Ella volvio a su lado y se puso de hinojos junto a el.
– Los dos estan bien. ?Como te sientes?
– Dolorido, y la cabeza me martille a como si una legion de demonios le estuviesen dando mazazos. Aparte de eso, creo que estoy bien.
Intento incorporarse, pero le entro un fuerte mareo.
– No trates de moverte, Austin -le dijo ella, posandole una mano en el hombro para impedirselo-. Es demasiado pronto para eso.
– Tal vez tengas razon.
Cerro los parpados, trago saliva y espero, ansioso por recuperar el equilibrio. Despues de aspirar a fondo varias veces, la nausea remitio y el se atrevio a abrir los ojos.
Ella lo observaba, arrodillada a su lado, y Austin escruto su rostro en la penumbra. El cabello de Elizabeth era una marana de rizos mojados que le caian sobre los hombros. Tenia los ojos muy abiertos a causa de su evidente preocupacion, pero una sospecha asalto a Austin, corroyendolo por dentro. ?Como lo habia encontrado? ?Lo habia seguido? Nadie sabia que el se habia dirigido a las ruinas. La unica persona que el habia visto era Mortlin, y le habia dado permiso para retirarse. ?Le habria indicado el mozo la direccion en la que se habia marchado?
– ?Como me has encontrado?
Ella titubeo y luego respiro hondo.
– Me ha despertado una vision de ti. Sabia que estabas en peligro. Te he visto. Herido. Sangrando. Junto a una especie de torre de piedra. Me he vestido, he ensillado a
El grunido de incredulidad que Austin deberia haber soltado se ahogo en su garganta. Los ojos de Elizabeth relucian con sinceridad y preocupacion, como almenaras en una tormenta. Por muy desquiciadas que sonaran sus palabras, el no podia desecharlas. Aun asi, seguro que habia otra explicacion…, una explicacion logica.
– ?Has visto a Mortlin en las cuadras?
– No. Era pasada la medianoche. Debia de haberse retirado ya.
?Pasada la medianoche? Austin habia salido de la casa justo antes de las diez, y, segun Caroline, Elizabeth se habia recogido media hora antes de eso. Si se habia quedado en la cama… ?como podia saber donde estaba el o que le habia sucedido? Si de veras ella poseyera el don de ver cosas con la mente… Pero no, sencillamente el no podia dar credito a semejante disparate. Lo que ocurria era que Elizabeth era extraordinariamente intuitiva, como su madre cuando el era pequeno, pues siempre adivinaba cuando sus hijos habian cometido alguna travesura. Ademas,
Pero tendria que pensar sobre todo eso mas tarde, cuando se sintiese un poco mejor y su cabeza no amenazara con desprenderse de sus hombros. En todo caso, de una cosa estaba seguro: Elizabeth le habia salvado la vida, indudablemente. Solo Dios sabia cuanto tiempo habria pasado tirado en el suelo, desangrandose, si ella no hubiera aparecido por alli. No solo lo habia encontrado, sino que le habia curado la herida.
– Estoy en deuda contigo y mereces todo mi agradecimiento, Elizabeth.
Ella fruncio el entrecejo y sus ojos centellearon con lo que parecia enfado.
– No hay de que. Pero si hubieras escuchado mi advertencia de que no montaras a caballo por la noche, esto no habria ocurrido.
El se quedo callado. Cielo santo, era verdad: ella se lo habia advertido…, le habia advertido del peligro. «Maldita sea, controlate, hombre -se dijo-. No es mas que una coincidencia. Siempre existe el riesgo de hacerse dano cuando uno monta a caballo en la oscuridad.»
– ?Como se te ocurrio salir a cabalgar de noche? -pregunto ella.
Austin estuvo dudando si debia contarle la verdad, y decidio hacerlo para evaluar su reaccion. Observandola atentamente, le dijo:
– Contrate a un alguacil de Bow Street para que investigase a un frances que vi con William poco antes de su muerte. El alguacil habia descubierto algo y supuestamente iba a encontrarse conmigo en estas ruinas.
– ?Supuestamente?
