sofisticadas… y, por supuesto, ninguna llevaba ropa apropiada para vivir en la montana. Cash miro alrededor. Media hora antes, los platos estaban llenos y la charla habia sido agradable, pero a medida que terminaban de cenar, el silencio caia sobre la mesa. Cash eligio a la persona mas timida para iniciar una conversacion, el senor Farraday, un banquero mentado a su izquierda. Despues, hablo con Stuart Rennbaker, presidente de varios consejos de administracion, que comia lasana como si no pudiera hartarse.

Aun asi, parte de su atencion estaba centrada en Lexie.

Por tercera vez desde que empezo la cena, ella dejo caer el tenedor. Llevaba un jersey de angora blanca que se ajustaba a sus pechos mas de lo que hubiera sido deseable… pero ningun jersey, por caro que fuera, podia hacer que dejara de ser torpe.

En ese momento, ella se estaba riendo de algo que su hijo habia dicho y Cash sintio que se le encogia el estomago. No de nervios, el nunca se ponia nervioso, sino de preocupacion.

Lexie Woolf llevaba unos pantalones de quinientos dolares, pero en su risa no habia nada falso. Era delgada, bajita y sin muchas curvas… precisamente, su tipo favorito de mujer. Y lo peor era que se reia de verdad. De hecho, cuando lo hacia arrugaba toda la cara y mostraba una dentadura perfecta, excepto por un diente un poco roto, que le daba un aspecto adorable. Esa risa podria hacer que le diera vueltas la cabeza, aunque no hubiera tenido tambien aquellos pechos y los ojos color chocolate y una boca tan sexy… Lexie se reia de corazon. Se reia como si le gustara la vida. Se reia como el tipo de mujer que se deja ir cuando se apaga la luz.

Tenia que controlarse, penso Cash. Y lo intento. Siguio charlando con sus invitados, pero no podia dejar de mirarla. En ese momento, Lexie estaba intentando pinchar unos guisantes con el tenedor, pero la mitad cayo al suelo porque estaba muy concentrada hablando con su hijo. Normalmente, sus clientes charlaban con Sammy, pero no le prestaban demasiada atencion. Hablaban con el, distraidos. Pero ella, no. A ella le gustaban los ninos. Cash maldijo en silencio. Lexie Woolf no solo era un problema. Era un serio problema. Cash era reacio a las mujeres, porque habian sido una plaga en su vida. Sobre todo, las mujeres con cerebro. Pero tenia treinta y cuatro anos y sabia suficiente como para reconocer a una que pudiera romperle el corazon.

Su debilidad era Sammy. Y Lexie lo trataba como si fuera el nino mas fascinante del mundo. Lo que ella no sabia era que Sammy nunca, jamas, hablaba con mujeres extranas.

Sammy, a los ocho anos, era tan reacio a las mujeres como el mismo.

Cash pudo seguir observandola a placer durante el postre. Y la preocupacion aumento. Sammy parecia encantado con ella.

Cash intento escuchar lo que decian.

– Pues si, tengo una fotografia de mi familia… espera un momento -estaba diciendo Lexie. Cuando intento sacar algo del monedero, su servilleta cayo al suelo. Y despues la cucharilla.

Sammy miro la fotografia.

– ?Estos son tus padres? No te pareces nada.

Cash miro la fotografia y se quedo sorprendido. Normalmente, no habia nada sorprendente en los retratos familiares, pero si en aquel. Todos eran altos y muy rubios, tipo nordico. Y luego estaba Lexie, pequenita y morena, con aquellos ojos exoticos…

– Es que, en realidad, soy adoptada. Perdi a mis verdaderos padres cuando tenia tres anos.

– ?Eres adoptada? -repitio el nino. Cash se puso tenso. Lexie no sabia que aquel era un tema delicado.

– Si.

– ?Y que paso con tus padres? ?Se murieron?

– Sammy -lo interrumpio Cash-. Ya se que sientes curiosidad, pero es posible que a la senorita Woolf no le apetezca contarte cosas tan personales. Puedes preguntarle donde vive, donde trabaja y cosas asi.

– Pero, Cash, yo solo queria saber como la adoptaron…

– No pasa nada -dijo Lexie-. Aunque tu padre tiene razon. A algunas personas podria no gustarles contar estas cosas. Pero a mi no me importa. Mis padres murieron durante un robo. Fue horrible, pero entonces los Woolf me adoptaron y me quisieron tanto como mis propios padres.

