– Los informes del dia -anuncio la mujer dejandole varias carpetas sobre la mesa.

– Gracias.

Jack fruncio el ceno al ver la cantidad de papeles que iba a tener que leer. En teoria, lo sabia todo sobre como dirigir una empresa y tenia un master que asi lo acreditaba, pero la teoria y la realidad a menudo tenian poco que ver y el suyo era uno de sus casos.

– ?Que tal esta la gente? -quiso saber Jack.

– Por supuesto, echan de menos a tu padre. Era un hombre muy apreciado en la empresa. ?Como no lo iba a ser? Era un hombre muy bueno.

Jack intento poner cara de poquer pues sabia que su padre era un hombre de negocios que habia vivido por y para su empresa y que nunca se habia ocupado mucho de sus hijos.

Desde luego, eso no era lo que el entendia por ser una buena persona.

– Si, han venido varias personas a mi despacho a decirme lo mucho que lo echan de menos -admitio Jack.

Habia ido, por lo menos, una persona al dia y Jack nunca sabia que contestar.

La secretaria sonrio.

– Estamos todos encantados con que hayas venido tu a hacerte cargo de la empresa. Muchos de nosotros llevamos aqui muchisimo tiempo y no nos gustaria que le ocurriera nada a la compania.

Jack tan solo llevaba en su nuevo puesto un par de semanas, pero, por lo que habia visto, la empresa iba maravillosamente bien y, en cuanto hubiera contratado a la gente apropiada, iria todavia mejor, asi que no habia motivo de preocupacion.

– Tu padre estaba muy orgulloso de ti. ?Lo sabias?

– Gracias -contesto Jack.

La senorita Wycliff sonrio.

– Solia decir que te iba estupendamente en tu bufete de abogados. Por supuesto, hubiera preferido que trabajaras en la empresa familiar, pero decia que tu preferias el Derecho, y que si el Derecho te hacia feliz, el tambien era feliz.

Jack recordo las desagradables conversaciones que solia tener frecuentemente con su padre sobre aquel tema.

George Hanson lo habia intentado todo, desde el soborno a las amenazas y hacia tiempo que sospechaba que su padre era de una manera con el y de otra con el resto del mundo.

– Hicimos un trato -le explico a la senorita Wycliff-. Despues de terminar la carrera de Derecho, hice un master en empresariales. La idea era que, una vez terminados ambos estudios, yo podia elegir -anadio encogiendose de hombros-. Elegi el Derecho.

– Elegiste lo que el corazon te pedia y lo que mejor se te daba -contesto la senorita Wycliff-. Eso era lo que siempre decia tu padre -sonrio-. El dia en el que te hicieron socio del bufete trajo champan para celebrarlo.

?Champan? Aquel dia, Jack no habia podido localizar a su padre y le habia dicho a Helen, su segunda mujer, que le diera la noticia de su ascenso. Por supuesto, Helen le habia mandado una carta de felicitacion y un maletin de cuero como regalo. Ella siempre tan educada habia firmado por los dos, pero Jack era perfectamente consciente de que todo lo habia hecho ella. Su padre ni siquiera se molesto en devolverle la llamada.

– Tu padre era un buen hombre -insistio la senorita Wycliff-. Pase lo que pase, no debes olvidarlo.

– Es la segunda vez, en menos de diez minutos, que me dices eso -se extrano Jack-. ?Por que?

Desde luego, la senorita Wycliff tenia que haber sido una autentica belleza en sus anos jovenes y, si Jack no la hubiera conocido bien, habria apostado que entre ella y su padre habia habido algo, pero sabia perfectamente que, aunque George Hanson si que podria haber intentado tontear con ella, la senorita Wycliff jamas lo habria consentido.

– No puedo decirtelo -contesto la senorita Wycliff bajando la voz.

– ?No puedes o no quieres?

– Yo no se nada. Si supiera algo, te lo diria. Puedes contar con mi absoluta lealtad.

– Entonces, ?hay algo?

