Todos se quedaron callados. Finalmente, la viuda carraspeo.

– ?Vaya! ?No es… estupendo? Robert, por lo visto Austin desea hablar contigo.

Las cejas de Robert se elevaron hasta casi desaparecer bajo su flequillo.

– ?Ah si? No me habia fijado.

Tras despedirse con una reverencia llena de desenvoltura, se alejo con toda calma por el pasillo por el que Austin acababa de marcharse.

Su madre se volvio hacia los demas, que permanecian en absoluto silencio, y dijo con una sonrisa que cabria calificar de desesperada:

– Van a hablar. ?No es… estupendo? Estoy convencida de que sera una visita maravillosa.

– Maravillosa -repitio Caroline, mirando en todas direcciones excepto en la de Miles.

– Deliciosa -convino Miles en un tono lugubre.

– Fantastica -dijo Elizabeth con un hilillo de voz. Esperaba poder sobrevivir a ella.

En cuanto Robert hubo cerrado la puerta del estudio, Austin le espeto:

– ?Que demonios crees que estas haciendo?

– Cumplir tus ordenes, querido hermano. Has dicho que querias hablar conmigo ahora, asi que aqui estoy. Desembucha.

Austin hizo un esfuerzo por mantener una postura despreocupada: la cadera apoyada en el escritorio, las piernas estiradas, los brazos cruzados sobre el pecho. De lo contrario, habria cruzado la habitacion en dos zancadas y habria levantado a Robert por el cuello.

– ?Por que las has traido?

– ?Yo? -pregunto Robert con un gesto de inocencia-. Yo no las he traido. Ya sabes como les gusta a las mujeres ir de compras. Yo…

– Elizabeth detesta ir de compras.

La expresion desconcertada de Robert indicaba que ignoraba ese rasgo de su cunada. Austin escruto a su hermano a traves de los parpados entrecerrados como dos rendijas, intentando contener su ira.

– ?Podrias explicarme por que Elizabeth me creia en Surrey? Tal vez podrias aclararme tambien que es esa «inspeccion anual de las cosechas».

– ?Surrey? ?Cosechas? Yo…

– Basta, Robert. Te lo preguntare una sola vez mas: ?por que has traido a Elizabeth? No me mientas.

Convencido al parecer por la amenaza que estaba implicita en la furia glacial del tono de Austin, Robert decidio no seguir fingiendo inocencia.

– La he traido porque cuando te vi ayer me resulto dolorosamente obvio que lo pasas fatal sin ella. Y hasta un ciego se daria cuenta de que ella lo pasa igual de mal sin ti.

– Si quisiera tenerla aqui, la habria hecho venir yo mismo.

Los ojos azules de Robert centellearon con enfado.

– Pues entonces no acierto a entender por que no lo has hecho, cuando es evidente que quieres tenerla aqui, y mas evidente todavia que la necesitas. Lo que ocurre es que eres demasiado testarudo para reconocerlo. No se que problemas teneis, pero no podreis resolverlos separados.

– ?Ah no? -pregunto Austin en un tono de total serenidad-. ?Y desde cuando eres un experto en relaciones maritales, y sobre todo en la mia?

– No lo soy. Pero te conozco. Aunque no quieras admitirlo, ella es muy importante para ti. Vamos, reconocelo. La quieres. Y cuando no estas con ella se te ve malhumorado, eres desdichado y te vuelves practicamente inaguantable.

El dolor y la ira invadieron a Austin, pero logro mostrarse inexpresivo.

– Esta claro que te has equivocado respecto a mis sentimientos y mi estado de animo, Robert. No soy desdichado. Lo que ocurre es que estoy ocupado. Soy responsable de seis fincas y tengo que atender un monton de asuntos.

Robert solto un resoplido.

– Entonces es evidente que no sabes distinguir entre estar ocupado y ser desdichado.

Austin dirigio una mirada glacial a su hermano.

– Si se distinguir. -«Creeme, lo se», penso-. No pienso tolerar mas intromisiones en mi matrimonio, ?esta claro?

– Perfectamente. -Sin embargo, como si Austin no hubiera dicho nada, prosiguio-: ?Que ha hecho Elizabeth para ponerte tan furioso? Seguro que, sea lo que fuere, puedes perdonarla. No la creo capaz de hacerte dano a proposito.

«Ella me arranco el corazon a proposito y se revelo como una intrigante calculadora.» Austin se aparto de su escritorio y dijo en un tono enganosamente moderado:

– Creo que lo mejor, y lo mas inteligente por tu parte, seria que dejaras de expresar tu opinion sobre temas que desconoces por completo.

– Elizabeth es tremendamente infeliz.

Austin sintio una punzada en sus entranas, pero se forzo a rechazar su sentimiento de compasion.

– Pues no me explico por que. Despues de todo, es una duquesa. No le falta nada -dijo.

– Excepto una relacion con su esposo.

– Olvidas que nos casamos por conveniencia.

– Tal vez el matrimonio empezo asi, pero acabaste enamorandote de ella. Y ella de ti.

«Ojala fuera verdad», penso Austin, pero anadio:

– Basta. Deja de preocuparte por Elizabeth y por mi y encauza tus energias hacia tareas mas productivas. ?Por que no te buscas una amante? Concentrate en tu propia vida en vez de incordiarme.

Robert enarco las cejas.

– ?Es eso lo que has hecho tu? ?Te has buscado una amante?

Austin apenas logro reprimir la carcajada de amargura que pugnaba por brotar de su garganta. No podia concebir la idea de tocar a otra mujer. Antes de que pudiese replicar, Robert continuo:

– Porque si es eso lo que has hecho, entonces eres mas necio de lo que pensaba. No me cabe en la cabeza que puedas preferir a otra mujer.

– ?No se te ha ocurrido que quiza sea Elizabeth quien quiere prescindir de mis atenciones?

Una risotada de incredulidad escapo de los labios de Robert.

– ?Asi que esa es la causa de todo? ?Crees que Elizabeth no te quiere? Por todos los cielos, Austin, o eres un completo idiota o has perdido el juicio. Esa mujer te adora. Hasta un ciego lo veria.

– Te equivocas.

La expresion de Robert reflejo su preocupacion.

– Estas dando al traste con esa felicidad a ojos vistas, Austin. Detesto verte hacer eso.

– Tomo nota de tu inquietud, pero esta conversacion ha terminado. -Al ver que Robert se disponia a objetar, Austin agrego-: Ha terminado definitivamente. ?Entendido?

Robert resoplo de nuevo, con frustracion.

– Si.

– Bien. No puedo pediros que os marcheis en este instante, pero confio en que tu y tu numerosa compania os hayais ido manana por la tarde. Hasta entonces las mantendras ocupadas y fuera de mi vista.

Sin una palabra mas, Austin salio de la habitacion, conteniendo el impulso casi irresistible de dar un portazo.

Ella estaba alli. En su casa.

No queria tenerla alli; no queria verla.

Que Dios lo ayudara; ?como conseguiria evitarla durante las siguientes veinticuatro horas?

20

Esa tarde, Austin se encontraba a solas en su estudio, frente a la ventana, con la mirada perdida. Cuando alguien llamo a la puerta, apreto los punos. Si era ella… Desecho ese pensamiento enseguida.

Вы читаете Una Boda Imprevista
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

1

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату