conoces. No soy una persona que se venga abajo en una crisis. Participo en equipos de rescate. Recorri la pista que cruza los Apalaches sola cuando no era mas que una cria, y teniendo en cuenta que el accidente no fue culpa mia, no entiendo por que no consigo recuperar esos recuerdos. A no ser que ocurriera algo mas.
Se sentia tan frustrada que no se habia dado cuenta de que blandia la cuchara de madera de la cocina y que estaba salpicando el suelo con motas rojas. Andy volvio a decirse que ya era hora de marcharse, pero antes le quito el arma letal de las manos.
– No se que otra cosa te imaginas que pudo ocurrir. ?Es que temes haber asaltado la tienda de licores aquel mismo dia?
Era solo una broma, pero no conseguia verla sonreir igual que antes.
– Yo que se… quizas.
– Y quizas las vacas vuelen. Tienes razon en lo de que no te conozco, Maggie. No te conozco bien todavia, pero mi primera impresion es que no eres potencialmente peligrosa para la comunidad.
– A veces sobrepaso el limite de velocidad -se defendio.
– ?Esposadla y tiradla al rio!
– Ya basta, Andy. Estas consiguiendo que me sienta mejor.
– Vaya… digamos que esa era la idea inicial. De hecho, si para ti rebasar el limite de velocidad es algo que te hace sentir culpable, creo que puedes estar tranquila en cuanto a haber robado bancos.
– Esta bien, admito que yo tambien lo creo -dijo, y suspiro-. Pero es que no dejo de tener suenos extranos. No son pesadillas, porque no hay nada en ellos, pero me despierto con el corazon en la boca, las palmas humedas y la sensacion de haber hecho algo realmente malo.
Andy estaba tan cerca que hubiera podido tocarla, pero no pretendia hacerlo. Fue su mano la que se levanto como con vida propia para rozar su mejilla. Era una mujer que emanaba integridad y honestidad, y el solo queria comunicarle tranquilidad y comprension, algo que las palabras no parecian estar consiguiendo; pero tampoco podia negar que algo mas habia motivado aquel deseo de rozar su mejilla.
Como por ejemplo, el ritmo de sus caderas al andar, su sentido del humor, el hecho de que llamase a un ciervo Horacio, aquel aroma elusivo tan suyo y como sus hormonas se despertaban estando junto a ella, algo que hacia anos que no le ocurria. No es que le faltase compania femenina…, es mas, de hecho todas las casamenteras de la ciudad habian intentado encontrarle pareja desde el divorcio, pero el no era hombre que se dejase llevar por impulsos. Por otro lado, era ya demasiado mayor como para que una cara bonita le hiciera perder la cabeza, y la clase de atraccion verdadera necesitaba pasar unas cuantas pruebas antes de arriesgarse a un nuevo fracaso y al dolor que ello traia consigo.
De modo que era demasiado pronto para pensar en tocarla; y tremendamente temprano para pensar en besarla.
Pero una vez su palma rozo la mejilla, ella levanto la cara. Habia algo en ella, una expresion que le contrajo el corazon, una conexion en su mirada que lo empujo a acariciarla con el pulgar. Ella no se movio, y se limito a mirarlo recelosa, pero sus labios estaban ya entreabiertos para cuando los rozo con los suyos.
Suave. Sus labios eran suaves, calidos y temblorosos. En las dos ocasiones en que se habian encontrado, ella se habia empenado en hacerle creer que era una mujer capaz de cuidar de si misma, y el asi lo habia creido. Quizas fuera esa la razon de que se hubiera sentido atraido tan rapidamente. Pero no era asi como besaba.
Sus labios se rozaron, se reconocieron, y fue como descubrir una pradera de flores silvestres en una ventisca. Magico. Un momento fuera de la realidad que parecia carecer de sentido.
Ella apoyo la mano en su cazadora de cuero, ni reteniendolo ni apartandolo; solo descansando alli. Y aquel beso que parecia ser un conjuro, el encanto de su aroma, de su textura, de la forma en que su boca parecia encajar con el, casi como si le perteneciese, como si hubiera estado echandola de menos todo aquel tiempo sin saberlo.
Al final, se separo y, al final, ella abrio los ojos, y ambos se miraron con la misma sorpresa que lo harian dos adolescentes. Y, al final, ambos tuvieron que sonreir.
– No he venido por esto -dijo el.