La senorita Wycliff dudo.

– Es una corazonada. Lo siento. No puedo ser mas explicita. No hay nada mas que decir.

Jack se dio cuenta de que la senorita Wycliff no mentia. Era cierto que no sabia nada. Jack siempre se fiaba de las corazonadas porque, siempre que habia cambiado de tactica en un juicio dejandose llevar por su intuicion, habia acertado.

– Si te enteras de algo…

– Te lo contare -le aseguro la senorita Wycliff-. Me quede viuda hace unos anos y no tengo hijos. Esta empresa es todo lo que tengo y estoy dispuesta a hacer lo que sea para protegerla.

– Gracias.

La senorita Wycliff asintio y salio del despacho. Jack no estaba para muchos misterios y, ademas, aunque tenia en gran estima a la senorita Wycliff, ?quien le decia a el que los intereses de ella eran los mismos que los suyos? La senorita Wycliff queria que la empresa durara para siempre y el se queria ir cuanto antes.

Si aquellas posiciones entraban algun dia en conflicto, Jack tenia la corazonada de que su leal secretaria podia convertirse en su peor enemiga.

«Siempre que te cambias de trabajo, hay que ver la cantidad de papeles que hay que hacer», penso Samantha dos dias despues, sentada en un despacho vacio y rellenando su solicitud formal de trabajo, asi como el seguro, la tarjeta de entrada, la tarjeta de aparcamiento y la informacion de contacto en caso de urgencia.

Lo hizo todo rapidamente, sin poder creerse todavia que hubiera conseguido el trabajo de sus suenos sin apenas esfuerzo. Estaba tan encantada por ponerse en marcha que habia ido a la oficina incluso antes de lo previsto.

– Gracias, Helen -murmuro.

Samantha era consciente de que su amiga se las habia arreglado para meter su nombre en la lista de candidatas al puesto y le hubiera gustado mencionarselo a Jack en la entrevista, pero no lo habia hecho porque Helen se lo habia pedido.

Por razones que a Samantha se le hacian del todo absurdas, tanto Jack como sus hermanos creian que Helen no era mas que la mujer florero de su padre.

«Espero andar por aqui cuando se den cuenta de que detras de esos enormes ojos hay un cerebro muy bien amueblado», penso Samantha.

– Buenos dias.

Samantha levanto la mirada y se encontro con Jack en la puerta del pequeno despacho. Estaba terriblemente sensual, como si acabara de salir de la ducha. ?Por que siempre le habian gustado tanto los hombres recien afeitados?

– Hola -contesto Samantha.

– Me habian dicho que te habias pasado por la oficina para arreglar algunos detalles -comento Jack apoyandose en el marco de la puerta-. Gracias por aceptar el trabajo.

– Soy yo quien te da las gracias -rio Samantha-. Me muero por empezar a trabajar. Me han dicho que, si entrego estos papeles antes de la hora de comer, me dan la tarjeta de identificacion y las llaves de mi despacho esta tarde.

– Si, mi secretaria me ha dicho que ya tenemos una reunion concertada.

– Si, el lunes por la tarde -contesto Samantha-. Me voy a pasar todo el fin de semana trabajando, poniendome al dia. Quiero hablar de los parametros contigo antes de ponerme manos a la obra con mi equipo.

– No espero que trabajes veinticuatro horas al dia los siete dias de la semana -le advirtio Jack.

– Ya lo se, pero estoy encantada con el trabajo y, ademas, no tengo muchas cosas que hacer. Acabo de llegar a Chicago.

– Razon de mas para que emplees el fin de semana en salir por ahi a explorar la ciudad.

– Vaya, vaya, vaya, esto de que el jefe te diga que no trabajes es nuevo para mi -bromeo Samantha.

– No quiero que te quemes en una semana de trabajo. Te voy a necesitar mucho tiempo. Samantha estaba muy a gusto con el clima de confianza que habia entre ellos y se alegraba sinceramente de que su amistad

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