– ?Seguro que tienes bastantes municiones?
– Las suficientes. Tu ocupate de proteger a tu papa.
– Agacha la cabeza, papa.
No habia nadie a la vista. Cuando habian regresado del valle del Sage, Simon habia pensado que estaba libre para volver al trabajo. Se habia equivocado. Las chicas habian insistido en que tenian que ver el escondite de Jessica. El famoso escondite estaba a mas de un kilometro a pie desde la casa y no era otra cosa que un cerro en el medio de ninguna parte. Habian subido por la ladera empinada agarrandose a los hierbajos. La cima era plana como un tablero y Simon habia esperado que tuviera una buena vista. Lo unico que habia al otro lado era una rambla, el lecho arcilloso y erosionado de un antiguo arroyo.
Bree, como no, le habia dicho a Jessica que estaba lleno de oro. Y Bree, como no, se escupia en las manos y fingia levantar un rifle hasta apoyarlo contra el hombro. Quito el seguro con el pulgar y entrecerro los ojos para ver mejor a los atacantes.
– ?Buen Dios! Vienen a docenas. Fijate en la nube de polvo que levantan sus caballos. ?Pero no te he dicho que cuidaras de tu papa!
– Lo tengo cubierto.
– Vienen todos. Ahi veo a Jesse James. Y mas alla esta Billy el Nino.
Bree disparaba el rifle en rapida sucesion. Jess hacia el sonido de los disparos.
Simon se cubrio el rostro con las manos haciendo un esfuerzo para contener la risa. Al cabo de un rato, Jess le separo los dedos para mirarle a la cara.
– No pasa nada, papa. No tengas miedo. Nos hemos salvado.
– Comprendo. ?Han muerto todos?
– No ha muerto nadie. Bree y yo no queriamos matarlos, solo asustarlos para que se fueran. Querian quitarnos el oro de nuestro arroyo. Te traere un poco y asi lo entenderas.
Su hija bajo la pendiente dando tumbos poseida por su propia fiebre del oro. Bree volvio a ser una persona adulta, una transicion que siempre dejaba a Simon desarmado. Se dedico a recoger los restos de la comida en una cesta. Cuando acabo, se dejo caer a su lado.
– ?Como lo haces? ?Como puedes hacer que te siga la corriente?
– Tengo una imaginacion enfermiza.
– Yo lo llamaria un don especial para tratar a los ninos.
Bree hizo caso omiso del cumplido.
– Me temo que le va a llevar un buen rato encontrar el oro.
– ?Un buen rato? Por la pinta que tiene esa rambla yo diria que tendremos que estar aqui hasta la proxima era de los dinosaurios.
Bree se echo a reir.
– Jess descubrio este lugar durante uno de nuestros paseos. Se enamoro de el solo Dios sabe por que. Le hice prometerme que jamas se le ocurriria venir aqui sola pero me tenia preocupada. Las promesas de tu hija valen tanto como…
– ?Un billete de tres dolares?
Siguieron hablando durante un rato de cosas inconexas hasta que Simon se perdio. Bree se habia tumbado boca arriba con los brazos bajo la cabeza. Tenia los ojos cerrados y Simon penso que sus pestanas eran como humo sobre la nieve. Sus pechos habian desaparecido. El talisman reflejaba el brillo del sol como una joya sobre su garganta.
Simon intento explicarse por que le excitaba mas que ninguna otra mujer que hubiera conocido.
– ?Puedes oler la luz del sol? -murmuro ella.
Simon cogio una brizna de hierba para ponerse entre los dientes. No se molesto en contestar. Tampoco habia respuesta. Esa era Bree.
Ciertos aspectos de su caracter no dejaban de irritarle. Su actitud hacia el dinero, por ejemplo. Debido a que se negaba a aceptar dinero a cambio de su trabajo, Simon le habia puesto ruedas nuevas en el coche. Habia cogido un berrinche. Simon le habia escondido una cantidad de dinero importante en la guantera esperando que no la encontrara. Pero la habia encontrado y habia cogido otro berrinche.
Simon intento pensar en otro ser humano que no quisiera nada de el, no necesitara nada de el, no le exigiera nada. No pudo.
