corazon de Austin latia contra los dedos de Elizabeth, y un escalofrio la estremecio hasta las puntas de los pies. De pronto, los ojos se le arrasaron en lagrimas.
– Dios mio, he estado a punto de fracasar de nuevo. A punto de perderte. -La funesta imagen de Austin inconsciente en el suelo le vino a la mente-. Mis visiones… Siempre he considerado que no eran mas que un engorro, algo que me impedia ser como los demas. Pero esta noche doy gracias a Dios por ese don, pues me ha ayudado a encontrarte. No dejare que nada te haga dano otra vez. Lo juro.
Mientras fuera continuaba diluviando, ella velo a Austin: le miraba dormir y le acariciaba la cara cada cuarto de hora hasta que el abria los ojos para comprobar que no hubiese perdido el sentido. Despuntaba el alba cuando ella finalmente quedo por completo convencida de que el dormia con normalidad; la fatiga la invadio y se permitio el lujo de recostarse…, solo por un momento. El suelo de piedra estaba muy frio, de modo que se acurruco junto a Austin para entrar en calor.
«Solo echare una cabezada», se dijo, pero menos de un minuto despues se estaba adormilando. Un pensamiento le hizo arrugar el ceno e impidio que se entregase al sueno. Algo… algo no marchaba bien. En su vision… estaba segura de que habia oido un disparo…
Pero su cerebro cansado no fue capaz de determinar la causa de su inquietud, y el agotamiento la vencio.
9
Caroline descendio por las escaleras poco despues del amanecer. Normalmente no se levantaba tan temprano, pero el gorjeo incesante de los pajaros junto a su ventana la habia despertado y tenia demasiadas cosas en la cabeza como para volverse a dormir. Un largo y solitario paseo era justo lo que necesitaba para aclararse las ideas. En cuanto salio a la terraza camino de los jardines, oyo una voz a su espalda.
– Vaya, Caroline, que sorpresa verte levantada tan temprano.
Caroline se mordio la lengua para reprimir una exclamacion de fastidio. ?Que lata! Era una de las infernales hermanas Digby…, Penelope o Prudence, a juzgar por su voz chillona. Apretando los dientes, se volvio.
Cielo santo, era peor de lo que esperaba. Ahi, delante de ella, estaban las dos. Penelope la observaba forzando la vista tras unas gruesas gafas que aumentaban el tamano de sus ojos. A Caroline le recordaba un bicho, un bicho de dientes largos, con tres docenas de tirabuzones que se encogian como resortes y un sombrerito recargado.
Prudence, de pie junto a su hermana, tenia una expresion malhumorada en su estrecha cara. Como era su costumbre, abria y cerraba la boca sin hablar, gesto desafortunado que la hacia parecer una carpa.
– Buenos dias, Penelope, Prudence -saludo Caroline con una sonrisa forzada.
– ?Vas de paseo? -pregunto Penelope, ladeando la cabeza, con lo que ahora semejaba un bicho torcido.
– Si. -Caroline comprendio que no tenia otro remedio que invitadas a pasear con ella, pues de todas maneras ellas se invitarian solas. Esforzandose por no suspirar, les pregunto-: ?Os gustaria acompanarme?
– Encantadas -respondio Penelope.
Prudence abrio la boca y la palabra «si» broto de su interior.
– Que suerte que nos hayamos despertado temprano y podamos hacerte compania -comento Penelope-, ya que por lo visto estas sola.
– En efecto -farfullo Caroline-. Es justo lo que estaba pensando: «Que suerte».
Bajaron los escalones y Caroline enfilo un sendero que conducia a la torre en ruinas. Penelope se enfrasco en una descripcion insoportablemente detallada de su nuevo guardarropa mientras Prudence, por fortuna, guardaba silencio. Caroline asentia con la cabeza de vez en cuando y emitia sonidos vagos, pero por lo demas se esforzaba por creer que estaba sola.
Cuando la torre aparecio ante ellas, Caroline se acordo de las numerosas ocasiones en que antano habia subido los ruinosos escalones de piedra y luego fingia ser una damisela en apuros para que William o Austin acudiesen a rescatada. A veces Robert y Miles se unian tambien a sus juegos, y en esas ocasiones ella tenia a su servicio a cuatro caballeros que la salvaban de la amenaza del mal.
