Un sitio muy acogedor.

– Aqui es donde solemos pasar las tardes -explico Cash, indicandole que lo siguiera-. Por la noche encendemos la chimenea porque casi siempre hace fresco. Aqui esta el comedor… -Lexie asomo la cabeza y vio una enorme mesa de pino y una lampara hecha con una antigua rueda de carromato-. Encontraras las horas de las comidas en tu habitacion, pero si tienes hambre, puedes bajar a la cocina cuando quieras. Queremos que te sientas como en casa… con una sola excepcion. Antes de seguir, tenemos que parar un momento -siguio diciendo Cash, mientras abria la puerta de una oficina-. Me temo que tienes que desnudarte.

Lexie se quedo boquiabierta.

– ?Has dicho desnudarme?

– Si -contesto el, muy serio-. Vamos, ve soltando todos tus valores o tendre que registrarte yo mismo -siguio diciendo Cash, con una sonrisa malevola-. El ordenador, el movil, la calculadora…

Lexie sonrio.

– ?Todo?

– Bueno, si necesitas un chupete puedes quedarte con el movil. Aqui no hay cobertura, asi que da igual. Lo demas, a la caja. Si no lo puedes soportar, pideme la llave y te dejare jugar un rato con tu ordenador.

Lexie lo miro, un poco asustada. Aquella era la razon por la que habia ido a la montana Silver; para no trabajar, ni hablar por telefono, ni ver las noticias economicas. Le habia pagado una fortuna al senor Cashner McKay para que la mangonease a su antojo, de modo que no tenia sentido protestar.

– Pero tendras una television, ?no?

– Si. En mi dormitorio. Ninguna en las habitaciones de invitados.

Lexie trago saliva.

– Yo… no me he separado del indice Dow Jones desde hace nueve anos.

– Te entiendo -dijo el, con paciencia-. Uno de mis clientes es un medico que suele sufrir un ataque de asma durante los primeros dias porque no puede usar el busca. Los primeros dias son lo peor, pero luego se pasa. Tienes que darte una oportunidad a ti misma.

– Claro que si. De hecho, estoy deseando empezar con el programa -dijo ella, muy decidida. Pero Cash tuvo que luchar un poco para quitarle el ordenador. Para Lexie era como si le arrancaran el cordon umbilical-. ?Hay algun telefono?

– Claro. No estamos en la luna. Jed viene con la avioneta un par de veces por semana y en mi cuarto hay radio, telefono y ordenador. ?Quieres ver tu habitacion? -pregunto Cash, antes de quitarle todos sus juguetes. Incluso le quito el reproductor de discos compactos. De un tiron-. La cocina esta por aqui -siguio diciendo Cash, mientras la acompanaba por el pasillo-. Tambien hay un gimnasio, una sala de masajes y un jacuzzi. Bubba es el masajista. Lo conoceras manana. Esta noche conoceras a Keegan, el cocinero, y a George, que se encarga de la limpieza. Si sales de la casa, diselo a alguien. O deja una nota en la cocina. No queremos que te pierdas…

Cuantas mas cosas le contaba sobre aquel sitio, mas asustada estaba Lexie. Quiza aquello habia sido un error, aunque en Chicago, le habia parecido una idea estupenda. Ella era una trabajadora compulsiva y habia tenido que elegir un sitio en el que, sencillamente, no podria trabajar. Pero no habia imaginado que fuera un sitio en el que podria haber osos. Y en el que no habia grandes almacenes.

– Hemos llegado -dijo Cash entrando en una habitacion-. El cuarto de bano es esa puerta. La cena se sirve a las siete, de modo que tienes tiempo de descansar y dar una vuelta. Si quieres algo antes de…

– No, estoy bien.

– ?Ninguna pregunta? ?Te gusta la habitacion?

– Me encanta -sonrio ella, mirando la cama con dosel, la comoda de cerezo y el edredon de colores. En aquella cama podrian dormir tres personas.

Las ventanas en su apartamento de Chicago, su apartamento de dos mil dolares al mes, daban a otro edificio. Pero alli solo habia montanas y montanas. Y montanas. En realidad, era tan precioso como una postal. Pero Lexie se preguntaba si podria estar alli mas de veinticuatro horas.

– ?Lexie?

