pero ahora podia sentir el aire a medida que ascendian. Cuanto mas ascendian, la temperatura era cada vez mas fria, y se alegro de la cazadora. El aeropuerto fue haciendose cada vez mas pequeno.
– Toma. Prueba tu -dijo Jefri, desde atras.
Billie tomo la palanca y probo la respuesta del viejo avion. Aminoro la velocidad, y despues acelero para hacerse con los parametros antes de intentar unos cuantos circulos en el aire y un ascenso casi en picado.
– Reconocelo -grito el desde atras -. Estas impresionada.
Billie se echo a reir.
– Por supuesto que si. Yo quiero uno.
– No son muy dificiles de encontrar.
Quiza no, pero ella vivia con la maleta a cuestas. A veces era incluso dificil conseguir una habitacion con banera. Aunque quiza mereciera la pena intentarlo.
Sobrevolo la ciudad. La vista era diferente a la del reactor. Ahora tenia tiempo para estudiar los distintos edificios y ver la ordenacion urbanistica de la ciudad, asi como la clara linea de demarcacion entre la civilizacion y el vacio del desierto.
– Creo que deje los aviones pequenos demasiado pronto -dijo ella-. Estaba impaciente por volar cada vez mas deprisa. Aunque no se muy bien por que.
– Estos eran muy potentes en su epoca -dijo el -. Fueron los que se utilizaron para hacer los mapas del desierto. Era demasiado peligroso a pie.
Una epoca diferente, penso ella. Mas sencilla.
– Me habria encantado hacer ese trabajo -dijo.
Claro que habria sido una mujer en un mundo de hombres, y probablemente una epoca mucho mas dificil para las mujeres.
– Habrias corrido un grave peligro -dijo el.
– ?En que sentido?
Jefri se echo a reir.
– Entonces no estabamos tan civilizados. El haren estaba lleno de mujeres hermosas. Si hubieras volado sobre nuestro desierto, sospecho que te habrian detenido y te habrian entregado a mi bisabuelo como regalo.
– No se muy bien que pensar de eso.
– Habria sido un gran honor.
– ?Ser una mas entre mil? No, gracias – Billie dibujo un ocho en el aire-. ?Sigue habiendo haren?
– Esa parte del palacio todavia existe, pero estaba vacio desde la epoca de mi abuelo.
– ?No lo echas de menos?
Jefri se echo a reir.
– No necesito tener a mujeres cautivas para que esten a mi lado.
Eso ya se lo imaginaba, penso ella. Solo tenia que mover un dedo y seguro que las mujeres se le echaban encima. A ella le gustaba pensar que era diferente y que intentaria resistirse, pero sabia que estaba equivocada.
– Ve hacia el norte -dijo el -. Unos cincuenta kilometros.
Billie coloco el avion en la ruta marcada. Abajo, varias carreteras atravesaban el desierto. Billie busco indicios de tribus nomadas, pero no vio nada. Probablemente preferian instalarse en lugares mas alejados.
Unos minutos despues, Jefri le indico que girara hacia el este. Entonces Billie vio un pequeno oasis y lo que parecia una rudimentaria pista de aterrizaje.
– Lo hara solo -dijo el -. Dejalo ir descendiendo despacio.
Billie fue descendiendo hasta hacer aterrizar el aparato con suavidad, primero sobre las ruedas traseras. Una nube de polvo se levanto a su paso, y por fin el avion se detuvo.
– Bienvenida a mi paraiso particular -dijo el.
Billie se quito las gafas.
– ?De verdad es tuyo?
– Lo pedi cuando lo sobrevole por primera vez, a los doce anos. Nadie me ha disputado su propiedad, asi que si, es mio.
«Eso debe de estar bien», penso ella, recogiendo los zapatos y saliendo de la cabina.
– Espera -dijo Jefri, y salto el primero para ayudarla a bajar.
De pie en el suelo, Jefri abrio los brazos.
Ah, que dura era la vida de una piloto de reactores, penso ella feliz, rindiendose a la fuerza de gravedad y permitiendo que Jefri la sujetara contra su cuerpo.
La mantuvo asi una decima de segundo mas de lo necesario, que a ella no le importo, antes de ayudarla con los zapatos. Dejaron las cazadoras, los cascos y las gafas en el avion y caminaron hacia las palmeras y arboles que crecian junto al agua.
– ?Hay manantiales subterraneos? -pregunto ella.
– Cientos. Mi hermano Reyhan tiene una casa en el desierto justo encima de un manantial. Ahora vive alli con su esposa. Y dicen que la legendaria Ciudad de los Ladrones estaba a orillas de un rio subterraneo.
Billie fruncio el ceno.
– Recuerdo haber leido algo sobre la Ciudad de los Ladrones. Una ciudad construida de tal manera que los edificios se confunden con el suelo, o algo asi. En algun sitio lei que tambien hay un castillo medieval.
– Que interesante -dijo Jefri, con voz neutra.
– ?Existe de verdad? ?La ciudad?
Jefri la acerco a ella y le puso la mano sobre el brazo.
– Bahania es un pais de gran belleza y muchos misterios. Deberias darte un tiempo para descubrirlos.
– Eso no es una respuesta -gruno ella, aunque sin mucha energia.
Ante la belleza de aquel oasis, ?por que preocuparse por una ciudad mitica que ni siquiera sabia si existia con seguridad?
Jefri senalo los diferentes tipos de arboles y arbustos. Billie se agacho para sentir la suavidad de la hierba que crecia en la orilla del estanque que habia en mitad del oasis. El agua rompia contra la orilla, como impulsada por una fuerza misteriosa.
– ?Por que se mueve tanto? -pregunto ella.
– Por la presion del manantial.
– Pero si el manantial lo alimenta constantemente de agua, ?por que no se desborda? No se evapora tan deprisa y no veo ningun tipo de desague.
El sonrio.
– Otro misterio que hay que resolver. Las cosas son mas complejas de lo que parecen a primera vista.
Jefri la llevo hacia un bosquecillo de palmeras donde habia un par de tumbonas con una pequena mesa en medio. En el suelo habia una nevera con una cesta de fruta encima.
– ?Lo has planeado tu? -pregunto ella, sorprendida.
– Hasta el ultimo detalle. Comeremos mas tarde.
– Se que no estaba en el avion. ?Has encargado a alguien que lo traiga?
– Claro que si.
Vaya con la realeza, penso ella mientras se dejaba llevar a una de las tumbonas. Ella tenia suerte si lograba que uno de sus hermanos le trajera un paquete de chicles del supermercado.
Jefri abrio la nevera. Dentro habia refrescos, zumos y agua embotellada. Billie se alegro de que no hubiera alcohol. Todavia tenian que volar para regresar a la capital.
Despues, Billie contemplo la belleza y el silencio del desierto.
– ?Venias aqui de nino, cuando te metias en lios? -pregunto ella, estirandose en la tumbona con un vaso en la mano.
– A veces. Pero mi padre se dio cuenta enseguida de que la mejor manera de tenerme a raya era amenazarme con quitarme los aviones.
– Te entiendo perfectamente. En mi casa el castigo habitual era quedarse en tierra.
Jefri se echo a reir.
– Dudo que escucharas tantos sermones sobre tus deberes con el pueblo y la responsabilidad de mantener