– Si Jess no vuelve con el oro pronto, me parece que voy a dormirme.
– Es normal que estes cansada despues del tiroteo.
Ella se echo a reir con su risa profunda y sexy que le afectaba los nervios como una orquesta de camara.
– Duermete. Yo vigilare a Jess.
Se estaba volviendo loco pensando en lo que habia sucedido en sus correrias sonambulas. Queria conocer exactamente cada detalle. Queria saber si la habia besado, a que sabia ella, como habia respondido. Queria saber si habia acariciado la pequena curva de sus pechos. Necesitaba saber si le habia gustado a Bree. Necesitaba saber si habia estado desnuda.
Simon lo penso mejor y decidio que era mejor no saberlo. Si se le habia olvidado que habia estado en la cama con ella desnuda tomaria cianuro.
Cerro los ojos mientras mordisqueaba la brizna de hierba. Se pregunto cuantas veces tendria que llegar a la misma conclusion. Sabia positivamente que una relacion con Bree era del todo imposible.
Su padre habia sido la unica persona a la que se habia sentido cercano. Lo habia amado irrevocable e incondicionalmente. Sam Courtland habia sido un hombre generoso, calido, efusivo y afectuoso, todo lo que Simon admiraba. Pero su muerte repentina habia dejado a la familia desamparada, el desencanto habia golpeado duramente a un chico de catorce anos. Una pena insoportable se habia convertido en rabia. Hablar era inutil. El amor no valia nada.
Simon se habia encerrado en si mismo, se habia negado a dejar que nadie se le acercara. Solo habia tenido una idea en la mente, trabajar. La pobreza le habia pisado los talones durante anos, como un perro rabioso. Si hubiera estado menos decidido, si hubiera sido menos duro, esos dientes se habrian clavado en su carne para siempre. Pero habia demasiada gente que dependia de el para permitir que eso sucediera.
Ahora tenia dinero. Demasiado, quiza. Mucho antes de haber conocido a Bree, la vida que llevaba habia empezado a dolerle, pero se habia convertido en un hombre de piedra. Habia aprendido a trabajar, a proteger, a proveer. Sin embargo, nunca habia aprendido a abrirse a nadie. No tenia idea de como ganarse a una mujer a menos que lo que buscara fuera dinero.
A Bree le traia sin cuidado su dinero, lo deseaba a el. Con toda la fuerza de su sexualidad. Simon habria tenido que estar ciego o sordo para no darse cuenta de las sutiles vibraciones femeninas que no dejaba de enviarle. Pero a largo plazo, no podria querer a un adicto al trabajo. Y a corto plazo… Simon se conocia en la cama. Cuidadoso, considerado, controlado. Algunas mujeres apreciaban esas cualidades pero sabia perfectamente que Bree necesitaba un amante salvaje. Y ese no era el.
Un soplo de brisa le echo un mechon de cabellos sobre el rostro. Sin pensar en lo que hacia, Simon se inclino para apartarselo. Le rozo la mejilla con la punta de los dedos y de inmediato sintio que el cuerpo le ardia con un anhelo doloroso.
Bree era hermosa y rebosaba de alegria y de vida.
Deseaba tener una manera de decirle lo que habia llegado a significar para el. Esa imposibilidad lo devoraba por dentro como una enfermedad. No se trataba de que quisiera algo de ella o se hiciera falsas esperanzas para el futuro. Pero cuando estaba con Bree se sentia mas abierto, mas vivo. Cuando estaba a su lado podia recordar los suenos que una vez habian sido importantes. A su lado, incluso llegaba a creer que ella podia oler la luz del sol.
Bree abrio los ojos mientras la mano descansaba sobre su mejilla. Unos ojos peligrosos e incitantes como el amor se clavaron en su rostro.
Simon se aparto bruscamente.
– Habia una abeja -dijo con una voz neutra-. Crei que iba a picarte.
Bree miro a su alrededor. Habia muchos arbustos hasta donde alcanzaba la vista pero ninguna flor.
– Ya. Una abeja en este desierto.
Habia estado a punto de besarla. Pero no habia sido lo bastante valiente, no con su hija subiendo la pendiente con las manos llenas de oro.