juego.

– Tenia la esperanza de que si confesaba tu tambien podrias descargarte.

– ?Descargarme?

– No creo que hables con nadie. No de lo que de verdad te importa. Todo el mundo recurre a ti con algun problema. Tu escuchas, te responsabilizas, te preocupas, lo arreglas, pero nunca hablas, Courtland. ?Cuando te das la oportunidad de descargarte? Hay muchas cosas. Por ejemplo que sentias por tu padre o como estabas tras el divorcio, los suenos, las necesidades, los temores mas intimos. A mi no me extrana que seas sonambulo porque…

– Reynaud.

– ?Si?

– Te has comido mi caballo.

– Si.

– ?Te has comido mi caballo!

– Claro y vigila tu rey. Creo que te daras cuenta de que estas acorralado.

Pero estaba equivocada. Recibio un beso en la mejilla. El beso de felicitacion de un hermano al que le habia ganado la partida. Podia haber dado jaque al rey de las blancas pero el hombre de carne y hueso era otra cosa. Simon brindo por su victoria, sin embargo, la conversacion habia languidecido definitivamente. Antes de que transcurriera un cuarto de hora, Bree habia recogido las piezas. Simon le deseo buenas noches y desaparecio escaleras arriba.

Bree penso tristemente que le habia faltado tiempo para poner distancia entre el y aquella entrometida que habia invadido su casa. No tenia sueno. Volvio a llenar su copa de jerez y cogio un libro del gabinete. Se dijo que la rapida retirada de Simon era un buen presagio. Si se hubiera abierto, si realmente hubiera hablado con ella, sus sentimientos por el se habian ahondado.

Cada vez que estaba cerca de el se le aceleraba el pulso. En parte era lujuria saludable, la reaccion ante el hombre que amaba, pero tambien habia un matiz de miedo y desmayo. Estaba asustada. Admitir que queria a Simon era diferente a admitir que queria a su fantasma nocturno. El hombre de carne y hueso era mucho mas incitante, mas fascinante y muchisimo mas peligroso.

Se agacho junto al fuego para echar otro leno. Por un momento, se quedo mirando hipnotizada como las llamas se alzaban para envolver a su nueva presa. Asi era como se habia sentido ella en todas las relaciones que habia mantenido, como una presa. Solo hacia falta que un hombre la necesitara para que ella le abriera su corazon. El tomaba lo que ella tenia que ofrecer y dejaba un paisaje de ruinas en su retirada.

El miedo a repetir aquella vieja pauta de conducta la atenazaba, la situacion se parecia demasiado a su pasado. Simon habia necesitado ayuda. Ella se la habia brindado dia a dia. Viviendo con el habia asistido a la metamorfosis de un hombre que volvia a ser el mismo, que cambiaba, que volvia a abrir su corazon a las cosas que una vez le habian importado. Y ella se habia enamorado tan profundamente. Nunca habia encontrado un alma tan gemela, un hombre que la conmovia a tantos niveles diferentes…

«?Tan altas han subido las apuestas, Reynaud?».

«Si».

«Ha hablado de que te vayas. ?Suena eso como un hombre que quiere compartir el futuro contigo?».

«No».

«No lo hagas, «diere».

Una voz interior le decia que no siguiera adelante. Ya no se trataba de cometer otra estupidez. Se trataba de perder su maldito corazon y para siempre.

Bree se tumbo sobre la alfombra con su copa de jerez y el libro. Abrio el volumen y se dio cuenta de que habia escogido un tratado de geologia de las Tierras Malas que habia pertenecido al tio Fee.

Si no podia aburrirla hasta que se relajara, nada en el mundo lo conseguiria.

Pasaron los minutos, luego media hora que se convirtio en una hora completa. El reloj anuncio la hora, las sombras se espesaron. El fuego crepitaba y siseaba mientras se reducia a brasas incandescentes. El libro no era tan tedioso como habia pensado una vez que se concentraba en su lectura.

Paso otra pagina, alargo la mano para coger la copa de jerez y sintio un cosquilleo en la espina dorsal. Levanto la cabeza y sintio que el corazon le daba un vuelco, le zozobraba en el pecho subitamente hueco.

