– No eres exactamente como me habia imaginado un principe -dijo ella.

– ?La impresion es mejor o peor?

– Diferente -respondio ella-. Aunque no tengo mucha experiencia en el mundo de la realeza.

– Entonces estamos iguales, porque yo tengo poca experiencia con instructores de vuelo tan encantadoras y atractivas. Siempre me han ensenado hombres, muchos de ellos con bigote.

Billie sonrio.

– Me lo imagino.

Jefri tomo la carta y se la entrego.

– ?Que quieres comer?

– No preguntare que hay bueno, porque supongo que todo es fabuloso.

– Por supuesto. Oh, y si estas pensando en elegir algo para llevar las sobras a Muffin, mi padre me ha encargado que te diga que puedes pedir que te envien un plato a tu habitacion. No hace falta que te metas nada en el bolso.

Billie cerro los ojos con fuerza y dejo escapar un gemido.

– ?Todos se dieron cuenta? -gimio, mortificada.

– Por supuesto.

Billie abrio de nuevo los ojos y lo miro aterrada.

– Que humillante.

– Todo lo contrario -le aseguro el -. Estabamos todos embelesados.

– Llevaba una bolsa de plastico dentro del bolso -trato de excusarse ella, sabiendo que era una debil justificacion-. No la meti directamente en el bolso.

– Claro que no.

– ?Asi que no te parece raro?

El sonrio.

– Me parece rarisimo.

– Te burlas de mi.

– Por supuesto.

El placer de Billie en el oasis con Jefri duro exactamente veinticuatro horas y cuarenta y dos minutos, hasta el momento en que se encontro de nuevo a los mandos de un avion. Aunque esta vez en lugar de compartir el Tiger Moth, volaban en reactores separados y ella estaba a punto de derribarlo.

Lo que menos le gustaba era lo pronto que iba matarlo. Si al menos hubiera durado cuatro o cinco minutos, los dos se sentirian mejor. Pero el cronometro especial integrado que era parte del programa de entrenamiento todavia no habia llegado a los noventa segundos y Billie ya lo tenia en la mira.

Por el momento penso en fingir no tenerlo, pero descarto la idea inmediatamente. Su trabajo consistia en preparar los mejores pilotos del mundo, y no podia dejarlos ganar. Maniobro el aparato para tener un disparo limpio y presiono el boton. El estridente sonido resono una vez mas en la cabina.

– Continuas sorprendiendome-dijo el, despues de suspirar con incredulidad.

– Por eso me pagan lo que me pagan-dijo ella.

Descendio tras el y cuando detuvo el reactor en tierra a su altura, titubeo un momento antes de bajar.

?Que le iba a decir? ?Como podia explicarle que a ella no le importaba lo que ocurriera durante los vuelos de entrenamiento? Le gustaba estar con el, hablar con el, volar con el, y no pondria resistencia si el queria besarla otra vez.

– Quedandome aqui sentada no conseguire nada-se dijo, y abrio la cubierta de la cabina.

Mientras cruzaba la pista, vio a Doyle caminar hacia Jefri. Se le hizo un nudo en el estomago, y acelero el paso.

Pero llego tarde, y cuando llego a su altura, su hermano estaba dando una palmadita a Jefri en la espalda y diciendole:

– Tiene que doler que te mate siempre la misma chica.

– Lo mismo que a ti -le recordo Billie, deseando que su hermano tuviera la boca cerrada.

Doyle sonrio.

– Si, pero yo no soy un principe.

A Billie le entraron ganas de gritar de rabia. Pero en lugar de eso, apreto los dientes y se alejo. No queria conocer la opinion de Jefri, y fue directa a la tienda principal. Alli recogio su ropa de calle y se metio en el cuarto de bano. Se puso los pantalones cortos y la camiseta, y guardo el uniforme antes de recoger a Muffin.

– Esta situacion es frustrante -dijo a su perra-. No puedo ganar. No puedo dejar de ser buena, y no quiero cambiarlo.

Salio de la tienda y casi se dio de bruces con Jefri.

– ?Que? -pregunto, sin mas.

– Te estaba buscando.

– Bien, bien, pero escucha. No me disculpare por ser buena en lo que hago. Lo siento si eso te resulta frustrante.

– No considero que mis frustraciones sean tu responsabilidad.

Jefri hablo sin levantar la voz, en un tono razonable. Eso la puso mucho mas nerviosa.

– Solo hago mi trabajo -continuo ella-. Aunque se lo que dicen todos. Que soy una «destroza hombres». No es mi intencion castrarte.

Jefri la sujeto por ambos brazos y la llevo a un lado de la tienda, junto a una pila de cajones de embalaje.

– Hablas demasiado -dijo, mirandola fijamente a la cara.

– Solo quiero explicarlo.

– Lo entiendo perfectamente. Deja al perro en el suelo.

La orden era tan inesperada que Billie obedecio sin pensarlo. Y se alegro de haberlo hecho cuando el la tomo en brazos y la beso.

La calida e insistente presion sobre los labios desvanecio todas sus preocupaciones. La boca masculina se movia despacio, como dandole tiempo a acostumbrarse al beso y a el. Billie hubiera podido decirle que no le importaba en absoluto. De hecho, le encantaba. Y queria mas.

Pero en lugar de eso, apoyo las manos en los hombros masculinos y se inclino hacia el. Ladeo la cabeza y abrio los labios, en una clara invitacion.

Jefri reacciono aspirando aire y acariciandole la lengua con la suya.

El beso fue tan espectacular como el de la primera noche. Billie sintio que las entranas le temblaban y las rodillas le fallaban. Una oleada de calor la recorrio, despertando en ella un deseo de tal intensidad que apenas lo podia creer.

Jefri le enredo una mano en el pelo, y con la otra recorrio la espalda femenina hasta detenerse en las nalgas. Cuando la apreto, ella se arqueo hacia delante y sus vientres entraron en contacto.

Ahora fue ella quien jadeo al sentir su excitacion. Jefri la deseaba. A pesar de todo lo que habia ocurrido, y de lo que su hermano habia dicho, Jefri la deseaba. Sin poder evitarlo, casi se echo a reir.

Jefri interrumpio el beso.

– ?Que te parece tan divertido? -pregunto en su boca.

– Todo esto.

– ?Que quiera besarte?

– Es una sorpresa.

Jefri le tomo la barbilla y la miro a los ojos.

– ?Por que? Eres una mujer preciosa. Unica, inteligente y deseable. Dudo que exista un hombre en todo el planeta que no este dispuesto a vender su alma a cambio de una noche en tus brazos.

Billie parpadeo. Vaya, eso si que era una frase digna de un amante real. Y en ese momento, lo que menos le importo era que Jefri lo sintiera sinceramente. Oirlo en sus labios era de momento mas que suficiente.

– Vaya, gracias.

– De nada.

Jefri sonrio y le recorrio el labio inferior con el pulgar.

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