activamente en la vida social le parecian estar tan lejos de el? Las mismas personas, tediosas y predecibles, se reunian noche tras noche, semana tras semana, en todos los actos. Uno se encontraba con las mismas mujeres en todos los eventos y alli, en Newmarket, donde las formas eran un poco mas relajadas y la concurrencia mas reducida, resultaba dificilisimo evitar ser acosado por una ex amante.

Por otra parte, determino el, existian mujeres como la deliciosa Lady Grafton, cuyo acoso seria recibido como una bendicion.

Al recordar aquella exuberante belleza se le dibujo en los labios una sonrisa fugaz que, rapidamente, fue sustituida por una mueca de disgusto, apenas perceptible. Aquel no era el curso habitual de los acontecimientos… podia tener mujeres a mansalva, mujeres que no deseaba… (sus anteriores deseos apremiantes quedaban olvidados). Por el contrario, aquella mujer que le habia parecido tan tentadora no estaba disponible.

O eso parecia, se dijo con evasivas, poco habituado a verselas con la frustracion.

Nacido en el seno de una importante familia, con una infancia repleta de privilegios de toda clase, premiado por la naturaleza con un atractivo fisico y un talento superior a la media, el, Julius d'Abernon, marques de Darley, heredero del duque de Westerlands, contemplaba su lugar en el mundo con una falta de humildad tal vez excusable.

Cuando iba ya por el tercer conac, descarto cualquiera de los obstaculos que pudiera haber en su camino hacia Lady Grafton y, en su lugar, le daba vueltas a como podia tentarla para que dejara a un lado sus obligaciones conyugales. Si Grafton habia quedado incapacitado, aquella dama estaria agradecida de tener una oportunidad discreta para dar rienda suelta a sus pasiones. Ella, joven y guapa, rebosante de vida, tenia vedados los placeres de la carne. Introducirla en las cuestiones amorosas seria de lo mas gratificante.

Decidio dejar a un lado la opinion que le merecian las virgenes, a las que consideraba aburridas, porque Lady Grafton despertaba en el un extrano e inexplicable deseo. Su belleza, aunque endemoniada, no era razon suficiente para explicar aquella atraccion sin precedentes que ejercia sobre el. Durante anos se habia estado divirtiendo con las beldades del momento. Esquivar a un marido vigilante tampoco le suponia enfrentarse a un nuevo reto. De las mujeres de su clase se esperaba que se casaran como es debido y no por amor. Por general, una vez daban a luz al heredero, se entregaban a la diversion fuera del lecho conyugal.

Pero entonces, ?por que sentia semejante atraccion? ?Por que recordaba extasiado a aquella joven rubia? ?Acaso era la situacion que vivia, tan contrapuesta a la suya, la que suscitaba su interes? ?Le seducia la idea de que fuera la hija de un vicario?

?O entraba en juego alguna clase de hechizo?

?De alguna manera ella le habia dado a entender, sin utilizar las palabras, sus deseos mas intimos?

Descarto esa ridicula idea y echo la culpa de aquella sarta de absurdidades a los tres conacs, ademas de la enorme cantidad de bebida que habia consumido durante la noche. Con todo, a pesar de desterrar aquellos ridiculos pensamientos, le resulto imposible liberarse de la imagen de Lady Grafton. Podia incluso percibir su fragancia a violetas, contemplar su esplendoroso busto, su esbelta cintura, la curva de sus caderas. En su imaginacion su cabello dorado emitia un suave resplandor, le parecia ver el titileo de los diamantes en sus lobulos rosados. El recuerdo del ligero roce de la mano de ella sobre su brazo encendio su lujuria.

Era inexperta, estaba sin estrenar, todo un deleite para la vista, y si Grafton la exponia, ?acaso podian criticarle por picar el anzuelo?

La respuesta era previsible. El mundo le pertenecia desde la cuna.

Pasaria a visitarla manana.

Y veria que pasaba…

Las agradables ensonaciones de lo que haria al dia siguiente lo embargaban e hizo caso omiso del sonido de una discusion, que se desencadenaba mas alla de la puerta de su estudio, hasta que Amanda irrumpio en la habitacion, desobedeciendo al lacayo que intentaba negarle la entrada.

– Fuera de aqui -le ordeno ella, zafandose del lacayo que se quedo en la entrada con el semblante distraido.

– Gracias, Ned. Le agradezco sus esfuerzos. Le llamare si necesito algo -dijo Julius, haciendole un gesto con la cabeza.