«?Oh, no! ?Simon, no puedes hacerme esto! ?Esta noche no podre soportarlo!».

Pero Simon ya caminaba hacia ella, no el Courtland abotonado y estirado que habia jugado al ajedrez con ella sino el Simon incitante, su merodeador nocturno.

– Simon, vuelve a la cama -dijo ella haciendo un esfuerzo por tragarse su desesperacion.

Simon no le hizo caso y continuo avanzando. Ella se puso en pie dejando caer el libro. El fuego arranco reflejos rojos de su pelo. Sus ojos eran negros como carbones mojados.

Bree se quedo inmovil, como una cierva asustada. Luego parecio obligarse a si misma a reaccionar. Dio un paso hacia el con el brazo extendido.

– Simon, otra vez andas en suenos. Esta bien. Te llevare a la cama.

De modo que asi era como le hablaba cuando andaba sonambulo, penso el. Con tranquilidad, con calma, con suavidad, con amor. Le paso una mano por la cintura. Sintio el contacto de su piel en su torso desnudo. Era obvio que pretendia guiarle hasta su habitacion.

La pillo desprevenida cuando le cogio la cara entre las manos y la beso. Bree sabia a jerez, pero bajo aquel sabor habia algo mas, oscuro y dulce. Esa era una de las cosas que le estaban volviendo loco, si se acordaba de su sabor, si la habia besado alguna vez y se le habia olvidado para siempre.

Simon no recordaba nada, pero no habia podido dormir pensando en sus ojos, pensando en una mujer que daba, y daba, y daba sin cesar. No habia podido conciliar el sueno pensando en aquellos tres tipos que la habian utilizado.

Habia bajado las escaleras sin saber para que. La idea de la comedia le habia parecido estupida y cobarde. Carecia de honorabilidad, de sinceridad. Era un error.

Pero no tenia otro recurso. No podia permitir que se marchara pensando que todos los hombres eran como aquellos tres tarados, sin que recibiera nada a cambio de todo lo que le habia dado. Necesitaba que Bree se sintiera querida y especial pero no podia expresarselo con palabras. Nunca habia podido expresar sus emociones.

«Mis disculpas, Courtland», se dijo a si mismo.

Pero a la luz de sus ojos, la treta ya no le parecia tan inexcusable. Los labios de Bree se movian bajo los suyos, fragiles, temblorosos. Sus labios le conocian. La apreto contra si con fuerza, como si luchara para mantener el control. La ultima cosa que Simon deseaba hacer era forzarla aunque se tratara de un beso. Pero Bree cerro los ojos y le echo los brazos al cuello.

La emocion rebosaba de ella. El hambre. El temor. Un anhelo triste y un ansia de ser abrazada. Simon noto en el fondo de su mente la sensacion agridulce de haber decidido lo correcto. No era ningun error. Ella sentia una libertad con su sonambulo que nunca podria sentir con el. Queria la fantasia, no a el. Aquello le dolio. Sin embargo, tenia demasiada autodisciplina dentro de si como para permitir que las cosas llegaran demasiado lejos. Sabia de sobra que no podia ser la fantasia de ninguna mujer.

Ni siquiera sabia como intentarlo.

Sin embargo, lentamente descubrio una de esas verdades unicas del amor. No estaba solo. Bree… iba a ayudarle. Las lenguas se encontraron, secas al principio, luego acariciantes y humedas. Bree gimio suavemente cuando el la apreto aun mas contra su pecho. Simon penso que a Bree le gustaba sentirse un poco dominada, avasallada.

Volvio a besarla con fuerza. Despues trazo una linea de besos sobre el arco de su mandibula, de sus mejillas, de su frente. Eran besos reverentes, los besos de un amante que agresivamente buscaba que ella encontrara el placer. Y tambien le gustaba. Simon lo supo porque Bree se abrazo a el como si se hundiera y el fuera su tabla de salvacion. Como si le necesitara, como si le deseara. Era casi como… si lo amara.

Simon alzo la cabeza respirando como una locomotora, el cuerpo le ardia de deseo. El control y la autodisciplina de los que habia estado tan seguro se resquebrajaban por momentos. Bree tambien habia levantado la cabeza pero sus ojos seguian cerrados y su voz apenas era audible.

– Simon, tengo miedo.

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