ocultaba sus curvas.

Pero el solo la observaba para saber si de verdad estaba tan recuperada del accidente como parecia querer demostrar. Se movia con cuidado, y la vio echarse mano inconscientemente a las costillas, como si todavia le doliesen esas magulladuras. De todas formas. Parecia estar bastante mejor… de modo que le resultaba tremendamente facil dejar vagar la mirada hacia otros puntos de su anatomia que nada tenian que ver con sus motivos altruistas.

Con esfuerzo se obligo a cambiar de objetivo mientras ella sacaba tazas y cafe.

La casa podia verse de un solo vistazo. La planta baja era toda una sola estancia, con la cocina elevada sobre el resto por dos escalones. Las paredes eran de ladrillo, con un horno de hierro fundido. Teteras de varios colores y tamanos colgaban de un aro de metal que bajaba del techo, y una salsa para espagueti borboteaba sobre el fuego, llenandolo todo con un aroma especiado.

El salon tenia una pared de piedra con la chimenea encastrada en ella; el fuego estaba encendido, y las chispas saltaban y subian por el tiro. Una puerta doble de cristal daba a una terraza con el piso de madera, y proporcionaba una magnifica vista del bosque.

A Maggie debia gustarle el azul, porque las sillas, los sillones y la alfombra eran de ese color. Nada parecia demasiado caro, ni tampoco que hubiera sido buscado para encajar en el mismo tono de azul, sino que daba la impresion de que, simplemente, a su propietaria le gustaba el azul.

– No me importaria que me dijeras que mi casa te parece preciosa -dijo, cuando se volvio hacia el con dos tazas de humeante cafe-. Es mas, heririas mis sentimientos si no lo hicieras.

– Es mas que preciosa -contesto-. Parece un lugar en el que refugiarse de todo.

– Buen chico -sonrio-. Yo misma la construi. Bueno, mas o menos. Yo sola no habria podido ocuparme de colocar la chimenea, ni de poner las ventanas o las acometidas de agua, pero yo la disene, hice el trabajo de la piedra e incluso del techo, asi que creo que puedo atribuirme parte del merito.

– Estoy impresionado. En serio.

– Bueno, la verdad es que estuve a punto de partirme el cuello haciendo el techo… Intentaba pasar por superwoman cuando en realidad deberia haber pedido ayuda. Pero esa es otra historia… -tomo un sorbo de su taza azul papagayo-. Ven. Te ensenare el resto. No es que haya mucho. Arriba hay un dormitorio, mi despacho y un trastero.

El trastero combinaba la zona de lavado con la de almacenaje de equipo deportivo. Debia ser una experimentada esquiadora y escaladora, a juzgar por la solidez del equipo, y tenia una seleccion de herramientas que haria babear a cualquier hombre. Como contraste, su despacho era absolutamente femenino. Un ordenador de ultima generacion rodeado de velas perfumadas, bolas de popurri, una lampara con una pantalla de encaje, plantas y fotografias compitiendo por espacio.

– ?Trabajas desde aqui?

– Si. Preparo documentaciones tecnicas para Mytron. Confecciono catalogos y manuales de sus productos, y de vez en cuando, una vez al mes mas o menos, voy a Boulder para reuniones y cosas asi. Para el resto del trabajo lo unico que necesito es un telefono, un fax y un modem. Y en cuanto al dormitorio… bueno, te lo enseno si prometes taparte los ojos.

El se echo a reir.

– Confia en mi, ya he visto muchos desordenes.

– Ya. Eso tambien lo he oido yo otras veces. Me refiero a un verdadero desorden. Hasta mi hermana se averguenza.

Una escalera los condujo al piso superior. La habitacion solo tenia dos paredes. La tercera era una barandilla a media altura desde la que se veia el salon. Y el desorden era tal que Andy tuvo la certeza de que ningun hombre habia estado durmiendo alli recientemente.

La vio esconder rapidamente un sujetador y algo rosa bajo la cama, pero aquel desorden revelaba algo mas, a pesar de lo que intentaba aparentar, habia pasado malas noches desde el accidente. La cama estaba completamente deshecha, como si hubiese tenido pesadillas.