Miles. Un suspiro escapo de sus labios. Mas valia que no pensara en Miles. El era el motivo de que ella quisiera salir a pasear a solas, para ahuyentado de su mente. Pero eso era del todo imposible, a pesar de la distraccion que suponia la chachara inacabable de Penelope. Ese hombre ocupaba todos y cada uno de sus pensamientos, y cada vez que ella se encontraba en la misma habitacion que el, su corazon amenazaba con dejar de latir.
Lo queria desde que eran ninos, pero habia una diferencia abismal entre quererlo y estar enamorada de el. Y, sin duda alguna, lo estaba.
Eso le daba rabia, pues sabia que no podia abrigar esperanzas de que un hombre que la veia unicamente como a la hermanita de su mejor amigo llegase a fijarse en ella, pero por mas que se repetia que era una tonta su corazon no la escuchaba.
El sendero salio del bosque y ante ellas vieron alzarse la torre en ruinas. Caminaron con cuidado sobre las piedras, y cuando estaban a punto de llegar a la torre se oyo un suave relincho.
Prudence abrio la boca, y la palabra «caballo» broto de su interior.
– Si -convino Penelope-. Ha sonado como si estuviese dentro de la torre.
– Por lo visto alguien mas ha salido de paseo esta manana -murmuro Caroline, preguntandose por que ese alguien querria traer su montura a la torre.
– ?Que divertido! -exclamo Penelope-. ?Ooooh, quiza sea tu hermano, Caroline! ?Vamos a saludarlo!
Caroline apenas logro reprimir un quejido. Dios santo, si Austin realmente estaba dentro de la torre y ella le endilgaba a las hermanas Digby, seguro que al pobre le daria una apoplejia. Se disponia a decides algo para convencerlas de que tomasen otra direccion, pero la posibilidad de encontrarse con el duque les habia dado alas. Trepaban por las rocas como experimentadas cabras monteses.
Recogiendose la falda de un modo que habria horrorizado a su madre, Caroline corrio tras ellas, pero las hermanas alcanzaron la puerta mucho antes. Ya desde diez pasos de distancia, oyo el grito ahogado de Penelope, y Prudence debio de abrir y cerrar la boca un par de veces, pues dijo: «Dios bendito».
Apartandolas a empujones, Caroline entro por la puerta en forma de arco. Sus ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la penumbra. Entonces, ella tambien solto un grito ahogado.
Austin yacia en el suelo de piedra, abrazado a Elizabeth, que estaba acostada junto a el con la cabeza apoyada en su hombro y la mano sobre su pecho.
Cielo santo, claramente los habian descubierto en pleno encuentro amoroso. Caroline hubiera debido sentirse escandalizada, indignada, al borde del desmayo.
En cambio, la euforia se apodero de ella. No le cabia la menor duda de que Elizabeth y Austin estaban hechos el uno para el otro y, a juzgar por el cuadro que ofrecian, ellos mismos lo habian descubierto.
Otro relincho suave capto su atencion. Caroline aparto la vista de la pareja durmiente y vio a
Retrocedio unos pasos, decidida a marcharse lo mas discretamente posible, y tropezo con alguien.
– Ay -se quejo Prudence.
Por Dios, se habia olvidado de las hermanas Digby.
Penelope se abrio paso a codazos y senalo:
– ?Eso que lleva su excelencia en la cabeza es una venda? ?Vaya, apostaria a que la advenediza de las colonias concerto este encuentro y luego le dio un porrazo a su excelencia para que pareciera que el la habia deshonrado!
Murmuro algo mas, que sono sospechosamente a «?Por que no se me habra ocurrido a mi?», pero la atencion de Caroline estaba centrada en Austin.
– Quedaos aqui -les indico a las hermanas, y se acerco a la pareja con toda cautela.
Si, no habia duda de que Austin tenia la cabeza vendada. Por todos los santos, ?que le habia pasado? Evidentemente estaba herido. ?Estaria herida Elizabeth tambien?
Dejando a un lado la posible situacion embarazosa, se arrodillo junto a Elizabeth y la sacudio por el hombro.