un alma perdida. Por eso los supersticiones llevan un
– ?Por amor de Dios! Estamos casi en el siglo veintiuno. Claro que no soy supersticiosa.
– ?Hum! Sin embargo, el collar me parece un talisman curioso para una mujer que ni tiene ni quiere tener casa. Me parecio posible que quisieras echar raices una temporada. Seria una oportunidad para descansar y reponer energias. No quiero decir que no este seguro de que eres perfectamente feliz en tu coche.
Si le lanzaba otra indirecta sobre su estilo de vida Bree se juro que lo estrangularia con las manos desnudas. Se sentia incomoda de repente. Simon habia conseguido que su propuesta de un trabajo remunerado no sonara estupida. No tenia tacto con las personas pero eso no queria decir que careciera de percepcion. Habia adivinado que anhelaba un hogar y que le afectaban los presagios.
Lo suficiente, sin embargo, como para que estuviera sinceramente asustada. Ademas, tenia la impresion de que todos los problemas de aquel hombre terminarian si encontrara la mujer adecuada. A esa hipotetica mujer no le resultaria dificil ponerlo en contacto con sus propios sentimientos porque habia un rio de pasion justo bajo su piel.
Pero, por supuesto, debia ser la mujer adecuada. Bree sabia que no se trataba de ella. El era un
– Hola, papa. Hola, Bree. ?Que hay para desayunar?
El aspecto de Jess hizo que Bree sonriera. Su padre tenia otra opinion. Llevaba una camiseta roja y unos vaqueros naranja. Unos calcetines amarillos en los pies y una peineta en el pelo completaban su atuendo pero no su maquillaje. Detras de las gafas aparecia una sombra de ojos verde y en alguna parte habia encontrado un par de pendientes de bisuteria.
Bree miro la expresion de Simon y acabo de decidirse. Tenia que marcharse cuanto antes.
No obstante, quiza no fuera el momento mas adecuado. Simon amaba a Jess. Se sentia responsable de ella. Daria la vida por aquella pequena diablesa. Pero, al parecer, nadie le habia dicho nunca al muy idiota que tenia el obvio y simple derecho a disfrutar de su hija.
Capitulo 6
Habia un diseno intrincado en la pantalla del ordenador, el plano de un sistema de almacenaje mecanizado. Simon lo conocia de sobra. Antes de concursar para el contrato de Boston lo habia instalado en otras tres empresas. Pero en aquella ocasion, uno de sus ingenieros queria introducir una modificacion en el diseno. La idea era buena pero elevaba el coste en setenta mil dolares.
Simon siempre habia ofrecido lo mejor y no pretendia rebajar sus baremos. Con el ordenador probaba alternativas y las comprobaba matematicamente para abaratar los costos. Nada funcionaba. Las respuestas existian, era una simple cuestion de hallarlas. Pero debia ser antes del martes. No era la unica empresa que concursaba por el contrato.
Y mas que conseguir el contrato, queria presentar un buen proyecto, pero la concentracion le habia resultado imposible durante la ultima semana. En algun punto de la casa resonaban los martillos, las escaleras chirriaban al ser arrastradas sobre el suelo de madera. Habia llamado a voces y ruidos de pasos por todas partes. Una voz infantil sono a sus espaldas.
– Bree dice que apagues el ordenador, papa.
– No puedo ahora, carino.
Un contrato millonario y el estaba atrapado en una tierra de coyotes y perrillos de la pradera.
– Dice que tienes que apagarlo, que el chico va a cortar el zumo.
– ?Que?
Por lo general, cuando Jess hablaba de zumos se referia al de manzana o al de naranja. A Simon le llevo un momento darse cuenta de que habia sido una forma sencilla de informarle de que iban a cortar la electricidad. Puso a salvo el material que tenia en el programa y apago el ordenador. Unos dedos pegajosos se posaron en su cuello desde atras con la intencion afectuosa de estrangularlo.
– ?Oye! -protesto.