– Vaya… -murmuro Sammy, metiendose un enorme pedazo de tarta de chocolate en la boca, pensativo-. No te he preguntado solo por curiosidad. Estaba interesado porque yo tambien soy casi un huerfano, aunque no del todo. Nunca tuve padre, pero tampoco me ha hecho falta.

– ?No?

– No. Porque tengo a Cash. Ningun padre podria ser mejor que Cash. Nosotros dos nos ayudamos en todo.

– Eso suena muy bien -sonrio Lexie.

– Si. Esta muy bien. Pero yo no puedo ser huerfano como tu, porque tengo madre. Aunque es un poco igual, porque tu perdiste a tu madre y la mia no me quiere. A veces llama y pregunta por mi, pero le doy igual. Creo que soy un problema para ella y…

Cash se levanto de la silla bruscamente.

– Pues yo si te quiero, chico. De hecho, no podria llevar este sitio sin ti. ?Te importa ayudarme en la oficina?

El nino se levanto como por un resorte. Siempre estaban un rato juntos antes de que Sammy se fuera a dormir, y Cash penso que era el momento de dar por terminada una conversacion tan… intima. En realidad, habria matado a cualquiera que pudiera hacerle dano al crio. Y no se lo pensaria dos veces.

Paso un rato haciendo los deberes con el, estudio el menu de la semana con Keegan y despues, se encargo de la factura de Whitt, que se marchaba aquella noche.

Pero Lexie Woolf seguia en su cabeza. No se sentia especialmente atraido hacia ella. En absoluto. Pero Sammy si parecia estarlo y el nunca hablaba con una mujer a la que no conocia. El nino estaba en la cama y, como era el primer dia, era natural que fuera a comprobar si su cliente se encontraba a gusto. Pero Lexie no estaba en su habitacion. Cash bajo al salon, donde los chicos estaban jugando al poker, pero ella tampoco estaba alli. Ni en el gimnasio, ni en el porche.

La encontro en la biblioteca, una de las habitaciones favoritas de sus clientes. Con claraboyas en el techo y gruesas alfombras en el suelo de madera, era un lugar muy acogedor. Normalmente, los clientes se sentaban en los sofas de cuero. Pero Lexie, no.

Lo primero que vio fueron sus pies. Estaban desnudos y eran claramente pies de mujer, con las unas pintadas de rojo caramelo; un rojo tan sexy que Cash tuvo que sonreir. Desde luego, aquella chica nunca querria saber nada de un tipo con camisa de franela.

Lexie estaba tumbada sobre la alfombra, con una manta bajo la cabeza. El jersey y los caros pantalones que llevaba parecian tan fuera de lugar alli como un jarron de porcelana en un rodeo.

– ?Te gusta tumbarte en el suelo? -pregunto Cash.

– Siempre me ha gustado leer en el suelo -sonrio ella-. ?Me buscabas?

– Solo queria comprobar que estabas a gusto -contesto Cash. Su pulso se habia acelerado solo con mirarla. Sus pequenos pechos desaparecian completamente en aquella postura, pero habia algo en ella que despertaba sus hormonas. Cash no era ningun adolescente, pero habia algo en Lexie Woolf que lo turbaba de una forma increible.

– Estoy bien. Aunque me alegro de que hayas venido. Estaba preocupada por ti.

– ?Por mi? -repitio Cash, dejandose caer en un sillon. La idea de que aquella ejecutiva diminuta se preocupase por el lo sorprendia.

– Si -dijo Lexie, incorporandose un poco-. Elegi este sitio porque todo el mundo habla muy bien de el. Por lo que se, hasta los ejecutivos mas endurecidos salen de aqui sintiendose como si fueran diez anos mas jovenes.

– Una exageracion -sonrio Cash-. Pero aqui tendras experiencias que no puedes tener en una oficina, te lo aseguro.

Lexie asintio.

– He visto el programa y me gusta. Pero me temo que conmigo no va a funcionar. Y no quiero que te sientas culpable.

Cash levanto una ceja.

– ?Y por que crees que no va a funcionar contigo? Ni siquiera hemos empezado.

– Yo lo voy a intentar, te lo aseguro. Pero es que nunca he sido capaz de hacer ejercicio… Si fallo, no sera culpa tuya, sino mia.

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