy a pedir ayuda? -pregunto Caroline.
Austin se obligo a prestarle atencion a Caroline. Cuando lo hizo, tomo conciencia de repente de las implicaciones de su pregunta.
– ?Ayuda? Cielo santo, no. -Se incorporo con un gran esfuerzo y se quedo un rato sentado, con los ojos cerrados, esperando a que se le pasara el mareo. Despues de unos segundos y de varias respiraciones cortas, se sintio considerablemente me-. Comprenderas, Caroline, que no puedes traer a nadie aqui. La reputacion de Elizabeth quedaria gravemente perjudicada. Ella debe regresar a la casa antes de que alguien la eche en falta o la vea tan desarreglada. Ahora mismo. Antes de que sea demasiado tarde.
Caroline se tapo la boca para emitir una tosecilla y luego hizo un gesto significativo con la cabeza en direccion a la puerta.
Austin, horrorizado, se dio la vuelta. Dos mujeres jovenes, una semejante a un bicho con un sombrerito, y otra parecida a una carpa boquiabierta, lo observaban atonitas.
El cerro los ojos y solto un grunido. Ademas de sus otros defectos, las hermanas Digby eran de lo mas inoportunas.
Iba a casarse.
Austin, sentado en su estudio privado, vio cerrarse la puerta detras de su madre y lady Penbroke. Esta estaba euforica, y las plumas bailaban alegremente alrededor de su cabeza. La reaccion de su madre al oir la noticia fue un poco mas reservada, pero Austin sabia que ella comprendia su responsabilidad para con Elizabeth y respetaba su decision. Naturalmente, habria preferido que su hijo contrajese matrimonio con una joven inglesa de alcurnia, pero a Austin no le cabia la menor duda de que sabria sobrellevar la situacion y haria todo cuanto estuviese en su mano para facilitar el ascenso de Elizabeth a su nueva posicion social. Su madre se habia puesto de acuerdo con lady Penbroke para encargarse entre las dos de los preparativos de la boda. La unica peticion de Austin fue que no revelasen a nadie sus planes hasta que el hablase con Elizabeth y anunciase formalmente el compromiso.
Se paso la mano por la cara y se reclino en el asiento. Matrimonio. Desde el instante en que vio a las hermanas Digby en la torre supo que tendria que casarse con Elizabeth; ella le habia salvado la vida y, con ello, habia danado su propia reputacion. Por supuesto, ambas hermanas Digby habian jurado ad nauseam que no saldria de sus labios una sola palabra sobre lo que habian visto, y Austin creia que eso no era del todo imposible. Despues de todo, a esas mocosas tontorronas no les interesaba que el desapareciera del mercado de solteros codiciados…, a menos que fuera para encadenarse a una de ellas, perspectiva que le causo un estremecimiento y lo impulso a tomar un trago de brandy. Aun asi, su promesa de guardar silencio no le inspiraba mucha confianza.
Matrimonio. Lo habia evitado durante anos y, sin embargo, por causas que no lograba discernir, la idea no lo angustiaba demasiado. Sabia que algunos desaprobarian que eligiera a una americana para convertirla en duquesa, pero, como era sobrina de un conde, la tormenta pasaria rapidamente.
De hecho, sabia perfectamente que una vez que anunciara el compromiso, las mismas personas que ahora menospreciaban a la senorita Elizabeth Matthews, la advenediza de las colonias, intentarian ganarse el favor de la futura duquesa de Bradford. Aunque esa idea lo asqueaba, no podia reprimir la malsana satisfaccion que le producia en el fondo. Nadie se atreveria a hacer un solo comentario hiriente sobre ella, so pena de incurrir en la ira del duque.
Una serie de imagenes de Elizabeth desfilaron por su mente: emergiendo de los arbustos, dando traspies. Durmiendo bajo el gigantesco roble. Bosquejando un retrato de el. Cayendose del caballo. Cubierta de lodo. Sonriente. Carcajeandose. Tomandole el pelo.
Una sonrisa se dibujo en sus labios. Aunque no intentaba negar que se trataba de un matrimonio de conveniencia para salvar a Elizabeth de la deshonra, intuia que la vida de casado no le resultaria aburrida.
Y, por supuesto, el matrimonio le permitiria llevarsela a la cama. El pulso se le aceleraba solo con pensarlo. La imagen de ella en el lecho, con su hermosa cabellera desparramada alrededor, alargando los brazos hacia el. Esa parte de su matrimonio seria sumamente… placentera.
Ahora lo unico que faltaba era proponerle matrimonio.
Cuando Elizabeth entro en el estudio al atardecer en respuesta a su llamada, a Austin le hizo gracia la inspeccion visual a la que lo sometio.
– ?Como te encuentras? -pregunto ella, con aire preocupado-. Deberias estar descansando.
– Estoy bien, gracias a ti.
Le sonrio y se vio recompensado por su delicado sonrojo.
– ?Te causa alguna incomodidad esa herida? Puedo prepararte un remedio si hace falta.
Austin se acordo del repugnante mejunje que ella le habia hecho beber y contuvo un escalofrio.
– Ya casi no me duele. Ese balsamo tuyo obro maravillas.
– Me alegro. -Le escruto el rostro con la mirada y luego se fijo en la venda que le cubria la sien-. En realidad