Cuando Cash puso la mano en su hombro, ella se volvio con el instinto de una mujer de ciudad que desconfia de los extranos. Cash aparto la mano, pero la calidez de sus ojos azules la sorprendio.

– Perdona, estaba distraida.

– Te sientes como un pez fuera del agua, ?verdad?

– Si -contesto ella, sinceramente.

– Esta montana es magica, te lo juro. No tiene que gustarte el paisaje inmediatamente, va lo iras descubriendo -dijo Cash-. Los dos tenemos el mismo objetivo. Que no te vayas de aqui hasta que estes completamente relajada. ?De acuerdo?

– De acuerdo -murmuro Lexie. Y, en ese mismo instante, decidio que estaba enamorada de Cash McKay.

Solo habia estado con el media hora y no era el tipo de amor de casarse y tener hijos, pero tampoco estaba buscando eso. Habia ido alli esperando que aquel mes fuera una penitencia, pero empezaba a pensar que no iba a pasarlo mal del todo.

Cuando Cash salio de la habitacion, Lexie abrio las maletas y empezo a colocar sus cosas en el armario. Poco despues, escucho los gritos de un nino y se asomo a la ventana para investigar.

El chico que corria por la montana era facil de identificar como un McKay. Tenia el mismo pelo y los mismos ojos azules que Cash. Debia tener siete u ocho anos y llevaba los pantalones llenos de barro.

Lexie lo vio lanzarse hacia adelante, absolutamente convencido de que alguien iba a sujetarlo. Y entonces aparecio Cash, levantando al nino en el aire como si no pesara nada.

– ?A que no sabes una cosa, Cash?

Lexie escucho la risa ronca del hombre y despues los vio desaparecer.

Durante unos segundos, Lexie no pudo apartarse de la ventana. Tenia un extrano nudo en la garganta. Como cuando uno escucha una cancion de amor y los recuerdos lo envuelven. Habia visto tanto amor en el gesto de Cash y tanta confianza en el nino…

Con un suspiro, Lexie se aparto de la ventana y siguio colocando sus cosas.

No habia excusa para sentir nostalgia. Ella era una persona muy afortunada. Sin embargo, a veces, aunque Lexie adoraba a sus padres adoptivos, recordaba a sus verdaderos padres. Una vez habia sido una nina alegre, sin miedo… Seguia sin tener miedo y seguia siendo alegre, pero nunca desde que perdio a sus padres habia conseguido recuperar la sensacion de estar en un sitio que era suyo.

La habitacion espaciosa y bonita, pero aquel no era su sitio como no lo era su apartamento en Chicago. Y, a los veintiocho anos, a veces el sentimiento de soledad parecia abrumarla.

Lexie se dirigio a la puerta haciendo lo que solia hacer cuando aquellos nubarrones oscuros empezaban a entristecerla. Penso en dinero. Era el unico tema en el que era fabulosa. Ganar dinero se le daba bien. Otras mujeres sonaban con flores. Lexie sonaba con banarse en monedas de plata.

El amor era bonito, pero cuando se perdia a alguien era como si te arrancaran el alma. El dinero era mucho mas seguro. Si se perdia, siempre podia volver a ganarse.

Por supuesto, durante las siguientes semanas, estaba atrapada en aquel refugio y no podria ganar un centimo. Pero mientras bajaba la escalera, penso que alli no habia ningun peligro para ella… a menos que uno pudiera ahogarse con tanto aire puro.

Y los dos McKay parecian tipos agradables y divertidos.

No tenia ninguna preocupacion.

Capitulo 2

Durante toda la cena, Cash no habia podido apartar los ojos de la senorita Alexandra Jeannine Woolf. Cuando hablo con ella por telefono, se la imagino tan grande como su nombre, pero se habia equivocado. Lexie no debia pesar mas de cincuenta kilos. Pero era una mujer preocupante. Labios como fresas, ojos como chocolate liquido. Su pelo era corto y rizado y tan negro como ala de cuervo, en contraste con su palida piel.

Cash llevaba una decada dando alojamiento a hombres de negocios y podia reconocer las etiquetas de su ropa. La mayoria de sus clientes eran hombres, pero las mujeres que acudian alli eran muy parecidas. Elegantes,

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