– Yo era el mayor. Eramos mi padre y cuatro hermanos menores. Todavia recuerdo el funeral. Todo el mundo deshecho en lagrimas excepto yo. Yo no llore. Sudaba sangre pensando como demonios iba a alimentarlos. ?Te dice eso algo sobre mi caracter? -le pregunto mirandola desafiante.

– Si -musito ella.

– Era un frio calculador incluso a los catorce.

Bree sabia que era lo que queria que pensara. Pero en su interior, su corazon se retorcia de dolor por el.

– Amaba a mi padre, Reynaud. Pero murio dejando a seis personas sin un maldito dolar con el que comprar una botella de leche. ?Crees que lo llore?

– Creo que nunca te diste la oportunidad de llorar por el.

Pero no la escuchaba. Parecia dispuesto a clasificar su caracter para ella. Mas tarde, Bree penso que habia tratado de que supiera que se encontraba perfectamente a salvo con el.

– Todos piensan que soy un bastardo. Tienen toda la razon. Liz dice que soy demasiado duro como para tener sentimientos. Tambien tiene razon. No soy un buen hombre, Bree, olvida lo que haya podido suceder mientras estaba sonambulo.

Bree capto el mensaje. Si por algun designo dramatico del destino se habia mostrado carinoso, o amable o, ?Dios no lo haya querido!, apasionado, podia olvidarse de que fuera presa de tales sentimientos a la luz del dia.

Bree sintio ganas de abalanzarse sobre el para besarle. No tuvo tiempo de dejarse arrastrar por aquel impulso. Simon echo un vistazo al reloj y se puso en pie de un salto. Solo eran las seis pero los dos sabian que Jessica podia levantarse en cualquier momento. Sin embargo, Bree tenia que hacerle algunas preguntas mas.

– Has dicho que tu sonambulismo comenzo a los catorce. Tu familia tuvo que darse cuenta de que…

– Claro que se dieron cuenta. Una vez me encontraron andando por la carretera a las tres de la madrugada. Mi sonambulismo los tenia locos. Con el tiempo me mandaron a ver al medico.

– ?Y que sucedio?

Simon paseo la mirada por la habitacion como si esperara encontrar algo con lo que vestirse.

– Sucedio que me sometieron a un examen fisico. Lo pase como un marine. Nada. Entonces me mandaron a un idiota que solo queria hablar de «traumas y problemas no resueltos». Nada otra vez. Me mandaron a una clinica de sueno como ultimo cartucho.

– ?Tampoco alli encontraron nada?

Bree observo su cuerpo casi desnudo mientras pensaba que no habia encontrado nunca otro hombre con tantos problemas por resolver. Para ella Simon estaba repleto de suenos a los que no habia concedido la mas minima oportunidad de hacerse realidad.

– Si. Por lo que se ve es una disfuncion electrica del cerebro. No es algo que pueda curarse como una enfermedad porque es distinto en cada persona, algo asi como el color de los ojos. El sonambulismo tampoco es nada inusual y para mucha gente carece de importancia.

– ?Y no te ayudaron?

– Por supuesto. Me dijeron que me atara a la cama. Si funciono entonces volvera a funcionar ahora.

Simon abrio la puerta y se giro para mirarla por ultima vez. Bree solo habia visto aquella expresion en sus ojos cuando estaba sonambulo. ?Que era? ?Anhelo? ?Deseo? Pero estaba segura de que el lo negaria aunque le fuera en ello la vida.

– Y si no funciona, intentare otra cosa. Lo importante, Bree, es que no tendras que volver a preocuparte. Mi tio era un excentrico.

Hay montones de llaves y todas funcionan como llave maestra. Te las dare todas para que las guardes, asi no tendras que preocuparte.

«Muchas gracias por quitarme ese peso de encima, Courtland. Tengo una idea mucho mas clara de la situacion y todo esta a pedir de boca».

