Hizo girar a Rosamunde en circulo para estudiar los distintos senderos que se adentraban en el bosque. ?Cual de ellos la llevaria a Austin? Cerro los ojos y vacio su mente, esforzandose por concentrarse. «El de la izquierda. Toma el de la izquierda.» Sin dudarlo, enfilo el camino de la izquierda, escrutando la oscuridad mientras el corazon le latia con fuerza. Rosamunde siguio el sendero de tierra, y Elizabeth continuo concentrandose, evocando la imagen de Austin en su ojo interior. Estaba acercandose…, lo intuia. Pero ?llegaria a tiempo?

Otro trueno desgarro el silencio. Un relampago surco el negro cielo e ilumino por un instante el sombrio entorno.

Y entonces ella la vislumbro a lo lejos.

Era la torre que aparecia en sus visiones. Espoleo a Rosamunde y se lanzo al galope hacia alli. Varias ramitas le golpearon la cara y una rama mas grande choco contra su hombro, pero apenas percibio el dolor punzante. Empezo a chispear, y pronto la llovizna cedio el paso a un aguacero de gotas menudas y frias que la pinchaban como agujas. Llego a la linde del bosque y cabalgo a toda velocidad a traves del prado. La silueta de la torre se alzaba ante ella, recortada contra el fulgor de los relampagos.

Cuando se hallaba a solo unos diez metros, tiro de las riendas de Rosamunde hasta que la yegua se detuvo por completo y escudrino la oscuridad, aguzando la vista. «?Donde estas, Austin?» Otro rayo ilumino el terreno. La torre se erguia frente a ella. Un caballo negro sin jinete pacia junto a un murete de piedra.

Una figura yacia despatarrada boca abajo en el suelo.

– ?Austin!

El corazon le dio un vuelco de alivio y de miedo. Gracias a Dios, lo habia encontrado… Pero ?era demasiado tarde?

Se deslizo de la silla y corrio hacia el, dando traspies sobre el suelo resbaladizo. Sin preocuparse por el barro, se arrodillo junto a el. Con el corazon en un puno y una oracion en los labios, le poso la mano en el cuello.

Noto el latido en la punta de sus dedos.

Reprimio con firmeza el sollozo de alivio que iba a escaparsele. No era el momento de dejarse llevar por la emocion. Tenia que determinar la gravedad de sus heridas.

Le dio la vuelta con sumo cuidado, escudandolo lo mas posible con su propio cuerpo para resguardarlo de la intensa lluvia. El olor metalico de la sangre penetro en sus fosas nasales y el terror le formo un nudo en el estomago.

Parpadeando para sacudirse las gotas de lluvia de los ojos, Elizabeth lo miro a la cara. Tenia los ojos cerrados y le manaba sangre de un profundo corte cerca de la sien.

Le palpo todo el cuerpo rapidamente, buscando otras heridas, rezando porque no hubiese caido victima del disparo que ella habia oido en sus visiones. Pronto comprobo que no presentaba heridas de bala, pero sus dedos descubrieron un bulto del tamano de un huevo en la parte posterior de su cabeza.

Le acaricio el rostro con suavidad.

– Austin, ?me oyes?

El permanecio totalmente inmovil y en un silencio aterrador.

Otro relampago se dibujo en el cielo. Al alzar la vista, Elizabeth vio una abertura arqueada en la base de la torre. Tenia que ponerlo a cubierto para curarlo. Se puso de pie, lo sujeto por debajo de los brazos y tiro de el. Dios santo, el hombre pesaba una tonelada. Gracias al cielo que no tenia que llevarlo muy lejos.

Se le encogio el corazon cuando el emitio un quejido. Aunque se esforzaba lo indecible por no hacerle dano; sabia que las piedras puntiagudas lo raspaban. Le dolia la espalda de soportar tanto peso. Resbalo una vez y dio con el trasero en tierra. Apretando los dientes, acabo de arrastrado el corto trecho que faltaba hasta el refugio de la torre. Luego salio corriendo bajo la lluvia para desligar su bolsa de medicamentos de la silla de Rosamunde. La yegua y Myst se habian acercado a la torre. Decidio no atarlos por si se asustaban y se desbocaban, en cuyo caso seguramente se dirigirian de regreso a los establos.