Habia un enorme tragaluz en el techo y una alfombra oriental en el suelo que debia cubrir casi hasta el tobillo al andar por ella, pero era dificil asegurarlo teniendo en cuenta el numero de libros, prendas y papeles que abarrotaban el suelo. El bano era lo bastante grande como para tener una banera cuadrada y un tocador. Su aroma lo perfumaba todo, un aroma suave, no dulzon; no era un perfume que pudiese identificar pero si singular y evocador. Como ella.

– ?Cuanto tiempo llevas viviendo aqui?

– Casi cuatro anos. Creci en Colorado Springs, y empece a trabajar para Mytron despues de graduarme. Me gusta mucho vivir en el campo, y mi hermana vivia aqui. Despues, cuando a mi cunado le diagnosticaron el cancer… bueno, ella es toda la familia que tengo y necesitaban ayuda. Me costo un poco convencer a Mytron de que podia hacer el trabajo desde aqui, pero cuando lo consegui, empece a buscar un terreno en el que construir una casa. Esta zona me encanto.

– Yo he nacido aqui, y tambien me encanta. Creo que me he hecho adicto a estas montanas, y no puedo imaginarme viviendo en otro sitio, en uno de esos en el que los edificios te rodean por todas partes -mientras bajaban, Andy reparo en la ligera cojera de su pierna derecha, hasta que una sombra que se movia en el porche llamo su atencion…, al menos, durante un segundo-. Mm… creo que tienes un ciervo en el porche.

– Si. Horacio. Es un miron. Suele presentarse a esta hora del dia y le gusta mirar por la ventana, ademas de llevarse siempre un pequeno piscolabis, claro. El otono pasado se enamoro. Me trajo a Martha al patio para presentarmela, pero no he vuelto a verla desde entonces. Supongo que lo suyo ha debido ir mal, asi que Horace ha vuelto a venir a mi ventana.

Andy se rasco la barbilla.

– No estoy seguro de si se pueden presentar cargos contra un ciervo miron.

– De todas formas, no los presentaria. El unico vecino que de verdad me molesta es Cleopatra, es una mapache ladrona, y se lleva todo lo que no esta clavado o bien sujeto. ?Quieres mas cafe?

– Gracias, pero no tengo mas remedio que marcharme. Nunca habia oido que llamasen a una mapache Cleopatra.

– La verdad es que le queda como anillo al dedo. Si la vieras, te enamorarias de ella. Todas las primaveras tiene crias. Yo creo que su exito reside en la mirada. Es la de una mujer fatal.

Volvio a hacerle reir, pero estaban ya en la cocina para recoger su abrigo, de modo que solo le quedaban unos minutos para poder hablar de algo serio.

– ?Maggie?

Ella ladeo la cabeza al percibir su cambio de tono.

– Estas muy aislada en este lugar. ?De verdad te manejas bien desde el accidente?

– Si, de verdad. Muy bien.

– ?Y sin coche?

– Bueno, no tengo mas remedio que salir a comprar, claro…, lo cual es ya de por si una maldicion, pero me manejo bien. Colin me ha traido algunas verduras, y en esta epoca del ano tengo siempre el congelador lleno porque suele haber alguna ventisca antes de Navidad. Asi que estoy bien, de verdad.

– ?Quieres que te acompane a ver coches cuando decidas comprarte uno?

Ella habia hecho una pausa para mover la salsa de los espagueti y lo miro sorprendida.

– Si te digo la verdad, eso es algo que no le pediria ni a mi peor enemigo, pero, si lo dices en serio… estare encantada.

– Claro que lo digo en serio. ?Te dijo el medico que podias salir sin problemas?

– El medico me dijo que debia pasar un par de dias en la cama, y yo he descansado hasta que ya no he podido mas.

– ?Tanto como para recordar el accidente?

Fue la primera vez que le flaqueo la sonrisa.

– No -admitio-. Es como si esas veinticuatro horas anteriores al accidente hubieran desaparecido por completo.

Recogio la chaqueta y se la puso sin dejar de mirarla.

– Hace muy pocos dias que ocurrio.

– Lo se, y el medico me ha dicho montones de veces que es algo normal, pero es que… Andy, tu no me

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