– Bueno, si ninguno de los dos quiere echar a correr, supongo que hemos entrado en un mundo nuevo -dijo Liz.

– Creo que si.

David sintio una emocion desconocida, pero no intento ponerle nombre. Era suficiente sentir algo por Liz. Finalmente, ella se marcharia y el se lo permitiria, pero por el momento podian fingir que aquello era real y que tenian por delante algo mas que unos cuantos dias.

Everett observo la nota que tenia entre las manos. Se la habia encontrado sobre su escritorio aquella manana, al llegar al trabajo. Aunque la habia leido una y otra vez, no podia creerse que no fuera una broma cruel.

He pensado que quiza pudieramos comer juntos hoy. ?Te parece bien a las doce y media en la cafeteria?

Nancy habia firmado con su nombre y habia dibujado una cara sonriente al final.

A Everett le gustaba la cara sonriente. El trazo rapido hacia que el mismo sonriera, mientras intentaba convencerse a si mismo de que ella habia escrito aquello de verdad. No podia controlar su inseguridad. Era cierto que Nancy se habia acercado a hablar con el unos dias antes, pero eso no queria decir nada. ?Que iba a ver una chica maravillosa y guapa como ella en un tipo como el?

Se metio la nota al bolsillo. Iba a encaminarse hacia su despacho cuando las puertas del ascensor se abrieron y Nancy salio al pasillo.

Aquella manana sus ojos eran de un color verde dorado. Tenia el pelo brillante y una sonrisa de felicidad, que hizo que a Everett se le acelerara el corazon.

– Everett -le dijo cuando se acerco a el-. ?Has leido mi nota?

El asintio, demasiado maravillado como para hablar.

– Me alegro. Me asuste despues de dejarla sobre tu mesa. Pense que quiza estuvieras muy ocupado, o que no quisieras comer conmigo.

El se quedo mirandola fijamente.

– ?Por que no iba a querer? ?Eres perfecta!

Ella se rio y bajo la cabeza.

– Creeme, no es cierto, pero eres muy amable por decirlo.

Cuando ella lo miro de nuevo, el vio algo en sus ojos.Algo como interes, o quiza incluso afecto. Se le hincho el pecho de orgullo. Quiza fuera cierto que le gustaba. Quiza ella pensara que el era especial.

– ?Te gustaria comer algo? -le dijo el, senalando el camino hacia la cafeteria.

– Si, gracias.

Se pusieron juntos a la cola y recogieron su almuerzo. Everett pago ambas comidas, aunque ella intento pagar la suya. A el le gusto que ella no asumiera que iba a invitarla. Le daban ganas de hacer muchas mas cosas por ella.

Encontraron una mesa tranquila junto a la ventana y se sentaron. Cuando Everett sacaba la silla para ella, sus rodillas chocaron. El se echo hacia atras y se disculpo. Ella le lanzo aquella sonrisa calida, la que conseguia que se le encogieran el estomago y la garganta.

– He tenido una manana terrible -dijo Nancy, mientras hundia el tenedor en la ensalada-. Cuatro millones de cosas que hacer y casi nada de tiempo.

– Cuatro millones son muchas cosas.

Ella se rio.

– Esta bien, quiza solo fueran tres millones. Me encanta ser enfermera y ayudar a la gente, sobre todo a los ninos, pero algunas veces me agota. Envidio tu profesion. Trabajar con los numeros y todo esto. Pero las matematicas nunca fueron lo mio.

– La contabilidad no es exactamente una cuestion matematica. Se trata de ser organizado y mantener las cosas ordenadas.

Ella arrugo la nariz.

– Otro defecto mio. ?Me creerias si te dijera que no soy capaz de cuadrar mi talonario?

El se quedo sorprendido, pero intento que no se notara.

– ?Tienes problemas? ?Quieres que te ayude?

Ella suspiro.

– Me encantaria, pero me da miedo que si ves el desastre que soy para las cuestiones financieras, salgas corriendo y gritando en la direccion opuesta.

– Eso nunca ocurriria -le prometio el.

– Eso lo dices ahora.

– No, de veras, Nancy. Lo digo de verdad.

– Vaya -respondio ella, mirandolo fijamente-. Eres un tipo estupendo, Everett.

– Gracias. Yo creo que tu tambien eres especial.

En cuanto hubo pronunciado aquellas palabras, quiso tragarselas. ?Y si Nancy no habia querido decir que el era especial? ?Y si ella pensaba que era un raro, o demasiado engreido? Sin embargo, no parecio que Nancy se sintiera incomoda; simplemente, se mordio el labio inferior y se ruborizo.

– Gracias -murmuro.

De repente, Everett se sintio como si pudiera hacerse cargo del mundo. Le gustaba a Nancy. No sabia como habia ocurrido ni por que de repente tenia tanta suerte. Solo sabia que no queria hacer nada que estropeara aquel momento.

– Esto es muy divertido. Deberiamos repetirlo -dijo Everett.

Nancy le sonrio.

– Me gustaria mucho -respondio.

David se marcho muy temprano aquella manana, para poder dejar el trabajo hecho y llegar a casa a tiempo para llevar a Natasha y a Liz al orfanato. Habian decidido que irian a ultima hora de la tarde aquel dia y al dia siguiente, a otra hora distinta.

Liz paso el dia dibujando a Natasha y leyendole a su hija cuentos de hadas. La nina tomo un biberon y unos cuantos cereales y despues Liz la acosto para que durmiera la siesta. Unos quince minutos despues, David volvio a casa.

– Soy yo -dijo al entrar al apartamento.

Liz se alegro mucho y tuvo que reprimir el impulso de echarse a sus brazos y darle la bienvenida con un beso. Se contuvo porque aquello parecia algo propio de una esposa y aunque ella sabia que David la deseaba, no estaba segura de que quisiera algo mas. Y pensandolo bien, ella tampoco deberia quererlo. Las relaciones no funcionaban, se recordo. Al menos, no las relaciones romanticas.

– ?Que tal habeis pasado el dia? -le pregunto David, despues de darle un beso en la mejilla-. ?Te has relajado?

– Un poco. Natasha ha sido un angel, como siempre. Ha comido sin rechistar. He hecho unos cuantos dibujos de ella y despues hemos leido.

– Supongo que tu habras leido y ella ha escuchado, ?no?

– Exacto. Pero creo que la nina esta aprendiendo tambien -explico Liz. Despues miro la hora-. ?Cuando quieres que vayamos al orfanato?

– Dentro de una hora, mas o menos. Me gustaria que hubiera mas trafico. De ese modo, les resultara mas dificil seguirnos.

Ella noto una punzada de angustia en el estomago.

– ?Estas seguro de que van a intentar algo?

– No, pero es mejor estar prevenido -respondio David y miro a su alrededor-. ?Esta dormida?

– Si. Acabo de acostarla.

– Pues dejala, entonces.

Tomo a Liz de la mano y la condujo hasta el sofa. Cuando se sentaron, la miro con tal cara de preocupacion que ella se asusto aun mas.

– ?Que? ?Has averiguado algo?

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