resaltaba sus redondos pechos y su nivea piel. Austin noto, cada vez mas malhumorado, que la mirada admirativa del vizconde se desviaba a menudo hacia la tentadora carne que asomaba sobre el corpino.
Y ese cabello… ?Dios! Un solo prendedor sujetaba la masa de pelo desordenado que apenas llevaba recogido sobre la cabeza. Unos mechones sueltos le acariciaban el rostro y los hombros, y el resto de la cabellera le caia por la espalda como una brillante cortina de tirabuzones satinados. Sin duda el seductor peinado tambien era obra de la doncella de Caroline. Austin no sabia si despedirla o triplicarle el salario.
Se habia propuesto evitar a Elizabeth en el salon antes de la cena, pero no habia sido capaz de evitar seguir cada uno de sus movimientos, lo cual le habia crispado los nervios. Tenia que acabar con ese…, con lo que fuera que estuviese haciendo con ella. Besarla y tocarla eran errores garrafales que su buen sentido normalmente no le habria permitido cometer. Y eran errores que no podia darse el lujo de repetir.
Despues de pasar buena parte de la tarde meditando, habia decidido no tomar otra medida que esperar. Esperar a que Miles regresara de Londres, a recibir informes del alguacil de Bow Street y nuevas instrucciones del chantajista. Le irritaba la inevitabilidad de todo ello, pero no tenia alternativa.
Despues de aquel rato que pasaron juntos en el lago, le resultaba casi imposible creer que ella estuviese confabulada con el chantajista o incluso que supiese algo sobre la carta que este le habia mandado. De hecho, cuanto mas pensaba sobre ello mas claro le parecia que ella sencillamente poseia una intuicion asombrosa a la que concedia demasiado credito. Elizabeth creia que sus visiones eran reales y le habia hablado de ellas con la Intencion de ayudarlo. No albergaba malas intenciones ni el deseo de hacerle dano. Solo estaba… confundida.
Estaba confundida… y era insoportablemente atractiva. Le hacia hervir la sangre y el no conseguia apartarla de su mente. Y n hora, ese condenado vizconde sentado junto a ella se la estaba comiendo con los ojos descaradamente.
Con cada nuevo plato que le servian, el humor de Austin se volvia mas lugubre, y cada vez le costaba mas concentrarse en las conversaciones inanes que se mantenian alrededor de el.
– Pareceis ensimismado, excelencia -comento una voz femenina en un susurro incitante.
Una mano enguantada se deslizo sobre la suya y el se esforzo por volver a prestar atencion a su entorno inmediato. La mujer que estaba sentada a su izquierda, la condesa de Millham, le dedico una sonrisa coquetona. Desde la oportuna muerte de su marido, acaecida hacia dos anos, la condesa habia tenido varias aventuras, pero aun no habia conseguido llevarse a Austin a la cama. A Austin le dio la clara impresion de que ella pretendia remediar esa situacion esa misma noche.
La viuda se inclino hacia el, ofreciendole una vision ostentosa de sus pechos, que sobresalian de su corpino en un espectacular escote que, por lo que Austin sabia, aturdia a la mayoria de los hombres. Ella le escruto el rostro con sus ojos color esmeralda, que despedian un brillo lujurioso. Eran exactamente el tipo de mirada y el tipo de mujer en que el deberia concentrarse.
Sin despegar la vista de el, ella deslizo discretamente la mano por debajo de la mesa y le acaricio el muslo.
– Debe de haber algo que una mujer pueda hacer para llamar vuestra atencion, excelencia -murmuro con un susurro sugerente que solo el alcanzo a oir.
El no hizo nada para detenerla ni para animarla a seguir adelante; se limito a mirarla y a esperar que su cuerpo reaccionara a su contacto. Ella saco ligeramente la lengua y se humedecio el labio superior, mientras sus ojos le daban a entender el uso que en realidad deseaba dar a su lengua. Sus dedos continuaron explorando, subiendo por su pierna.
Pero en lugar de excitarse, Austin no sintio nada. Absolutamente nada. Esa hermosa mujer, con su cuerpo voluptuoso y su promesa de deleites sexuales, no le provocaba el menor deseo. Deslizo la mano debajo de la mesa para atajar sus caricias. En ese preciso instante, su madre se puso de pie en senal de que la cena habia terminado.
