Las verdes praderas de Hyde Park se extendian al otro lado de la calle, y una hilera de carruajes desfilaba por sus caminos. Caballeros y damas de elegante atuendo paseaban a la luz de la tarde, con sonrisas que parecian de alegria en el rostro.

Sonrisas de alegria. Una imagen de Elizabeth riendo aparecio ante sus ojos, y se bebio la mitad de su copa de un trago. Demonios, ?cuanto tiempo habria de pasar antes de que ella dejase de ocupar todos los rincones de su cerebro, antes de que su ira y su dolor remitiesen? ?Cuanto tardaria en ser capaz de respirar sin que le doliese el pecho a causa de esa perdida? ?Cuando dejaria de odiarla por haberle desgarrado el corazon, y cuando dejaria de odiarse a si mismo por permitirselo? Maldita sea, ?cuando dejaria de amarla?

No conocia la respuesta, pero, por todos los cielos, esperaba que otro brandy acelerase el proceso. Alzo la copa para llevarsela a los labios, pero se detuvo al ver que un carruaje negro y lustroso tirado por cuatro hermosos caballos zainos se acercaba, «Diablos -penso-, parece uno de mis coches.» Al inclinarse hacia la ventana, avisto el inconfundible emblema de los Bradford grabado en la puerta de ebano lacado.

?Maldicion! Sin duda era Robert, que volvia para fastidiarlo. Habia soportado la compania de su hermano el dia anterior y no tenia ningunas ganas de repetir la experiencia.

– ?Algo te ha llamado la atencion ahi fuera? -le pregunto Miles, yendo a colocarse a su lado junto a las licoreras-. ?No es ese uno de tus carruajes?

– Me temo que si. Al parecer mi hermano ha decidido hacerme otra de sus visitas inesperadas.

El coche se detuvo frente a la casa, y un criado abrio la portezuela. La madre de Austin se apeo.

– ?Que hace ella aqui? -pregunto Austin.

Sin duda habria venido para ir de compras. De pronto se quedo paralizado y se le hizo un nudo en el estomago. ?Seria posible que su madre o Robert le trajesen un mensaje de Elizabeth? No bien se le hubo ocurrido esa perturbadora posibilidad, nada menos que Elizabeth bajo del carruaje. Austin apreto con tanta fuerza la copa que el cristal delicadamente tallado se le clavo en la piel.

– Maldita sea, ?que esta haciendo ella aqui? -gruno, al tiempo que mil dudas se agolpaban en su cabeza.

?Sabia ya si estaba embarazada? Solo habian transcurrido tres semanas. Si ella lo tenia claro tan pronto era seguramente porque no lo estaba, ?o si? ?Acaso su presencia se debia a que habia tenido otra vision sobre William? Miro por la ventana, conteniendo el impulso de pegar la nariz al vidrio como un nino delante del escaparate de una tienda de golosinas, ansioso por contemplada mejor.

Llevaba un vestido de viaje verde azulado con un sombrero a juego. Unos rizos color castano rojizo enmarcaban su rostro, y el se acordo de inmediato del tacto de su suave cabello entre los dedos. Incluso desde lejos alcanzo a ver sus oscuras ojeras, senal de que habia pasado noches en vela.

El criado extendio el brazo hacia el interior del carruaje y ayudo a Caroline a apearse.

– ?Que demonios esta haciendo ella aqui? -pregunto Miles bruscamente, apartando a Austin de la ventana para no perder detalle.

Austin dirigio a su amigo una mirada sorprendida.

– Es mi hermana. ?Y por que razon no deberia estar aqui? Ademas, ya conoces a mi familia. Se desplaza en manada, como los lobos. Te apuesto lo que quieras a que mi hermano esta a punto de hacer una de sus apariciones triunfales.

Como si hubiese estado esperando esta senal, Robert salio del carruaje con una enorme sonrisa en la cara. ?Maldicion! ?Que se traia entre manos esta vez? ?Y por que habia venido Elizabeth en lugar de mandarle un mensaje? Austin se aparto de la ventana, poso bruscamente la copa sobre la mesa y se dirigio con furia hacia la puerta.

– ?Austin, que grata sorpresa!