Aquello le valio un beso en la mejilla. Un beso pegajoso de mermelada. Antes de la llegada de Bree su hija habia carecido del concepto de orden y del control. Ahora, carecia de ellos aun mas.
El intento de estrangulamiento con mermelada no ceso hasta que deslizo una mano hacia atras para hacerle cosquillas a su temible atacante. Jessica lo solto riendose. El sonido de aquella risa tuvo un efecto curiosamente balsamico sobre sus nervios alterados.
Simon cedio un impulso extrano y levanto a la nina en brazos. La respuesta de Jess fueron mas risas y mas carcajadas. Simon oyo el acento sureno de Bree sermoneandole en su pensamiento.
«Olvida el orden y el control. Lo que Jess quiere es que le hagan cosquillas, que la abracen. Quiere que ruedes por el suelo con ella».
Pensar que el iba a escuchar un consejo era una ingenuidad. Y mas viniendo de una empleada, una vagabunda de ojos azules. Pero en lo concerniente a su hija Bree tenia la desagradable costumbre de dar en el clavo. El peso en sus brazos, el olor, las texturas misteriosas de aquel cuerpecito de cuatro anos embadurnado de mermelada le hacian sentirse extranamente bien.
Simon siempre habia mantenido una reserva cuidadosa con su hija. Lo consideraba su deber. Jess era una responsabilidad preciosa y terrible. Liz no podia definir la palabra disciplina ni con la ayuda del diccionario, de modo que Simon habia asumido que la debia aprender de el. Desde el dia de su nacimiento se habia sentido torpe para ser un buen padre. Bree no dejaba de repetirselo. «Idiota. ?No ves que solo es una nina? Una nina. Hay que amarla hasta comersela. ?Tan complicado es?».
– ?Donde vamos? -pregunto Jessica.
– Al lavabo mas proximo para lavarte la cara y las manos.
– No podemos -le informo ella muy seria.
– Te prometo que si podemos.
– No podemos, papa, de verdad. No hay agua.
Simon se detuvo en seco. Ni agua, ni electricidad, treinta hombres haciendo ruido y generando cascotes por toda la casa. Si pasaba una semana mas en aquellas condiciones iba a volverse loco.
Dejo a Jess sobre la encimera de la cocina con las piernas colgando y busco un paquete de servilletas. Afortunadamente solo restaba una semana de maremagnum. Era mas eficiente acometer todas las obras de una vez que ir demorandolas. En el aspecto tecnico, todo se desarrollaba a pedir de boca. Solo habia un par de inconvenientes que no habia previsto. Uno era Jess, que estaba tan encantada con aquella monstruosidad gotica como Bree. Cada vez que mencionaba su intencion de vender la casa lo miraban como si fuera un asesino.
Y luego, los obreros. La mano de obra local estaba constituida por cowboys. Los muchachos eran buenos y la prueba estaba en la calidad del trabajo. Simon tambien les pagaba una prima extra. El problema era el sexo. Todos eran hombres y a Bree parecian gustarle. Cada vez que Simon doblaba una esquina se encontraba a algun jovenzuelo intentando flirtear con ella o a otros menos jovenes intentando hacerla reir. Excepto cuando se ocupaba de Jess, siempre podia encontrarsela donde mas actividad habia. Les llevaba emparedados a los hombres o les alcanzaba las herramientas. Parecia tener un sexto sentido para saber donde era necesaria una mano.
Simon se habia dado cuenta desde el principio de que Bree no tenia idea de lo que estaba pasando. Ella se imaginaba que los hombres se limitaban a mostrarse amistosos. No acertaba a explicarse como una mujer podia haber viajado sola por todo el pais y seguir siendo tan candida. La mitad de los jovenes babeaban al paso de aquellas piernas y tenia muy presente que se hallaban en un pais de predadores. Bree no parecia ver el efecto que se acento, sus ojos azules y su contoneo tenian sobre los obreros.
– No va a quitarse, papa -dijo Jess pacientemente.
– ?Que has comido?
– Rabanos.
– Los rabanos no son pegajosos.