?Vaya tarado! La sola idea de que tuviera que atarse a la cama la ponia enferma. Se quedo en la cama, pensando en un muchacho que habia tenido que crecer de golpe, que siempre habia tenido gente dependiendo de el incluso en su matrimonio. Penso en todos los suenos que no habia realizado. Penso en el cuidado que habia puesto en que ella creyera que no le importaba. Penso en la manera en que la habia mirado.

– ?Que es, Bree?

– «Conche couche».

Le sirvio a la pequena un vaso de leche pero sin dejar de observar a Simon. Recien duchado, recien afeitado, recien peinado, se habia refugiado tras un «Wall Street Journal» en el momento en que habia entrado en la cocina. Bree atendio un momento al horno y cuando se volvio, un geniecillo habia dejado un monton enorme de llaves sobre la mesa. A Simon no le importaba convertirla en el ama de llaves del castillo mientras no tuviera que comentar lo sucedido en la habitacion de la torre en el resto de su vida.

– ?No comimos eso el otro dia?

– Eso era cush-cush, «chere». Esto se parece al cereal del desayuno. Creeme, es terrible para ti, casi tan malo como el Capitan Cracko.

Jess probo un poco de la cuchara como si fuera veneno. Un poco mas segura, se dedico a comer.

– ?Que vamos a hacer hoy?

– Un poco mas tarde, nos llevaremos a tu papa de aventura por la Tierra Malas.

Bree alcanzo a oir como el periodico crujia inquieto. Ella estaba ocupada limpiando la cocina.

– Pense en que podiamos subir unas cuantas montanas, llamar a los perrillos de las praderas y comer en tu escondite secreto.

– ?Suena divertido!

Un monje irritado asomo la cabeza por detras de su monasterio de papel.

– Suena como una excursion tipicamente Reynaud. Ireis dos. No tres.

– «Chaque chien a sonjour» -mascullo ella para anadir en tono mas amable-. Vas a venir, Simon.

El periodico cayo ante el embite de Jess, que subio al regazo de su padre. Iba armada con su tazon de cereal, una cuchara y un vaso de naranjada que amenazaba con derramarse en cualquier momento. Simon tuvo que defenderse.

– Sabes de sobra que no tengo tiempo. Espero algunas llamadas de Boston que no puedo perderme. Todavia no he acabado de inventariar las colecciones del tio Fee. Los pintores van a empezar hoy arriba…

– Es una verguenza, lo se -replico Bree en tono caritativo-. Sin embargo, tendran que pasar sin ti. Vienes con nosotras.

– Me es imposible -dijo Simon pronunciando lentamente con la esperanza de que lo comprendiera-. Ya llevas aqui lo bastante como para haberte dado cuenta de que tengo demasiadas responsabilidades…

– Si que me he dado cuenta. Exactamente por eso vendras con nosotras, Simon.

Simon no dejaba de repetirse que no era posible. El no podia estar alli.

Habia sido un buen padre. Las habia llevado al valle de Sage, habia caminado un millon de kilometros cargando con tres pares de binoculares y una muneca y se habia sentado pacientemente a esperar que las dos se cansaran de mirar los perrillos de las praderas. La verdad era que las criaturas eran graciosas, menos de treinta centimetros de altura cuando estaban sobre dos patas, de un color canela y mas activos que comadres. Unos comian hierbas, otros jugaban y se perseguian y otros tenian el puesto de vigias. Cuando un halcon aparecio en el cielo, los vigias ladraron como perros pequenos y toda la comunidad desaparecio bajo tierra en un abrir y cerrar de ojos.

A Bree le habia gustado, Jess estaba encantada e incluso el habia tenido que admitir que habia sido divertido. Pero ya estaba bien.

En vez de atender a sus negocios estaba tumbado boca abajo. El sol le daba en la cabeza, lo que le producia una somnolencia que los saltos de Jess sobre su espalda se encargaba de disipar.

Bree tenia los binoculares. Su hija miro por los suyos e intercambio con ella una mirada de inteligencia.

– Ya vienen -dijo Jess con gesto sombrio.

– No te preocupes por nada. Estoy lista.

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