– Ni yo lo he pensado.
– Solo queria asegurarme de que estabas bien. Esa es la verdad.
– Te creo, Andy.
– No se… esta clase de quimica es algo que viene de pronto, sin saber de donde, y es algo en lo que no se puede confiar y que solo sirve para crear problemas.
– Estoy completamente de acuerdo.
– Ah -se subio la cremallera de la cazadora y sonrio-. En fin…, no te quepa duda, volvere.
Capitulo 3
Maggie termino de fregar los platos y limpio la encimera, pero todo ello sin dejar de mirar asiduamente por la ventana de la cocina. Durante el mes de diciembre, el sol desaparecia muy pronto por la tarde, y tras dos dias de vendavales y nevadas continuas, la nieve habia adquirido formas misticas que parecian esculturas de hielo a la luz de la luna. Pero delante de su casa no habia ningun coche, a excepcion del de su hermana. Andy no tenia que llegar hasta una hora mas tarde, asi que no tenia por que empezar a mirar por la ventana tan pronto.
Se seco las manos con el trapo, sorprendida y exasperada al mismo tiempo por lo nerviosa que estaba. Los hombres nunca la habian puesto nerviosa. De hecho, pocas cosas en la vida tenian la capacidad de intimidarla… a parte de las inquietantes pesadillas que seguian poblando sus suenos desde el accidente. Pero ese problema no tenia nada que ver con Andy.
No solia mostrarle su casa a desconocidos, y mucho menos su dormitorio, pero es que habia sentido algo muy particular las dos veces que habia estado con el. La mayoria de hombres decian sentirse a gusto con una mujer fuerte, pero en realidad no era asi, sino que buscaban una mujer vulnerable y tradicional, algo que jamas encontrarian en ella. Llevaba demasiado tiempo siendo fuerte e independiente, y no estaba dispuesta a disimular, si un tipo tenia que asustarse por algun rasgo de su caracter, cuanto antes mejor, antes de que alguno de los dos hubiese puesto demasiados sentimientos en juego.
Pero Andy no se habia asustado. Al menos por nada de lo que habia hecho hasta aquel momento. Y para ella, era toda una sorpresa, ya que los hombres siempre tenian algo que decir sobre que una mujer viviese sola en un lugar como aquel. Siempre se preocupaban por su seguridad.
Pero para ella la segundad era algo relativo. Era capaz de atravesar una montana en medio de una ventisca de nieve, o de enfrentarse a un ciervo herido que se pasease por su jardin. La palabra peligro no aparecia en su vocabulario…, hasta conocer a Andy. Algo en aquellos ojos oscuros y llenos de sensualidad olia a peligro.
Y eso era nuevo e inquietante para ella.
– ?Maggie, por Dios! ?Te he dicho que fregaba yo! No puedo marcharme ni un minuto.
Maggie se dio la vuelta al ver a su hermana Joanna salir del cuarto de bano.
– No pasa nada. Las dos solas apenas hemos manchado.
– Pero tu has hecho la cena y a mi me tocaba…
– La proxima vez -corto, aunque sabia bien que esa vez nunca llegaria. Mientras crecian, ambas se peleaban como el perro y el gato por cosas como aquella, pero Joanna siempre se las arreglaba para desaparecer cuando llegaba el momento de fregar o de hacer las cosas de la casa-. He preparado un te. ?Te apetece?
– Vale. Pero no quiero que se te vaya a hacer tarde por mi- ?A que hora te viene a buscar el sheriff?
– A las siete. Ademas, ya te he dicho que no se trata de nada importante. Simplemente Andy se ha ofrecido a llevarme a la compra.
Maggie dejo una taza de te delante de su hermana y tan solo con mirarla a la cara, sintio que el corazon se le encogia. Cualquier nerviosismo que hubiera podido tener por encontrarse con Andy quedo en segundo plano. Estaba tan preocupada por su hermana que apenas era capaz de pensar en otra cosa. Steve habia muerto hacia ya mas de un ano, y ambos estaban muy enamorados, pero Maggie se sentia incapaz de ayudar a su hermana a superar el dolor.
Joanna era cinco anos mayor que ella, y en su opinion, era la belleza de la familia. Sin embargo, tras la muerte de Steve sus elegantes facciones parecian cenicientas, su pelo largo y rubio lacio y sin vida, y sus enormes