vislumbro un destello dorado en su oreja derecha. Era la unica persona que encajaba con la descripcion que le habia hecho Elizabeth.

Austin se acerco a la mesa y se sento enfrente del hombre. El marinero lo miro con fijeza achicando los ojos castano oscuro.

– ?Quien diablos eres tu?

Por toda respuesta, Austin coloco el puno sobre la mesa, entre los dos. Al abrir la mano revelo un saquito de cuero.

– Aqui hay cincuenta libras de oro. Tienes informacion que me interesa. Si me la das, el dinero sera tuyo.

El hombre echo una ojeada a la bolsita, y una sonrisa desagradable se dibujo en su huesudo rostro, dejando al descubierto varios dientes podridos. Con un movimiento rapido de la muneca, se saco de la manga una navaja de aspecto letal. Se inclino hacia delante y dijo:

– Tal vez me quede con las monedas y tambien con la informacion.

– Puedes intentarlo -respondio Austin en tono amenazador-, pero no te lo recomiendo.

El marinero solto una risotada estruendosa.

– ?Ah si? ?Y por que?

– Porque hay una pistola apuntandote a la barriga por debajo de la mesa.

Observo al marinero bajar la mirada hacia la otra mano de Austin, que estaba oculta bajo la mesa.

La duda asomo a los ojos del marinero, pero rapidamente la disimulo con una actitud burlona.

– ?Esperas que me crea que un encopetado como tu se atreveria a pegarme un tiro delante de un monton de gente? Te colgarian.

– Al contrario, el magistrado sin duda me recompensaria por librar a la ciudad de un rufian como tu. Ademas, no me costaria mucho comprar el silencio de tus supuestos testigos. -Se reclino en la silla y retiro la mano de debajo de la mesa durante un momento para que su companero pudiese ver su pistola-. Puedes salir de aqui convertido en un hombre rico o con los pies por delante. Tu decides.

El marinero lo estudio durante unos segundos. Austin le sostuvo la mirada, empunando la pistola con firmeza, pero convencido de que la avaricia acabaria por imponerse.

Un brillo codicioso aparecio en los ojos vidriosos del marinero.

– Prefiero ser rico. Mas rico de lo que me harian cincuenta libras.

– Si considero que tu informacion lo vale, te dare cincuenta mas.

– ?Y si no?

Una sonrisa glacial se desplego en los labios de Austin.

– Entonces dejaras de resultarme util. Y no creo que te recuperes del agujero que te hare en la panza.

El miedo asomo a la mirada del marinero, pero rapidamente lo disimulo encogiendose de hombros.

– ?Que quieres saber?

– Conoces a un frances llamado Gaspard. Quiero saber donde puedo encontrarlo. -Agito deliberadamente el saquito lleno de monedas-. Dimelo y el dinero sera tuyo.

El marinero tomo un gran trago de whisky y luego se enjugo la boca con el dorso de una de sus manazas.

– ?Bertrand Gaspard?

Austin pugno por conservar la calma. Bertrand Gaspard. Finalmente oia el nombre completo del hombre que estaba buscando.

– ?Donde esta?

El marinero volvio a encogerse de hombros.

– Estuvo un tiempo aqui en Londres, pero luego regreso precipitadamente a su tierra, en Francia.

– ?Donde vive?

– En un pueblo cerca de Calais.

Austin se.inclino hacia delante.

– ?Que pueblo?

El marinero lo ojeo con aprension.

– No recuerdo el nombre exacto. Es como si fuera el nombre de un tio.

Austin reflexiono por unos instantes.

– ?Marck?

El marinero abrio mucho los ojos, en senal de reconocimiento.

– Eso es -respondio.

– ?Por que estaba en Londres?

– Dijo que se traia un negocio entre manos. Buscaba a alguien. No se a quien. Se jactaba todo el rato de que iba a conseguir mucho dinero. -Miro a Austin achicando los ojos-. Es todo lo que se. He cumplido con mi parte del trato. Ahora suelta la pasta.

Austin deposito dos bolsitas sobre la rayada mesa y se guardo la pistola en el bolsillo. El marinero abrio los saquitos para verificar su contenido, y Austin aprovecho su distraccion para escabullirse por la puerta.

Resguardandose en las sombras, avanzo a paso rapido por el laberinto de callejuelas hasta el coche que lo esperaba. Una euforia amarga se apodero de el.

Bertrand Gaspard.

Ahora sabia como se llamaba su enemigo. Y donde vivia.

Sabia donde encontrar las respuestas que buscaba. Y esperaba con toda su alma que esas respuestas lo llevasen hasta William.

«Voy a por ti, desgraciado.»

Cuando Austin entro en su casa, encontro a Elizabeth caminando impaciente de un lado a otro del vestibulo. La joven se detuvo nada mas verlo y lo miro de arriba abajo como para cerciorarse de que seguia entero.

– Estoy bien -dijo Austin, entregandole su sombrero a Carters.

Ella exhalo un suspiro de alivio. Dirigio la vista al mayordomo y luego la poso de nuevo en su marido.

– ?Podemos hablar en privado?

Austin titubeo. Dios sabia que no queria estar a solas con ella, pero desde luego no podia relatarle su encuentro con el marinero alli en el vestibulo. Indicandole con un movimiento de cabeza que lo siguiese, echo a andar por el pasillo hacia su estudio particular. Una vez dentro cerro la puerta, y el silencio los rodeo de inmediato.

Ella estaba de pie en el centro de la habitacion, con las manos enlazadas y los ojos clavados en el. Un monton de recuerdos se arremolinaron en la mente de Austin. Elizabeth sonriendole. Elizabeth con los brazos abiertos para el. Alzando la cara para besarlo. Acostada debajo de el, tremula de deseo. Dormida entre sus brazos.

Intento ahuyentar esas imagenes, pero volvian a asaltarlo, a desarmarlo con su implacable nitidez. Bajo la vista a la alfombra que se extendia bajo sus pies. Habian hecho el amor justo en el lugar donde ella se encontraba ahora, la noche que el le habia ensenado a bailar el vals y le habia mostrado donde habia colgado el retrato que ella le habia dibujado.

Se obligo a mirar ese espacio, ahora vacio, en la pared revestida de madera, delante de su escritorio. Habia retirado el bosquejo porque no soportaba verlo, pues le hacia revivir mil recuerdos cada vez que entraba en el estudio.

Cuando devolvio su atencion a Elizabeth, advirtio que ella tenia la mirada fija en el hueco que habia dejado su esbozo en la pared. Le parecio percibir un destello de dolor en sus ojos, pero se esforzo por no dejarse enternecer. Ella habia hecho su eleccion. Y no lo habia escogido a el.

– ?Querias hablar conmigo en privado? -pregunto.

Ella aparto la vista de la pared y la poso en el, con una expresion tan serena que lo saco de quicio.

– ?Que ha ocurrido en el muelle? -pregunto Elizabeth.

– Ah, ?es que no lo sabes? -dijo el arqueando una ceja.

Ella palidecio al oir esta pregunta sarcastica, y nego con la cabeza.

– Percibo que has encontrado las respuestas que buscabas, pero eso es todo.

Con la esperanza de que una copa aliviaria la tension que le agarrotaba los hombros, Austin se acerco a la mesita donde estaban los frascos de licor. Despues de tomar un buen trago de brandy, le comunico la informacion

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