– No se presento. Supongo que se retraso debido a la tormenta, pero estoy seguro de que se pondra en contacto conmigo lo antes posible.
Con toda probabilidad, si ella sabia algo de Gaspard o de su relacion con William, se pondria nerviosa, se sentiria culpable o se mostraria recelosa. Seguramente no se mostraria enfadada.
– Por todos los santos -le espeto ella con ira-. ?Podrias explicarme por que era necesario que fueses a encontrarte con ese hombre en el exterior? ?A caballo? ?Durante una tormenta? ?Es que nunca has oido hablar de un salon? -Agito las manos en un gesto de resignacion-. Da igual. No te molestes en explicarmelo. Es una suerte que tengas una cabeza tan dura. De lo contrario, podrias haberte matado.
Maldicion, tendria que ensenarle a esa mujer a tratarlo con un poco de respeto. Abrio la boca para cantarle las cuarenta, pero antes de que pudiese pronunciar una palabra, ella dijo:
– Al menos no te han pegado un tiro.
El la miro fijamente.
– ?Un tiro?
– Si. En mi vision oi claramente un disparo, pero supongo que se trataba de un trueno… Y, sin embargo, percibi la cercania de la muerte. La percibi con mucha intensidad. -Su expresion se torno grave-. ?Estas seguro de que fue un trueno lo que espanto a
Estaba a punto de contestar con un «no», pero algo en el semblante de Elizabeth le hizo detenerse a reflexionar sobre su pregunta.
– Todo sucedio muy deprisa. Recuerdo los rayos, truenos ensordecedores… y despues que me cai. Me parece de lo mas improbable que alguien haya salido a pegar tiros durante una tormenta.
– Si, supongo que tienes razon. Obviamente me he equivocado.
– Obviamente. -Carraspeo-. Y no tengo la cabeza dura.
Ella arqueo una ceja en senal de incredulidad.
– Creo que el hecho de que estes aqui herido es prueba mas que suficiente de que la tienes. Sin embargo, si prefieres que te llame testarudo, no tengo inconveniente en hacerlo.
– No lo prefiero. De hecho…
– Me niego a discutir con un hombre herido -le interrumpio ella con brusquedad-. ?Tienes frio?
– ?Frio?
– Si. Es una palabra que usamos en America y que significa «ausencia de calor». Estas calado hasta los huesos, pero no tengo con que taparte.
Austin tardo varios segundos en recordar que efectivamente estaba empapado. Miro a Elizabeth de arriba abajo y se dio cuenta de que ella tambien estaba mojada y tenia el vestido pegado a sus suaves curvas como si lo llevase pintado sobre la piel. Centro la mirada en sus redondos pechos y en sus pezones, visiblemente erectos. Lo recorrio una oleada ardiente.
– No, no tengo frio.
De hecho, cada vez tenia mas calor.
Contemplo, fascinado, como el pecho de la joven subia y bajaba con cada respiracion. Se obligo a levantar la vista, y lo que vio le dejo sin aliento. El tenue y parpadeante resplandor del farol iluminaba la gloriosa cabellera, cuyos rizos mojados se derramaban sobre los hombros y la espalda de Elizabeth como una cortina de saten, y las puntas rozaban el suelo de piedra donde estaba arrodillada. Al instante se la imagino en su cama, sin otro atavio que ese increible cabello y una sonrisa en su sensual boca.
Su sensual boca… Clavo los ojos en esos labios, y a pesar de sus numerosos dolores y del incesante martilleo en la cabeza, la lujuria y el deseo se apoderaron de el. Se le escapo un gemido de agonia.
– ?Te duele mucho?
Apreto los dientes y cerro los ojos con fuerza.
– No te lo imaginas.
Ella se alejo, y Austin la oyo moverse de un lado a otro. Aprovecho la oportunidad para intentar conseguir que se le pasara la ereccion. Se imagino que Elizabeth era fea. Intento desesperadamente persuadirse de que detestaba las lilas.
Pero nada de eso funciono. Su miembro excitado palpitaba bajo el pantalon, haciendolo gemir de nuevo.