Cuando el lacayo cerro la puerta, Amanda se descalzo con una familiaridad propia de las viejas amistades.

– Uno podria pensar que Ned estaba vigilando las joyas de la corona -le solto ella con desden-. Aunque tal vez la comparacion sea acertada -anadio con sonrisa burlona. Camino cerca del fuego de la chimenea y se desplomo en una butaca frente a Julius, luego se recosto y, tras examinarle por debajo de las pestanas, le dijo sonriendo-: Esta noche te has escapado.

En lugar de decir «fuera de aqui», le respondio con aire risueno:

– Tenia una cita. -Al instante, Julius se dio cuenta de que Amanda podia serle de utilidad. Podria acompanarle manana en su visita a Lady Grafton. El viejo Grafton no pondria impedimentos a que Lady Bloodworth visitara a su esposa-. Ahora, no obstante, estoy libre -susurro-. ?Te apetece tomar algo?

– A ti -le dijo en un arrullo.

– ?Aqui o arriba? -pregunto con tono gentil, haciendo gala de sus mejores modales, dado que la cooperacion de Amanda estaba en juego.

– Deberia de estar enfadada contigo… huyendo de esa manera -le contesto haciendo un mohin encantador.

Por lo general, ella lo habria sacado de quicio con semejante intrusion y aquel mohin de reproche. Pero, absorto en sus planes, se encontraba de un estupendo humor.

– Permiteme que te ponga de mejor humor, querida -comento el, mientras se daba unas palmadas en el muslo-. Acercate, sientate en mi regazo.

Al mismo tiempo que una satisfecha Amanda Bloodworth se levantaba del sillon, Elspeth estaba a un paso de perder los estribos. Le habia llevado a su marido una buena cantidad de brandys, que resultaron ineficaces para mejorar su mordaz caracter. Ella habia declinado amablemente una docena de invitaciones para sacarla a bailar cuando le habria encantado bailar, habia soportado a reganadientes las aproximaciones lascivas del hermano de Grafton, igual de repugnante que su marido, y si su marido la hablaba bruscamente una vez mas, le estrangularia delante de todos los invitados al Race Ball.

Era ella la que necesitaba un trago, aunque al principio de su matrimonio habia aprendido que alcohol y resentimiento eran un peligroso combinado. Con el futuro de su hermano en juego, se limitaba a tomar una ratafia de vez en cuando.

Despues de la boda, Grafton le habia comprado a Will una graduacion de oficial en el Regimiento 73.°, tal como habian acordado, lo equipo con todo lo acorde a su rango de teniente y le asigno una paga de cuatrocientas libras anuales. Supeditada, claro esta, a las atenciones que ella le brindara.

Por tanto, estaba obligada a soportar la carga de ese matrimonio… al menos hasta que el tiempo se encargara de poner punto final. No iba a sacrificar toda su vida de forma abnegada o sumisa, todavia acariciaba suenos para un futuro, cuando Grafton sucumbiera a su vejez.

El dia de su boda se repetia en su fuero interno que el no podia vivir eternamente. Por suerte, las Parcas intercedieron a su favor aquella noche, aunque el momento que habia precedido al colapso de su marido fue aterrador. Se habia presentado en su habitacion completamente borracho, empleando el lenguaje mas soez para insultarla, amenazandola con pegarle al tiempo que chasqueaba una fusta contra su mano de la manera mas malintencionada. Babeando, con la cara enrojecida, arrancandose la ropa mientras se acercaba a la cama, le habia gritado que el era el dueno de su cuerpo y de su alma.

Mientras ella se acurrucaba en la cabecera de la cama, tapandose con el edredon hasta el cuello, sin saber que hacer, si huir o intentar defenderse, su marido, de repente, comenzo a respirar con dificultad y a ponerse morado, y se desmorono muy cerca de la cama.

Desde entonces, no habia dia en que no rezara una oracion de agradecimiento.

Su marido sobrevivio a la apoplejia, y los insultos y exabruptos se convirtieron en una constante, como una mortificante leccion de humildad para ella. Pero, una vez recuperado, quedo atado a la silla de ruedas, y no se volvio a producir un nuevo intento de penetrar en su habitacion. Agradecida, se resigno al purgatorio de su matrimonio.

Aunque, en momentos como aquel, incluso sus suenos en una felicidad futura parecian dificiles de alcanzar.

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