mirarla de reojo, se percato de que estaba palida y tenia las manos crispadas. De ninguna de las maneras permitiria que lo acompanase cuando fuese al encuentro de Gaspard. El hombre era peligroso. Sospechaba que a Elizabeth no le gustaria su decision, pero…
Ella lo agarro del brazo.
– Austin…
Al volverse, este vio autentico miedo en sus ojos.
– ?Que sucede?
– Debemos darnos prisa.
Una gran sensacion de alarma le recorrio la espalda al oir su tono.
– ?Por que?
Ella se apreto las sienes con los dedos y sacudio la cabeza.
– No estoy segura. No lo tengo claro. Pero el esta cerca. Y se que debemos apresurarnos. -Se puso blanca como la cera-. Por favor. Es cuestion de vida o muerte.
Austin agito las riendas y los caballos se lanzaron a galopar.
Elizabeth se aferro a su asiento mientras la calesa avanzaba como un relampago por el camino. Imagenes fugaces desfilaban por su mente, difusas, oscuras y amenazadoras.
– Cuando lleguemos al pueblo, te dejare en un hostal -le dijo Austin, con el rostro tenso de concentracion mientras conducia a toda velocidad.
Ella abrio la boca, pero antes de que pudiera protestar el tiro de las riendas. Los caballos se detuvieron ante una bifurcacion del camino. Los dos ramales estaban bordeados de arboles. Parecian identicos.
– Maldicion. -Austin se meso los cabellos-. ?Hacia donde debemos ir?
Elizabeth miro alternativamente a uno y otro camino, pero no percibio nada.
– Ayudame a bajar -dijo.
El la contemplo unos instantes y luego salto al suelo para ayudarla. En cuanto los pies de la joven se posaron en tierra, ella echo a correr hacia la bifurcacion. Tras respirar profundamente se arrodillo, cerro los ojos y puso las manos en el suelo.
Varias imagenes destellaron en su cabeza, y se esforzo por relajarse para intentar conseguir una vision nitida. Tardo varios minutos, pero cuando por fin lo consiguio las imagenes eran de una claridad meridiana y devastadora: se vio a si misma sangrando, perdiendo el conocimiento. Muriendose.
Dios santo, ?que debia hacer? Si le contaba a Austin lo que acababa de ver no la dejaria ir con el. Insistiria en llevada al pueblo, lo que supondria un retraso que lo haria llegar demasiado tarde.
Sabia que alguien iba a morir.
Pero tambien sabia que si lo acompanaba probablemente no regresaria con vida.
Abrio los ojos, se puso de pie y se volvio hacia el.
– Tenemos que tomar el camino de la izquierda.
23
Austin cubrio de una zancada la distancia que los separaba y la agarro por los hombros.
– ?Que ocurre?
– Nada. Yo…
La sacudio con fuerza.
– No me mientas. Estas cadaverica. Algo te ha asustado. ?Que has visto?
– Debemos tomar el camino de la izquierda. Entonces lo encontraremos.
– No pienso llevarte…
– Si no nos ponemos en camino ahora mismo, llegaremos demasiado tarde. -Se solto de sus manos y corrio hacia el carruaje-. Por favor, date prisa.
El le dio alcance y la aferro por el hombro.
– ?Demasiado tarde para que?
Elizabeth lucho contra el panico que amenazaba con apoderarse de ella.
– Alguien va a morir. No se quien. Solo se que estamos perdiendo tiempo, un tiempo que no tenemos. -Al comprender que debia ofrecerle alguna garantia de su propia seguridad, anadio-: Yo me quedare en el coche o me escondere en el bosque. Hare lo que consideres mas conveniente, pero debemos irnos ahora.
Austin no se lo penso un segundo mas. Rapidamente la ayudo a subir y salto al pescante. Con un tiron de las riendas puso en movimiento el vehiculo y enfilo el camino de la izquierda.
Un cuarto de hora despues, Elizabeth agarro a Austin por el brazo y senalo:
– Mira.
El detuvo la calesa. A lo lejos, una columna de humo gris se elevaba sobre los arboles.
– Parece que sale de una chimenea.
Elizabeth cerro los ojos.
– Si. Una chimenea de piedra. Es una casita de campo. -Abrio los parpados y lo miro a los ojos-. Ahi vive Gaspard, Austin. Esta alli.
La expresion de Austin se endurecio. Sin una palabra, salto del vehiculo. Cuando ella hizo ademan de seguido, el la inmovilizo con una mirada gelida.
– No te muevas.
Tomo las riendas, y tirando de ellas condujo a los caballos y la calesa fuera de la calzada y se adentro en el bosque. Los coloco de tal manera que estuviesen ocultos, pero de cara al camino.
Se acerco al costado del coche y levanto la vista hacia Elizabeth.
– Permaneceras escondida aqui. Si no he vuelto dentro de una hora, quiero que lleves la calesa hasta el pueblo y te alojes en un hostal. Te encontrare.
El miedo se apodero de ella.
– ?Te has vuelto loco? No pienso dejarte…
– Has dicho que harias lo que yo te pidiera.
– Ese hombre es peligroso.
Un brillo acerado asomo a los ojos de Austin.
– Yo tambien.
– Va armado.
– Yo tambien.
El miedo la hizo sudar y debio de reflejarse en su semblante, pues el le tendio la mano. Sin dudado, ella la aferro entre las suyas y rezo.
El le dio un apreton.
– Estare bien, Elizabeth.
El terror que le atenazaba la garganta le impidio responder, asi que se limito a asentir con la cabeza. Austin retiro la mano y se alejo corriendo entre los arboles hacia la columna de humo.
Ella se apreto las manos para conservar el calor que la piel de Austin le habia dejado y lo observo hasta que desaparecio.
«Estare bien, Elizabeth.»
– Por supuesto que estaras bien -susurro ella-. Yo me ocupare de ello.
En cuanto el se hubo perdido de vista, Elizabeth bajo de la calesa. No contaba con ninguna arma, pero tal vez…
Se estiro y recogio su bolsa de medicinas depositada en el asiento. La abrio y extrajo un saquito que se guardo en el bolsillo. Si lograba acercarse lo suficiente a Gaspard y pudiera arrojarle ese preparado de pimienta a los ojos, lo dejaria ciego temporalmente. No era gran cosa, pero no permitiria que eso la detuviese. Si no se ponia en accion en ese preciso instante, alguien moriria.
Respiro hondo y con determinacion, agarro con fuerza su bolsa de medicinas y echo a andar por donde Austin se habia ido. Su vestido resultaba muy engorroso a la hora de caminar por el suelo irregular. Una rama espinosa se le enredo en el pelo, y vio las estrellas cuando se solto de un tiron. Tropezo en dos ocasiones, y la segunda vez