Al oir estas palabras de su suegra, Elizabeth se volvio rapidamente. Alli, bajando a grandes zancadas hacia el vestibulo, con el cuerpo tenso de ira, estaba su marido.

La invadio una gran consternacion. Cielo santo, ?por que se encontraba el alli? ?No se habia marchado a Surrey?

Permanecio inmovil, con los ojos clavados en el, intentando reprimir la oleada de carino y anoranza que la asalto, pero fue inutil. Dios, lo habia echado tanto de menos…

Pero la expresion de Austin no dejaba lugar a dudas de que el no la habia echado de menos. De hecho, cuando llego al vestibulo, hizo caso omiso de ella.

Se inclino y acepto un beso de su madre.

– No os esperaba -dijo con rabia contenida-. Todo va bien, espero.

– Oh, si -dijo la viuda con una sonrisa-. Caroline, Elizabeth y yo estabamos deseando ir de tiendas, y Robert se ha ofrecido amablemente a acompanamos a la ciudad.

Austin fulmino a su hermano con la mirada, achicando los ojos.

– Que detalle por tu parte, Robert.

La sonrisa de Robert podria haber iluminado la habitacion entera.

– Oh, no es molestia en absoluto. Siempre es un placer viajar en un carruaje repleto de damas encantadoras.

Austin miro a Caroline enarcando una ceja.

– ?No recorristeis bastantes tiendas cuando estuvisteis aqui hace unas semanas?

Una carcajada alegre escapo de los labios de Caroline.

– ?Oh, Austin, que divertido eres! Deberias saber que una mujer nunca se cansa de ir de compras.

Elizabeth estaba soportando el terrible bochorno que le producia aquella situacion. Su marido ni siquiera parecia haber reparado en su presencia. Se impuso un silencio incomodo.

Ella sintio que se sonrojaba y solo deseo que la tierra la tragara. Pero justo cuando creia que Austin se alejaria de alli sin saludarla, el se volvio y la miro fijamente.

La furia glacial que irradiaban sus ojos grises la helo hasta la medula. Y aunque tenia la mirada clavada en ella parecia mas bien que la traspasara sin verla, como si en realidad su esposa no estuviese alli.

Todas las esperanzas que Elizabeth habia alimentado de que el tiempo suavizase el trato que Austin le daba se truncaron al ver esa mirada. ?Como diablos iba ella a sobrevivir a esa visita? Si ya el mero hecho de no estar con el, de atormentarse recordando lo que habia perdido, suponia un suplicio insoportable…

La expresion con que su esposo la contemplaba, sin asomo de carino ni de afecto, le provocaba un dolor que le debilitaba las piernas.

Pero habia hecho lo que debia. Lo mejor para el. Decidida a no dejar que percibiese su sufrimiento interior, esbozo una sonrisa forzada.

– Hola, Austin.

El tenso los musculos de la mandibula.

– Elizabeth.

Ella intento humedecerse los resecos labios, pero tambien se le habia secado la boca.

– Yo… creia que habias ido a Surrey.

La expresion gelida de Austin habria podido extinguir un incendio.

– ?A Surrey?

– Si, a la inspeccion anual de las cosechas…

Su voz se apago hasta dar paso a un silencio embarazoso e insufrible, mientras el la miraba con fijeza.

– ?Tienes algo que decirme?

La escueta pregunta resono en el vestibulo.

Elizabeth sintio el peso de las miradas de los demas, que observaban su tenso intercambio de palabras. La humillacion la embargo, y si sus piernas hubiesen cooperado con ella habria salido corriendo de esa casa.

– No -murmuro-. Nada.

Miles interrumpio esa violenta conversacion al aparecer en el vestibulo. Saludo a todos, pero Elizabeth noto que se inclinaba rigidamente ante Caroline y que esta no lo miraba a los ojos al responder a su saludo.

– Quisiera cruzar dos palabras contigo en mi estudio, Robert -dijo Austin en una voz repleta de amenaza.

– Por supuesto -respondio Robert-. En cuanto me haya instalado en…

– Ahora.

Sin una palabra mas, Austin giro sobre sus talones y echo a andar por el pasillo.

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