Una vez dentro de la torre, Elizabeth se hinco de rodillas junto al cuerpo inerte de Austin y acto seguido abrio la bolsa y se puso manos a la obra. Primero extrajo un farol pequeno y lo encendio. Lo coloco junto a la cabeza de Austin y le examino la herida. Enseguida advirtio que necesitaria puntos, pero le preocupaba mas que no hubiese recuperado la conciencia. Si tenia una hemorragia interna…

Ahuyento ese pensamiento sin contemplaciones y se concentro en la tarea que tenia entre manos. La invadio una tranquilidad controlada. Sabia exactamente que habia que hacer para curarle la herida. Y habia que hacerlo de inmediato.

Saco dos cuencos pequenos de madera de la bolsa, corrio al exterior y rapidamente los lleno de agua de lluvia. Se arrodillo de nuevo junto a Austin y se puso a mezclar raices y hierbas con silenciosa concentracion.

Despues de lavar la herida, la suturo con una serie de puntos diminutos y precisos, y luego le vendo cuidadosamente la cabeza con una larga tira de gasa limpia.

Le poso la mano en la cara y suspiro aliviada al notar que no le ardia la piel y que su respiracion se mantenia pausada y estable, senal de que tenia los pulmones despejados y las costillas intactas.

Ya no le restaba mas que esperar a que despertase.

Y rezar porque eso ocurriese.

Despues de guardar meticulosamente sus pertrechos, se levanto para friccionarse los tensos y doloridos musculos de los hombros. Un profundo cansancio se apodero de ella y estiro los brazos sobre la cabeza para aliviar la tension de la parte inferior de la espalda.

– Elizabeth.

La voz de Austin era apenas un susurro aspero, pero a Elizabeth el corazon le dio un brinco en el pecho al oirla. Gracias a Dios. Olvido su agotamiento de inmediato, se puso de rodillas junto a el y le dedico una sonrisa a su rostro palido y agraciado.

– Aqui estoy, Austin.

El movio la cabeza e hizo un gesto de dolor.

– Me duele la cabeza.

Austin no estaba demasiado contento de haber despertado. Una punzada aguda en el craneo le hizo aspirar de golpe una bocanada de aire. Maldicion, se sentia como si alguien le hubiese abierto la cabeza con una piedra. De hecho, le habria costado mencionar una parte del cuerpo que no le doliese de un modo u otro. ?Y por que diablos estaba mojado?

Fijo la mirada en Elizabeth. Tenia un aspecto desastrado, cosa que no le sorprendio demasiado.

– ?Donde estamos? -pregunto, paseando la vista por el recinto.

– En una especie de ruina. En la planta baja de una torre.

La miro fijamente, con la mente en blanco.

– ?Por que?

– ?No recuerdas lo que te ha pasado?

Se obligo a concentrarse y de pronto recordo lo sucedido. La nota de Kinney. Informacion. Las ruinas. Pero Kinney nunca llego…, sin duda a causa de la lluvia. El habia emprendido el camino de regreso a la casa. Un rayo habia caido muy cerca. Un trueno. Myst encabritado. Una caida…

– Los rayos y relampagos espantaron a Myst. Se empino y me arrojo de la silla. - Levanto la mano y se estremecio de dolor cuando rozo con los dedos la venda que le cubria la frente-. ?Que es esto?

– Te hiciste un corte profundo en la frente. Te lo he limpiado, cosido y vendado. Tambien tienes un chichon considerable en el cogote.

Maldita sea, con razon le dolia tanto el craneo. Se habia golpeado la cabeza contra una piedra.

– ?Myst esta bien?

– Si. Esta fuera, con Rosamunde. Ahora que estas despierto, ire a echarles un vistazo. Vuelvo enseguida.

Elizabeth salio por la puerta en forma de arco y regreso unos minutos despues conduciendo a ambos caballos por las riendas. Los llevo al fondo del recinto y dedico un buen rato a acariciarlos y hablarles en un tono reconfortante. Austin cerro los ojos mientras la escuchaba. No alcanzaba a distinguir sus palabras, pero su voz sonaba suave y relajante.

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