La condesa de Millham, interpretando erroneamente la razon por la que el habia puesto la mano debajo de la mesa, desplego una sonrisa picara, mientras se levantaba como todos los demas.
– Hasta despues -le susurro al oido mientras las damas se marchaban en direccion al salon y dejaban a los caballeros con sus cigarros.
Austin se reclino en su silla, encendio un puro y exhalo una larga voluta de humo aromatico. La condesa de Millham le habia proporcionado una oportunidad perfecta y muy necesaria para aliviar el dolor incesante que atormentaba sus partes bajas. Entonces ?por que demonios no estaba contento?
Porque ella no era la mujer que deseaba. Profundamente disgustado consigo mismo, le pidio a un criado con un gesto que le sirviese un brandy, y apuro de un trago la copa del fuerce licor.
Sospechaba que seria una noche espantosamente larga.
Elizabeth entro en su alcoba y apoyo la espalda en la puerta cerrada, aliviada por haber logrado escapar del salon y del parloteo de las mujeres. Tanto tia Joanna como Caroline se habian mostrado preocupadas cuando ella, alegando dolor de cabeza, le habia excusado para retirarse temprano, pero no se veia capaz de permanecer mas tiempo en compania de los invitados. Habia demasiada gente, demasiadas imagenes inconexas que se agolpaban en su mente. Sentia como si tuviese un cuerpo de tambores martilleandole la cabeza.
Ademas, estaba el. Resultaba dolorosamente evidente que Austin hacia lo posible por evitarla. Apenas habia dado muestras de reparar en su presencia antes de la cena, y durante el banquete, cada vez que ella miraba en su direccion desde su extremo de la mesa parecia absorto en la hermosa mujer de pechos grandes que estaba sentada a su lado.
Ella habia dispensado entonces su atencion al vizconde de Farrington y descubierto que compartia su aficion por el dibujo. Para su sorpresa, el le dirigio varios elogios floridos y le manifesto su deseo de retratarla. Sin embargo, por mas que ella intentara estar pendiente de el, las imagenes vagas e inquietantes que acudian a su mente, asi como la presencia del hombre sentado a la cabecera de la mesa, la distraian constantemente.
Despues de ponerse el camison, preparo un remedio para la jaqueca y se metio en la cama. Figuras indistintas se arremolinaban en su cerebro, sin que pudiera reconocerlas. Cerro los ojos, esforzandose por ahuyentar esos fantasmas, pero ellos se negaban a marcharse. De pronto le vino a la mente la imagen del rostro de Austin, quien curvaba muy despacio las comisuras de la boca hasta desplegar una sonrisa devastadora. Tambien intento apartarlo de su mente sin ningun exito.
?Que estaria haciendo el en esos momentos? ?Estaria con la mujer que habia acaparado su atencion durante toda la cena? ?Estaria tocandola? ?Besandola?
Un gemido escapo de sus labios. La imagen de Austin acariciando a otra mujer le produjo tal dolor que le corto la respiracion, un dolor agravado por el hecho de que no podia hacer nada para remediado. Lo que sentia por el era irremediable.
Del todo irremediable.
A su pesar, Austin echo en falta a Elizabeth en el momento en que entro en el salon. Aunque unas dos docenas de personas pululaban por ahi, era facil localizada por su elevada estatura. Repaso la estancia con la mirada y confirmo que ella no estaba presente. Debia de haberse retirado para ocuparse de sus necesidades personales. Austin se dirigio hacia la mesa con las licoreras y logro persuadirse de que su ausencia lo alegraba.
Sin embargo, cuando veinte minutos mas tarde ella seguia sin aparecer, empezo a preocuparse. Se acerco a Caroline y le pregunto como de pasada por el paradero de Elizabeth.
– No se sentia bien, asi que se ha recogido justo despues de la cena -le respondio Caroline, estudiandolo con sus azules ojos, llena de interes-. ?Por que lo preguntas?
– Por curiosidad, nada mas. ?Esta enferma?
– Le dolia la cabeza. Estoy segura de que se encontrara mejor por la manana, aunque el vizconde.de Farrington esta destrozado por su ausencia.
Los dedos de Austin apretaron la copa con fuerza.
– ?Ah si?
– Si. Esta totalmente abatido. Tengo entendido que le ha pedido permiso a lady Penbroke para venir a visitar a Elizabeth.